Es bien sabido que nadie creía en las posibilidades de este
folletín musical con la historia del cuplé como trasfondo argumental. El género
había tenido su época de esplendor en los felices años veinte, pero en los
cincuenta era prácticamente un desconocido para la mayoría del gran público, un
aire nostálgico rescatado en la radio a través del programa “Aquellos tiempos
del cuplé” en la voz de una jovencita llamada Lilian de Celis. En tales
circunstancias Juan de Orduña se decide a producir el filme, pero la falta de
solvencia para abordar el proyecto en solitario le haría ir por todas las
productoras de ese tiempo buscando la financiación necesaria. Una primera aproximación
le llevaría hasta Italia, intentando llevar a cabo la película en coproducción
con la empresa Almo Film, que pondría el 30% del presupuesto total y el
concurso de cinco actores italianos. Pero dichas negociaciones no llegarían a
fructificar. Sería finalmente Cifesa, con la que el realizador tenía en ese
momento un litigio por impago de los últimos trabajos que había realizado para
esta casa, quién prestaría la suma de 3.500.000 de pesetas para poder llevar a
cabo el proyecto a cambio de la distribución de la película en todo el
territorio nacional, Marruecos y Tánger, haciendo una fortuna ante el
inesperado éxito de la cinta que ayudaría a la empresa valenciana, hasta aquel
momento casi en bancarrota, a prolongar sus actividades durante unos años más. Aun
así no es cierto que Orduña se quedase sin su “parte del pastel” frente a la
fortuna comercial del filme, ya que él tenía los derechos de exhibición en el
resto del mundo, donde la cinta triunfó de manera incondicional, especialmente
en Europa y Latinoamérica.
El argumento debido a José Mª Arozamena y Arturo Mas Guindal
contaba con todos los tópicos del melodrama más tradicional, sentando muchas de
las bases de las cintas que abordarían el cine musical desde entonces. La
película relataba la historia de una humilde muchacha que se convierte en
estrella de la canción, sus múltiples aventuras y desengaños amorosos en el
camino hacia la fama y el declive artístico y personal ante el fracaso de su
vida sentimental. Todo ello salpicado por multitud de melodías de irremediable
referencia nostálgica, que ayudaban a avanzar la historia apostillando por lo
general los sentimientos y pasiones planteados por el argumento, nada menos que
veinticuatro temas de los cuales once eran interpretados por la protagonista.
El rodaje se realizó en Barcelona, utilizándose el escenario y los coros del
Liceo para recrear algunos de los momentos musicales más aplaudidos. Como no
podía ser de otro modo el argumento tendría no pocos problemas de censura hasta
ser aprobado. Estos se centraban en la vida licenciosa del personaje y sus
múltiples amantes, las canciones llenas de doble sentido y un conato de
suicidio de la protagonista, que desapareció por completo del guion definitivo.
También hubo de revisarse el papel de Paca, interpretado por Matilde Múñoz
Sampedro, que pasaría de ser la madre a la tía de la protagonista, ya que la
censura no consideraba moral que una madre no solo viese con displicencia la
vida amorosa de su hija en busca del éxito, sino que además le animase a ello. A
pesar de dar la aprobación a los cambios de guion, “El último cuplé” sufriría
los efectos de la doble moral imperante en la censura del momento, que
calificarían la película como “altamente peligrosa”. Juan de Orduña se
desesperó tapando escotes y muslos por temor a las tijeras del censor, por no
hablar de los famosos besos “a boca abierta” que su estrella propiciaba a sus
galanes, inéditos hasta entonces en el cine español.
Para dar vida a la protagonista, María Luján, parece ser que
Orduña tuvo conversaciones con la mitad de las estrellas musicales del momento.
Según se cuenta el realizador ofrecería el papel en primer lugar a Juanita
Reina, que lo rechazó por considerarlo demasiado atrevido para su estilo e
imagen pública. Posteriormente se pensó en Imperio Argentina y Carmen Sevilla,
aunque ambas rechazaron la oferta seguramente por desconfianza en la solvencia
económica que Orduña les generaba en aquel momento. Entre tantas y tan diversas
conjeturas lo cierto es que el realizador había tenido un primer contacto con
Sara Montiel en 1955, cuando el representante de esta Enrique Herreros había
hablado del proyecto con la actriz manchega aprovechando un viaje de la misma a
España con su madre para visitar a su familia, ya que por entonces Sara residía
en Hollywood donde iniciaba su breve pero provechoso periplo americano, del que
resultarían títulos como “Veracruz”, “Dos pasiones y un amor” (Serenade) y
“Yuma”. En aquella ocasión no pudo reunirse la financiación necesaria y Sara
regresa a Estados Unidos. Unos meses más tarde cuando el rodaje está en
condiciones de comenzar, es requerida por Enrique Herreros, aunque tiene que
pagarse el pasaje hasta Madrid ya que el presupuesto conseguido por Orduña es
el justo para realizar la película. En septiembre de 1956 con un presupuesto superior
a los ocho millones de pesetas, da comienzo el rodaje de “El último cuplé”.
