lunes, 22 de julio de 2019

Juanita Reina... "Estrella de Cine" (2ª parte)


Su siguiente película resultaría decisiva en su carrera, por lo que supone el encuentro con el director que mejor supo sacar partido de sus posibilidades ante la cámara y la convirtió en estrella de cine, Juan de Orduña.  En “Serenata española” (1946) la artista da un giro al tipo de papeles que venía realizando, pasando a representar la imagen del romanticismo decimonónico, muy en la línea del cine de Orduña en aquella época. Con este título se pretendía dotar al género folclórico de cierto empaque narrando la vida de Isaac Albéniz y la gitana que con su apasionado amor inspira la obra del compositor. Juanita aparecía bellísima luciendo el miriñaque y la mantilla en medio del esplendor de lujosos salones de cartón piedra, recreados con todo detalle. Este cambio de registro gustó al público y fue decisivo en el éxito de sus siguientes trabajos a las órdenes del realizador madrileño.


A las órdenes de Orduña se mete en la piel de “La Lola se va a los puertos” (1947), basada en la obra de los Machado, que marcaría el cenit de su carrera cinematográfica. A pesar del inconveniente de la edad, ya que interpreta a una mujer entrada en la cuarentena cuando la artista contaba apenas 22 años, la identificación de Juanita con el personaje es absoluta y el realizador la rodea de una aureola mítica, casi mágica, que convierte a “La Lola” en un símbolo de la copla errante a través de la renuncia amorosa en una escena final antológica, en la que el rostro apesadumbrado de la estrella se va fundiendo con las olas del mar entonando la copla “Una Cantaora”, mientras una voz en off, el propio Orduña, recita los inmortales versos de los Machado:

                              Sevillanas,

                              Chuflas, tientos, marianas,

                              Tarantas, tonás, livianas…

                              Peteneras,

                              Soleares, soleariyas,

                              Martinetes, carceleras…

                              Malagueñas, granadinas.

                              Todo el cante de Levante,

                              Todo el cante de las Minas,

                              Todo el cante…

                              Ni una, ni uno, cantaora o cantaor,

                              -ni los vivos, ni los muertos-

                              Cantó una copla mejor

                              Que la Lola.

                              Esa que se va a los Puertos

                              Dejando la Isla sola.




Tras esta alentadora experiencia, de la que también sería en parte productora, la estrella sigue encadenando éxitos en escena con espectáculos del corte de “Solera de España”, que presentó durante varias temporadas con distinta numeración e idéntico título, en los cuales iría estrenando algunas de sus más célebres creaciones, como el pasodoble “Francisco Alegre” que se incluía en la Banda Sonora de “La Lola se va a los puertos”, en una escena que destaca por su inteligente montaje, ayudando a avanzar el argumento yuxtaponiendo las imágenes que cuenta la historia al compás del conocido pasodoble.


Juan de Orduña vuelve a dirigirla por tercera vez consecutiva en “Vendaval” (1949), cuyo argumento se desarrolla durante el reinado de Isabel II y las revueltas de este convulso período histórico, aunque la trama carga más las tintas en las pasiones amorosas que en los hechos históricos, aligerando la carga política de la cinta y resaltando el romanticismo de esta. Con todo quedó una película entretenida en la que aparte del empaque de los miriñaques de Juanita y la interpretación de Myriam Day como la castiza Isabel II, quedó para el recuerdo la imperecedera zambra “Y… sin embargo, te quiero”, una de sus mejores y más exigentes interpretaciones musicales, que se convertiría en seña de identidad de su repertorio artístico.


En 1951 rueda el drama histórico “Lola, la Piconera”, basado en la obra de José Mª Pemán “Cuando las Cortes de Cádiz”, que se convertiría en otro de sus hitos cinematográficos. Dirigida por Luis Lucia y arropada por un reparto que incluía algunos de los mejores profesionales de la época, Juanita estuvo una vez más soberbia como la cantaora gaditana que entre copla y copla entrega su vida en la lucha contra las tropas napoleónicas. Un despliegue espectacular de medios, grandiosos decorados que reproducían el Cádiz de la época en el estudio y un ramillete de magnificas canciones hicieron de la película un enorme éxito, uno de los últimos de la productora Cifesa. La película aprovechaba el filón del cine histórico tan de moda en aquellos años y que había obtenido sus mayores triunfos en producciones como “Locura de amor” (1948) o “Agustina de Aragón” (1950), que se desarrollaba, como ésta, en la época de la guerra contra el invasor francés. Sin un cañón que la amparase, como a la heroína de “El sitio de Zaragoza”, Juanita se enfrentó al ejército de Napoleón sin más armas que la potencia de su voz privilegiada, entonando media docena de coplas entre las que figuran, además de la que da título a la película, algunas de sus creaciones más representativas, como la zambra “Callejuela sin salida”, la marcha “Como dos barquitos” o el pasacalle “Con las bombas que tiran”, que forman parte de lo más recordado del filme. Su muerte en “aras de la patria”, la hacía ingresar en la inmortalidad en los planos finales de la película, como sucediese años atrás en la secuencia de “La Lola se va a los puertos”, mitificando la figura de la cantaora… (continuará).



