Tras el fracaso económico y artístico que supuso “La Tirana”
(1958), Juan de Orduña se embarca como productor y director en este nuevo
proyecto musical ambientado en la época gloriosa de la Zarzuela y que se
publicitaría como “la película hermana de El último cuplé”, aludiendo directamente
al tono e intenciones del filme que presenta no pocos paralelismos con éste,
tanto es así que incluso se contó con el mismo equipo de guionistas y parte del
elenco actoral del anterior. La obsesión por repetir el éxito de “El último
cuplé” fue una constante en la carrera del realizador madrileño y de la
industria, buscando a lo largo de los años distintas fórmulas de replicarlo sin
conseguirlo. La película se ambienta en el Madrid de inicios del siglo XX,
centrándose en la historia sentimental y artística de una cantante lírica
interpretada por la excelente soprano Ana María Olaria. Aunque los amores de la
protagonista están revestidos de un carácter moral que desproveen al argumento
de la pasión y erotismo de “El último cuplé”, que hacen que la historia
presente menos interés desenvolviéndose por los terrenos del sacrificio y el
folletín novelero.
Laura Gayan (Olaria) es una aspirante a cantante, cuyo deseo
es debutar en la ópera como figura del Teatro Real de Madrid. Ella es hija del
portero de la mansión de Carlos, Conde de San Telmo (Armando Calvo), de quién
está secretamente enamorada, aunque este ni siquiera sabe de su existencia. Sin
embargo, una noche de fiesta se emborracha y es deshonrada por Esteban (José
Moreno) un compañero de conservatorio que se convierte en su esposo a pesar de
que ella no siente ningún afecto sentimental por él. Con la ayuda de su profesora
de canto (Mª Fernanda Ladrón de Guevara), Laura debuta en el Teatro Apolo
convirtiéndose en una de sus principales tiples, formando dúo con Esteban. El
carácter disipado e infiel de éste, unido a la ausencia de auténtico amor en
sus relaciones hacen que el matrimonio entre en una profunda crisis sin
retorno, mientras los sentimientos de Laura crecen en silencio por Carlos, que
comienza a interesarse por ella sin saber inicialmente que era la hija de su
sirviente en el palacio. Carlos es aficionado a la zarzuela y no pierde ocasión
de cantar con la artista en la función benéfica que organiza en su casa
despertando los celos de Esteban, que se fuga con la “Niña Pancha” (Ninón
Sevilla), una cupletista cubana que conocía de sus correrías juveniles. Abandonada
por su esposo, Laura se refugia en la religión y el amor platónico que siente
por Carlos. Esteban es arrestado por el robo de las joyas de la “Niña Pancha”,
muriendo a manos de la guardia civil al intentar fugarse, mientras que Laura
resulta herida en el atentado contra los Reyes de España que un anarquista
lleva a cabo durante la celebración del enlace de Alfonso XIII y María Cristina.
Años más tarde Laura, retirada del mundo artístico, vive en el molino de su
padre en la Mancha donde acude Carlos con su antigua profesora de canto para
ofrecerla regresar a la escena con la opereta “Molinos de Viento”, la pareja se
une para siempre a los acordes del romántico dúo de la obra de Pablo Luna. Un
final feliz en compensación al piadoso y romántico carácter de la protagonista. Como puede verse la música es el principal hilo conductor de
la historia, siendo utilizada como en “El último cuplé” para resaltar o apoyar
los sentimientos y situaciones del argumento, haciendo que los personajes
cuenten a través de los distintos fragmentos lo que están pensando o sintiendo
en cada momento, un recurso muy manido en el musical español que intenta dar
coherencia y unificar la extensa antología que se presenta a lo largo de las
casi dos horas de duración del filme. Nada menos que veinticuatro temas
salpican la historia, la mayoría de ellos interpretados por su protagonista,
entre los que se incluyen dúos y romanzas de ”La Revoltosa”, “El cabo primero”,
“El dúo de la Africana”, “Chateau Margaux”, “Agua, azucarillos y aguardiente”,
“El Señor Joaquín”, “La Gran Vía”, “Lucia de Lammermoor” y un largo etcétera,
todos ellos sobradamente conocidos por el gran público y principal atractivo
comercial de la película. Inicialmente Orduña pensó en Carmen Sevilla, doblada en los
cantables, como protagonista. La estrella cobraría un caché de millón y medio
de pesetas por su participación, aunque se caería tempranamente del proyecto
siendo reemplazada por la soprano lírico-ligera Ana María Olaria. Olaria
provenía de una familia de artistas, su padre y mentor era barítono y su
hermano el cantante melódico Tito Mora. Aunque no tenía ninguna experiencia
cinematográfica a excepción de un pequeño papel en la película “La guitarra de
Gardel” (1948), se encontraba en la cumbre de su carrera como cantante tras sus
éxitos en “Lucia de Lamermoor”, “La Bohème”, “El Barbero de Sevilla” o
“Rigoletto”. En 1956 obtuvo un resonante triunfo junto a Alfredo Kraus cantando
“Doña Francisquita” en la reapertura del Teatro de la Zarzuela, lo que unido a
una serie de grabaciones discográficas la posicionó como una de las figuras más
relevantes del género en los años cincuenta. Unía a su excelente voz, de una
coloratura brillante con limpísimos agudos, una figura y rostro atractivos, lo
que haría sin duda que Orduña, gran melómano y aficionado a la ópera y zarzuela,
la eligiese para protagonizar la película. A pesar de su inexperiencia en el
medio, la artista desempeña su papel con singular eficacia destacando
principalmente en la parte musical, lo que le haría obtener un premio especial del
Círculo de Escritores Cinematográficos a la mejor actriz lírica por su
participación en el filme. Sin embargo no volvería a intervenir en ningún otro
título, centrando su actividad en la escena y la televisión hasta su temprana
retirada en 1965 al contraer matrimonio, para dedicarse mucho tiempo después a
la enseñanza vocal en la Escuela Superior de Canto de Madrid.