La banda sonora sería sin duda el plato fuerte del filme,
para lo cual además de la artista titular, fueron contratados diversos cantantes,
destacando la presencia de Carmen Flores en la versión de la “La Cruz de Mayo”,
en el que también participa el ballet de Lola Flores que visitaría el rodaje
aprovechando su estancia en la ciudad Condal con su espectáculo de arte
español. La artista jerezana sería una de las primeras en vaticinar el éxito de
la cinta en uno de los pases privados que se concedieron antes del estreno. Sara
daría vida a la protagonista, pero no sería ella quién interpretase los cuplés
de la película ya que era una desconocida para el público en este sentido y la
música era una de las bazas fundamentales de la cinta, para lo cual
querían contar con una cantante conocida que asegurase la comercialización del
filme. El nombre de la artista prevista para grabar inicialmente las canciones
siempre ha permanecido en el misterio. Hay fuentes que citan a Concha Piquer, otras
a Lilian de Celis, que triunfaba en la radio con el programa sobre el cuplé
anteriormente citado. Sea como fuere la cantante prevista se presentó en el
estudio reclamando el cheque con sus honorarios antes de empezar a grabar los
temas y al no ver satisfecha su demanda dejó plantada a orquesta y técnicos,
por lo que Orduña se arriesga haciendo que sea la propia Sara quien ponga voz a
los temas de la cinta. Hay quién dice que esta anécdota forma solo parte de la
mitología generada en torno a la película alimentada por su propia estrella. Rafael
Nieto Jiménez, autor del libro sobre Juan de Orduña, comenta que el director de
producción Fortunato Bernal aseguraba que, si bien el realizador tenía
intención de contratar a Imperio Argentina o Concha Piquer para grabar los
playblack del filme, decidió desde antes del inicio sustituirlas por Sara ante
el elevado caché solicitado por ambas artistas. Lo que sí parece ser cierto es
que la casa de discos Columbia accedería a regañadientes, advirtiendo a la
artista que no le pagarían nada por su trabajo como cantante, en todo caso un
porcentaje sobre las ventas, pensando que la banda sonora apenas tendría
repercusión. Sin embargo este trato haría millonaria a la Montiel tras el éxito
de la cinta, mientras que la discográfica se arrepentía de no haber llegado a
un acuerdo económico con ella, cosa que hubiera sido mucho más rentable para la
compañía.
Otra leyenda que parece sobrevolar sobre la producción es la
de la falta de presupuesto. Sara siempre comentó que las condiciones en que se
desarrolló el rodaje fueron bastante paupérrimas. Vestidos de papel,
imposibilidad de repetir planos, ni visionados sobre lo filmado para realizar
correcciones y continúas paralizaciones por falta de celuloide. Pero una vez
más algunos de los artífices del filme recuerdan que Orduña contaba con todo el
presupuesto necesario a la hora de dar la primera vuelta de manivela y si bien
no era un presupuesto holgado nunca llegó a interferir de manera importante en
la planificación de la cinta. La Montiel venía de rodar en los estudios
americanos donde la financiación de una película no era ningún problema y
seguramente el choque con la realidad de las producciones españolas del
momento, mucho más limitadas, generó la idea que siempre se ha manifestado
sobre el filme. Esta situación fue la que hizo que la artista regresase a EEUU
terminado el rodaje sin nostalgia alguna, lo único que recordaba del filme era
las limitaciones con que fue rodada, sin embargo su carrera estaba a punto de
cambiar para siempre.
Estrenada en el cine Rialto de Madrid para cubrir la cuota
de pantalla que exigía la exhibición de dos películas españolas por una
americana, la cinta se convierte en un éxito sin precedentes, desatando la
locura del cuplé. Aquella temporada la expectación giraba en torno a la
película “Fantasía” (1942) de Walt Disney, pero el triunfo clamoroso hace que
la película permanezca casi un año en el local de estreno, mientras que
“Fantasía” ha de pasar a proyectarse en otro local, convirtiendo a Sara Montiel
de la noche a la mañana, en la mayor estrella de la época, alcanzando un
estatus a nivel internacional que hasta entonces solo había ostentado la gran
Imperio Argentina. La belleza y erotismo de la actriz, su manera de
interpretar, de gesticular, de cantar las viejas canciones llenas de doble
sentido hipnotizaron a un público que acudía una y otra vez a ver la película.
