De las tres películas rodadas protagonizadas por Luis Mariano y Carmen Sevilla esta fue la más popular y la única escrita para la pantalla, ya que los otros dos títulos de la pareja fueron adaptaciones de operetas compuestas por Francis López para Mariano y estrenadas por éste en la escena francesa. La película marcó el cenit de la popularidad del cantante en España y contribuyó decisivamente a la proyección internacional de Carmen Sevilla. La historia ya había conocido dos versiones anteriores en el cine galo, ambas protagonizadas por la eximia Raquel Meller, la primera muda realizada en 1923 y la segunda sonora en 1932, dirigidas en las dos ocasiones por Henry Roussell.
Para la presente adaptación no se regatearon esfuerzos de producción. Decorados suntuosos, un espectacular vestuario y el empleo del color, tan escaso en los films de la época. El argumento mezclaba el tipismo de las escenas del Sacromonte granadino con el romanticismo decimonónico cuando la historia se trasladaba a la Corte de Napoleón III en París, asunto que permitía a Carmen realizar un espectacular transformación de humilde gitanilla a elegante dama de miriñaque y pamelas de raso en las que la belleza de la actriz resaltaba de un modo espectacular, ganándose el corazón de los franceses para los que se convirtió en una figura muy querida, lo que se tradujo en varias coproducciones con el país vecino que harían de ella la estrella española más internacional de los años 50 hasta la llegada de Sarita Montiel.
Los tres títulos protagonizados por la pareja se rodaron en régimen de coproducción, contando con un director para la versión francesa y otro para la española. No fue el caso de "Violetas Imperiales2 que fue dirigida en ambos casos por Richard Pottier, un habitual de los filmes de Mariano. Pottier era un artesano sencillo que supo poner en imágenes una historia entretenida y llena de encanto en la que lo que cuenta es el atractivo de sus protagonistas y la ocasión de disfrutar de un espectáculo en el que triunfa el amor y la alegría de vivir expresada a través de pegadizas canciones que conocieron una rápida popularidad e hicieron de Mariano una de las voces imprescindibles de la época.
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