El galán Armando Calvo, en sustitución del inicialmente
previsto Gustavo Rojo, interpreta a Carlos, Conde de San Telmo e interés
amoroso de la protagonista, siendo doblado en los números musicales por el
célebre barítono Luis Sagi Vela. El actor se encontraba por entonces
desarrollando su carrera a caballo entre España y México, lo que favorecía la
comercialización de la película en Latinoamérica dónde se estrenaría con el
título “Zarzuela 1900”. Además contaba con el reciente éxito de “El último
cuplé” que había protagonizado junto a Sara Montiel. El apuesto José Moreno,
doblado por Tomás Alvarez en los cantables, se hace cargo del rol de Esteban,
el esposo infiel que engaña a la dulce Laura con la sensual Ninón Sevilla como
“Niña Pancha”, representando esta última el ambiente populachero y disipado de
los cafés cantantes, frente al mundo más culto y tradicional de la Zarzuela escénica.
Moreno, se había convertido en uno de los actores favoritos de Orduña
apareciendo prácticamente en todas sus películas a partir “El último cuplé”,
donde había interpretado al primer amor de la Montiel. Manolo Zarzo y Charito
Maldonado como Esteban y Manuela, amigos de juventud de Laura, serían la pareja
cómica al más puro estilo del género chico. Mª Fernanda Ladrón de Guevara da
solidez al personaje de Doña Lola, la profesora de canto y protectora en los
amores de la pareja protagonista. En otros papeles destacados aparecen Irene
Daina, Emilio Vendrell, Carmen Porcel, Manuel Arbó e incluso en una breve
intervención cantando a dúo con Ninón Sevilla una no acreditada Olga Guillot.
El coste de la producción rondaría los nueve millones y
medio de pesetas de la época, un presupuesto muy por encima de la media de
inversión en los rodajes españoles de su tiempo, lo que se plasmaría en los
excelentes decorados y vestuario que luce el filme. Sin embargo este esforzado
intento de Orduña por conseguir un éxito multitudinario no tendría los
resultados esperados. Aunque la película no tuvo una mala comercialización,
disto mucho de recuperar una inversión tan elevada, cosa que de entrada ya se
antojaba complicado, a pesar del llamamiento a la nostalgia y el prestigio del
realizador en el género en aquellos momentos. Aunque la dirección artística es
magnífica y está cuidada con detalle, da la sensación de estar por encima del
propio argumento y canibalizándolo en muchos momentos, haciendo que algunas
situaciones queden mal resueltas o resulten demasiado previsibles para suscitar
el interés necesario. Por otro lado falta una protagonista de mayor carisma, ya
que aunque Ana María Olaria cumple bien con su cometido, el personaje no tiene
fuerza e interés más allá de la banda sonora que lo acompaña. Y, por último, el
intento de repetir el esquema de “El último cuplé”, historia sobre el ascenso y
caída de una cantante salpicado de una antología de temas famosos, tampoco
benefició a la carrera de la película ya que en la comparación salía muy mal
parada, entre otras cosas porque la fórmula resultaba repetitiva en exceso no
generando de lejos la misma mitomanía a pesar de tener una factura final mucho
más cuidada. Aun así tiene ese aire popular que Orduña sabía imprimir a su cine
y que sigue funcionando entre amantes del musical español clásico, si algo no
puede dudarse es que el realizador tenía un olfato especial para conocer los
gustos del público, algo que funcionaba mejor cuanto menos “académico” se ponía
en el resultado. La crítica acogió el estreno de forma bastante tibia, alabando
en general el talento y voz de Ana María Olaria y el acabado de producción y
poco más.
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