Al amparo del éxito obtenido con su anterior filme rodado por Perojo en Alemania, la artista inicia un fructífero periplo con una serie de vehículos pensados para su exclusivo lucimiento. El primero de ellos sería "Suspiros de España" (1938), que se convertiría en uno de los títulos más recordados de su filmografía. Acompañada una vez más por Miguel Ligero y Roberto Rey, obtiene su mayor éxito en cine, terminando de despuntar toda su personalidad cinematográfica, sustentada en su gracejo sevillano y simpatía. En este título Benito Perojo, que se convertiría en su director titular durante estos años, logra momentos de auténtico sabor popular, sobre todo en las escenas del lavadero y especialmente en la secuencia antológica del barco, donde la cámara escudriña los rostros apesadumbrados de los pasajeros de tercera a los acordes del inmortal pasodoble del maestro Álvarez, magníficamente interpretado por la artista sevillana, convirtiéndose en una de sus señas de identidad y una de sus cumbres interpretativas.
Al término de la guerra civil regresa a España continuando con su actividad en la pantalla. En 1940 protagoniza "La gitanilla" basada en la popular novela de Cervantes, que se convertiría en su título más anodino ya que toda la cinta estaba hablada en castellano antiguo, lo cual supuso un gran esfuerzo para ella. No obstante atendiendo a la personalidad de la artista se concedió más relevancia a la parte folklórica de su personaje. La crítica especializada, aún reconociendo su voluntad por adaptarse al personaje, apuntó lo inadecuada que se veía en el papel de la heroína Cervantina. A las órdenes de Luis Marquina rueda "Torbellino" (1941), una comedia menos interesante que las anteriores, donde da vida a una aspirante al mundo de la canción que se hace pasar por la sobrina del dueño de una emisora radiofónica, ganándose con su carisma el cariño de todos cuantos se le mostraban adversos en un principio. La acompañaba el sólido Manuel Luna en uno de los papeles más aburridos de su carrera.
En 1942 le toca el turno a "Los misterios de Tánger", un título mezcla de aventuras y espionaje desaparecido hoy en día y realizado por Fernando Delgado, que sería el director de sus siguientes películas "La patria chica" (1943) y "La maja del capote" (1943), impulsando la recta final de su carrera en el cine. La primera era una adaptación de la zarzuela de los Álvarez Quintero musicada por el maestro Ruperto Chapí, autor de "La Revoltosa" y tantos títulos relevantes del género chico. Su compañero en la cinta era el tenor Pedro Terol y entre ambos levantaron un espectáculo en el que destaca una apoteosis final donde interpretan un patriótico dúo en medio de un enorme despliegue de batas de cola y trajes baturros, los atavíos regionales más utilizados por el cine folklórico español a lo largo de su historia. "La maja del Capote" sería a decir de muchos su película mejor acabada. Al igual que la contemporánea "Goyescas" (1942), interpretada por Imperio Argentina para la cual Estrellita fue propuesta como protagonista inicial, se inspira en el Madrid dieciochesco y narra los amores de la tonadillera Mari Blanca con el torero Pepe Hillo. El filme tuvo una buena acogida, pero irónicamente se convertiría en su última aparición protagonista en la pantalla. No están muy claros los motivos por los que la artista decide dejar de hacer cine, posiblemente la irrupción de nuevas figuras del cine y la canción durante los años cuarenta relegaron a un segundo puesto a las estrellas de ayer, convirtiéndose en las nuevas favoritas del público. De este modo Juanita Reina, Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico, entre otras, heredarían el trono del cine folklórico nacional... (continuará)
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