domingo, 1 de octubre de 2017

Curiosidades y rarezas... Gloria de Granada, la salvaje blanca...

Eduardo García Maroto fue sin duda una de las personalidades más inquietas y originales de nuestra cinematografía. Durante los años 30 del siglo XX rodó con pocos medios pero mucha inventiva y sentido del humor, una serie de cortometrajes que parodiaban distintos géneros cinematográficos principalmente americanos, donde la política del sistema de estudios había creado una personalidad cinematográfica a cada una de las principales productoras. De este modo la Warner sería la especialista en filmes de gansters y aventuras, la Universal triunfaría con su ciclo de terror y su célebre galería de monstruos, a la par que la Metro presentaba lujosos melodramas, musicales y adaptaciones literarias a la medida de sus hipnóticas estrellas, por poner algunos ejemplos.





En una línea satírica, que entroncaba con el sentido del humor hispano presente desde siempre tanto en la literatura como en el teatro, el singular Maroto quiso caricaturizar algunos de los títulos más populares de aquellos años llegados vía Hollywood, realizando tres cortos que hoy en día son considerados pequeñas joyas de la inventiva y el humor absurdo, en ocasiones casi abstracto. Estos títulos son "Una de fieras" (1934), "Una de miedo" (1935) "Y ahora, una de ladrones" (1936).



Siguiendo una tradición muy habitual en los primeros años del cine sonoro, Maroto se sirvió de la música en todas sus películas como uno elemento importante a la hora de abordar las historias y dar ritmo al relato, incluyendo diferentes números musicales en estas cintas, como el impagable "Pasodoble de los esqueletos" de "Una de miedo" o este "ritmo selvático" de perteneciente a "Una de fieras" en el que una seductora y divertida Gloria de Granada, actriz desconocida hoy en día, entonaba el inenarrable cantable "Agripina" entre negros pintados en una selva improvisada en la madrileña Casa de Campo. Sin duda Maroto se inspiró en la célebre "Trader Horn" dirigida en 1931 por W.S. Van Dyke, que sentó el precedente de los filmes de Tarzán. A imitación de aquel título relataba la aventura de dos exploradores en una "peligrosa selva" donde terminan por encontrar una hermosa mujer criada entre salvajes vestida con hojas de palmera llamada Agripina. Coronando el absurdo la actriz Gloria de Granada iniciaba este número como presentación de su personaje cantando "Agripina, Agripina, es una salvaje fina, Agripina, Agripina, que a Tarzán encalabrina..." coreada por toda la tribu ante la mirada estupefacta de los intrusos...




Una cinta casi de humor surrealista obra de un creador recientemente reivindicado por su incansable búsqueda en dar un sentido personal y provocador a la técnica cinematográfica tan ortodoxa y adocenada en la España del momento, no en vano conocía bien el oficio desde los tiempos del cine mudo donde además de director, ejerció de montador y guionista.



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