jueves, 18 de julio de 2019

"El pescador de coplas" (1953) de Antonio del Amo


Este filme fue concebido como lanzamiento cinematográfico del “Divo de la canción española” Antonio Molina y como tal se anunció en los títulos de crédito y en la publicidad pagada de la cinta. Antonio Molina había debutado un año antes en el cine con un cortometraje titulado “El macetero” (1952) donde cantaba un pregón que sería uno de sus primeros éxitos, este tipo de cortos eran el medio empleado por entonces para ver como un artista daba en cámara y para medir sus posibilidades en la pantalla. En poco tiempo, en virtud de sus condiciones vocales y peculiar estilo, se convirtió en uno de los cantantes más populares de su tiempo y en una de las voces masculinas más importantes de la canción española, lo que propició su temprana traslación al cine. Con el fin de reforzar la parte interpretativa se rodeó al protagonista de un magnífico plantel de actores en medio de una historia amable pero eficaz, en la que se daba rienda suelta a todos los tópicos de este tipo de cine. Los exteriores de la película fueron rodados en San Lúcar de Barrameda (Cádiz).



La historia giraba en torno a una humilde familia de pescadores, los enredos amorosos de la hermana mayor interpretada con donaire por Marujita Díaz y el triunfo clamoroso de Molina como cantante en Madrid al final de la película. Tony Leblanc, Manuel Monroy, Manolo Zarzo y Vicente Parra, en una de sus primeras intervenciones en el cine, acompañan el arte y gracejo de la pareja protagonista, que se luce sobradamente interpretando una decena de canciones para deleite de sus seguidores. Si bien es cierto que en su primera aparición en la pantalla Antonio Molina se dedica poco menos que a mostrar las facultades de una voz privilegiada de imposibles falsetes, Marujita Díaz se muestra sumamente eficaz como actriz en uno de los mejores papeles de su primera etapa cinematográfica antes de convertirse en estrella y servirse espectáculos a su medida en ocasiones con poco criterio y dudoso gusto. Aquí le toca en suerte el mejor número de la película, unas bulerías en las que la cámara avanza la acción al compás del baile y la voz de la artista sevillana, en una escena auténticamente musical magníficamente filmada por Antonio del Amo, quién a pesar de que aceptó esta cinta como un mero trabajo de encargo y poca ilusión, consiguió convertirla en una pequeña joya costumbrista. Precisamente su falta de pretensiones es lo que coloca este filme por encima de otras producciones de mayor presupuesto y ambición, haciendo que tanto su parte cómica como musical funcionen trasmitiendo un dinamismo que hace se la siga viendo con simpatía. 



La escena final de la película en la que Molina entona un sentimental “Adiós a España” en el barco que le llevará a América, mientras multitud de barquitos pesqueros con el resto de protagonistas a bordo se despiden de él rodeando el trasatlántico, es antológica y ha quedado como uno de los mejores ejemplos de cine popular de la época. Esta escena tendría a la postre un trasfondo real para el protagonista, ya que dos días después de su rodaje Molina saldría rumbo a tierras americanas para realizar su primera gira por este Continente.
Con todos estos ingredientes la película estaba destinada a gustar… Y así fue, convirtiéndose en un importante éxito comercial, de manera especial en toda Andalucía donde se alzó como una de las cintas más populares de los años cincuenta. Vicente Parra contaba años después en una entrevista para televisión, que la copia de la cinta tenía que ser escoltada por la Guardia Civil de un pueblo a otro para evitar que el cine de turno se la quedase por más tiempo y pudiera pasar al siguiente lugar donde había sido contratada. El triunfo obtenido ofreció a Molina la posibilidad de desarrollar una breve pero interesante carrera en la pantalla.





viernes, 12 de julio de 2019

Lola Flores... Mito y leyenda (final)



En los años 70 comienza a producirse una inevitable y necesaria transformación en la sociedad española, que trae consigo una disrupción con las fórmulas del pasado en un intento de salir del largo letargo al que el país había sido sometido durante una dictadura que estaba ya dando sus últimos estertores. Con la intención de adaptarse a las nuevas corrientes Lola hizo avances para obtener los papeles protagonistas de  "No es bueno que el hombre esté solo" (1972) y "La noche de los cien pájaros" (1976), dos títulos que de algún modo venían representando un nuevo modo de hacer cine tanto en estética como en temática, sin embargo ambas películas fueron a parar a manos de su amiga Carmen Sevilla que estaba relanzando su carrera con un cambio de imagen decididamente atrevido. "La Faraona" se quejaba de no tener amigos en el cine que le ofreciesen buenos papeles como actriz, aunque es cierto que tanto su físico racial como su personalidad se encontraban menos cercanos que el de otras actrices de su generación a las necesidades de cambio del nuevo cine español, amen de que Lola era la máxima representante de un folklóre por aquel entonces equivocadamente obsoleto de cara a las nuevas generaciones. A falta de mejores oportunidades protagonizaría una comedia de enredos típica de aquellos años titulada "Casa Flora" (1972) dirigida por Ramón Fdez, donde rozó la genialidad en dos números inolvidables, el trabalenguas "Como me las maravillaría yo" y un alucinante tanguillo telefónico interpretado al alimón con una no menos genial Estrellita Castro, ya prácticamente retirada de toda actividad artística y que se alzaría como lo mejor de un filme simplemente discreto.



