martes, 17 de octubre de 2017

Estrellita Castro... Suspiro Sevillano (1ª parte)



Andaluza por los cuatro costados fue durante toda su carrera uno de los mayores exponentes del folklore de castañuela y pandereta. Con su simpatía arrolladora y su perenne caracolillo sobre la frente representó el personaje de gitanilla dicharachera y salerosa tanto en el cine como en los escenarios defendiéndolo a ultranza hasta el fin de sus días. Para muchos Estrellita es una de las voces más importantes con que ha contado la canción española, un talento innato de arte puro que brillaba con luz propia. Lo cierto es que constituye uno de los puntales indiscutibles de la Copla y una de sus artistas más emblemáticas, llenando por si sola un estilo, un modo de hacer, que sería su marca personal. Al carecer de la ductilidad de Imperio Argentina o la exquisita delicadeza de Concha Piquer, su estilo y repertorio pueden parecer más anticuados a ojos vista que el de sus compañeras de generación , sin embargo su flamenquismo es tan auténtico y espontaneo que la convierte en una de las artistas más amadas de la música popular, sentando cátedra racial junto a figuras de la categoría de Pastora Imperio o Carmen Amaya. Por otro lado la audición de sus primeras grabaciones discográficas nos presenta a una artista de una técnica y calidad vocal sencillamente extraordinarias.




Nacida en Sevilla el 26 de Junio de 1914, desde muy niña siente una gran pasión por el cante flamenco, lo que le hacía escaparse de su casa para escuchar a los más populares "cantaores" de la época de los cuales fue adquiriendo la técnica del cante de un modo totalmente autodidacta. Pronto se hace muy popular en su ciudad natal cantando en cafetines e incluso de forma improvisada en medio de la calle. Su proverbial gracejo, unido a su corta estatura, hace que se la empiece a conocer como "La comino". Actuando en el salón Kursal de Sevilla es descubierta por el avispado empresario teatral Juan Carcellé, que se la lleva a Barcelona y desde allí a Madrid donde obtiene un éxito clamoroso presentándose en el entonces célebre Circo Price. En 1929 estrena en Barcelona una obra pionera en su género "La copla andaluza" de Quintero y Guillén, autores así mismo de "Morena Clara", que constituiría un modelo a seguir en adelante en el montaje de espectáculos folklóricos, consistente en la sucesión de estampas de ambiente preferentemente andaluz, con una parte sainetesca y otra musical. En estos años Estrellita comienza a estrenar algunas de sus canciones más significativas como "María de la O", "La morena de mi copla", "María Magdalena" y sobre todo el célebre pasodoble "Mi Jaca", quizás la pieza más popular de su extenso repertorio. También viajaría por Europa y Sudamérica con gran éxito, convirtiéndose en una de las pioneras en "cruzar el charco" llevando la copla española por el mundo.




Al inicio de los años 30 ya era una figura muy popular , se la anunciaba como "Estrellita Castro, alma del arte cañí", con tales precedentes el paso al cine se hacía inevitable. Su debut cinematográfico se produce en 1933 con el cortometraje, hoy desaparecido, "Patio andaluz", planteado como tarjeta de presentación en el medio, donde la artista lucía sus facultades canoras para deleite de su público. En 1935 es contratada para protagonizar "Rosario la cortijera" dirigida por León Artola, título que puede considerarse el verdadero arranque de su carrera en la pantalla. La película carece de cualquier pretensión artística, siendo realizada con una pobreza de medios que asoma a lo largo de todo su metraje, pero constituye una ocasión única de ver a una juvenil Estrellita plena de facultades interpretando algunas coplas y palos flamencos junto a su pareja en el filme, el cantaor "Niño de Utrera". El argumento es rutinario y previsible, con todos los tópicos de la cantaora y el torero, interpretado por un debutante Rafael Durán, que en los años cuarenta se convertiría en uno de los galanes imprescindibles de la pantalla española.





El comienzo de la guerra civil sorprende a la artista en Madrid actuando en el teatro de "La Zarzuela". Tras un año de estancia en la capital huye de la zona republicana a su Sevilla natal, ocupada por las tropas nacionales, donde estrena los espectáculos "La marquesita gitana" y "Lola Caireles". Allí recibe la proposición del director Benito Perojo de viajar a los estudios alemanes de la UFA para colaborar en el filme "El Barbero de Sevilla" (1938), versión libre de la ópera de Rossini cuyo argumento giraba en torno a los amores del Conde Almaviva apoyados en las tretas del simpático Fígaro. La película estaba pensada para el lucimiento del cómico Miguel Ligero, la simpática soprano Raquel Rodrigo y el galan Roberto Rey, trio que había obtenido un éxito importante en el anterior título de Perojo, "La Verbena de la Paloma" (1935). En principio la participación de la artista sevillana iba a ser episódica, interpretando a una gitanilla que no aparece en la obra original, cantando un par de canciones, pero parece ser que su interpretación obtuvo tanta fortuna que el realizador reescribe su papel convirtiéndolo en uno de los protagonistas de la película. El éxito obtenido en esta cinta hace que la artista permanezca en tierras germanas iniciando un popular periplo cinematográfico que la convierte en una de las estrellas la pantalla española de los años 30 y primeros cuarenta... (continuará) 

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