Se cuenta que los mismos que salían de verla por la tarde se ponían en la cola
para sacar entradas en el pase de noche, generando un “boom” comercial que se
repetiría en casi todo el mundo, convirtiéndolo en el filme más taquillero de
nuestro cine durante años.
Sin embargo la estrella no pudo asistir al estreno al
encontrarse en Los Ángeles donde había contraído matrimonio con el director de
cine Anthony Mann. Es su representante en España, Enrique Herreros, quién le
pone al corriente del arrebatador triunfo y de su propio éxito personal con un
telegrama en el que escribe “La Sissi del año 57 se llama Sara Montiel”. Unas semanas
después del estreno Sara llegó a España en honor de multitudes, había nacido
una estrella, un personaje que con pocas alteraciones argumentales seguiría su
estela de éxitos en el cine durante dos décadas. Las casas de discos, que no
habían dado por ella un duro como cantante, se disputaban sus servicios, los
productores empezaron a hacerle ofertas multimillonarias, cobrando por cada
nuevo proyecto un sonado millón de dólares, unos veintiocho millones de pesetas
de la época al cambio.
La presencia de la Montiel en la película es superlativa y
Orduña sabe sacar de ello un magnífico partido, resaltando los aspectos más
exagerados de su personalidad de modo que el resto del reparto se mueve a la
alargada sombra de la estrella. Armando Calvo, sería Juan Contreras el empresario
que lanza a la fama a María y eterno enamorado de la cupletista y la mujer. El
actor vivía a caballo entre España y México, donde como la propia Sara se había
convertido en un actor enormemente popular con una fructífera carrera a sus
espaldas. El torero Enrique Vera desempeña el rol del novillero Pepe Molina, quien
a pesar de sus evidentes limitaciones interpretativas conocería una breve
trayectoria en películas de corte taurino como “Tarde de toros” (1955) o “El
niño de las monjas” (1958). Un jovencísimo José Moreno, interpretaría a Cándido
el novio de juventud de la Luján, a cuyo amor renuncia por el éxito en la escena.
Este sería el primer papel significativo de un actor que en adelante aparecería
en la práctica totalidad de filmes de Orduña como uno de sus intérpretes
favoritos. La excelente característica Matilde Muñoz Sampedro, madre del
director Juan Antonio Bardem, realiza un trabajo inolvidable como la castiza y
ocurrente “tía Paca”. El reparto se completaba con Beni Moreno, Laly del Amo,
Julita Martínez, Aurora García Alonso, Antonio Durán y Alfredo Mayo.
El éxito de la película provoca un aluvión de reconocimientos
empezando por la concesión de la categoría 1ª A que permitía la exportación
abierta de la cinta, algo que fue concedido a regañadientes por la junta de
censura ante la relevancia popular que despertó, por lo que se le asignaron
3.204.000 que correspondían al 40% del coste total. Las recompensas al filme se
ampliarían con el primer premio del Sindicato Nacional del Espectáculo, que
también premió la fotografía en color de José Aguayo, además del de mejor
figuración. Su protagonista obtuvo los premios como mejor actriz del Círculo de
Escritores Cinematográficos, el Fotogramas de Plata y el San Jorge concedido
por Radio Nacional de España.
El impacto del filme y del personaje de Sara serían tan
grandes que todo el cine de la época se mueve a su compás, provocando una
masiva producción de películas ambientadas en la “Belle Epoque que junto con el
resto de los vehículos de la Montiel llevarían el género hasta la saturación.
El propio Orduña intenta repetir el éxito con “Música de ayer” que se anuncia
como “la película hermana de El último cuplé”, trasladando la historia al mundo
de la Zarzuela de principios del siglo XX. Estrellas de la canción como Marujita
Díaz, Nati Mistral, Imperio Argentina o Mikaela incorporan los viejos cuplés a
su repertorio como forma de sumarse al furor de la nueva moda. Hasta la
mismísima Lola Flores, entona “a su manera” el cuplé “Ana” en una colaboración
en “Las de Caín” en 1957. De este modo la copla, que había reemplazado al cuplé
en los años treinta es a su vez sustituida por el regreso de la nostalgia y
picardía de tiempos pasados, terminando con el reinado del cine folclórico.
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