Con "El asesino no está solo" (1973) intentó de nuevo un cambio de imagen, que no interesó ni a crítica, ni a público, que huyó en desbandada de las salas donde se proyectó aquel título, del que su director Jesús García de Dueñas relegó alegando que la presencia de la artista le había sido impuesta por los productores de la cinta, retrasando posteriormente su estreno porque Lola había dejado de ser rentable en el cine. En adelante limitó sus intervenciones a galas en salas de fiesta y televisión confirmando que el poderío de su arte y la fuerza de su presencia en directo seguían intactos. A la par iniciaba una dura y ardua lucha contra un cáncer de mama que le había sido diagnosticado en 1972. Arropada siempre por su familia y amigos Lola dio lecciones de coraje y tesón arañando tiempo y ganando años a una enfermedad que la estaba minando por dentro sin que el gran público lo notase hasta el final.



Regresaría a las pantallas en 1983 con la película "Truhanes" (1983) de Miguel Hermoso, parece ser que por recomendación de su amigo Paco Rabal protagonista del filme. En ella pudo Lola dar por fin la medida de su talento como actriz, al que tanto se había referido a lo largo de los años sin que ningún productor hiciera demasiado caso. Reafirmo sus posibilidades en este sentido con su intervención en "Los invitados" (1985) de Víctor Barrera, donde la artista ofrecía una interpretación llena de fuerza, desprovista de todo glamour, demostrando que las quejas esgrimidas a lo largo de su carrera sobre el desaprovechamiento de sus facultades dramáticas no eran tan descabelladas como muchos hubieran podido pensar y que ella confirmó en su personaje de la serie televisiva "Juncal" (1989) de nuevo junto a Paco Rabal como el torero buscavidas del título. Entre ambos títulos participó en el bodrio "Juana, la loca... de vez en cuando" (1983), película alimenticia completamente olvidable por más que en personaje de Isabel la Católica Lola diera todo un recital de ironía y cómplice comicidad con su público de siempre.



En 1987 protagonizó un sonado escándalo al ser demandada por Hacienda por la cantidad de cuatrocientos millones de pesetas por fraude fiscal. España entera asistió al insólito juicio de uno de sus ídolos nacionales a la par que la prensa sensacionalista se cebaba en presentar todos los aspectos de esta condena ejemplar. Finalmente Lola fue sancionada con una multa de cincuenta y dos millones y el reintegro de los impuestos no declarados durante los años 1981 a 1985. A a par que se la sometía a un injusto escarnio público con el cual se pretendía concienciar a la población de la necesidad de cumplir con sus obligaciones fiscales, surgieron los primeros homenajes a la "Lola eterna. El más sonado sería el que se le tributó en la ciudad de Miami en 1990 donde participó una representación de lo más granado de los artistas hispanos del momento, Raphael, Julio Iglesias, Rocío Jurado, "El Puma", Olga Guillot y Celia Cruz entre otros, además de la familia Flores al completo.



Su última aparición en el cine español se produjo en 1992 con el documental de Carlos Saura "Sevillanas", en la que aparecía ya en calidad de mito viviente imprimiendo  un magnetismo escalofriante a su baile, confirmando que como artista nunca de dejó de sorprender y dar lo mejor de sí misma. Una vez más la televisión le ofreció un lugar en el afecto del público al ser contratada por Antena 3 y Televisión española para sendos programas junto a su hija Lolita, "Sabor a Lolas" (1992) y "¡Ay, Lola, Lolita, Lola!" (1995) que supondría su última aparición ante las cámaras, donde una Lola desgastada y cansada aún daba lecciones de vitalidad presentando resistencia a la enfermedad que terminaría con su vida.



Apenas dos semanas después de rodar su último programa moría en su casa de la madrileña urbanización de La Moraleja "El Lerele", un 16 de Mayo de 1995. Su muerte causó gran conmoción y fue motivo de duelo nacional. El país entero se vistió de luto ante la desaparición de uno de sus mitos. Por la capilla ardiente expuesta en el teatro Colón de Madrid desfiló todo un cortejo de personajes públicos y artistas de antes y después, ya que Lola era un personaje muy querido por las nuevas generaciones para las que siempre tenía el consejo en los labios como un arma apunto. Mientras, en la calle, las colas de admiradores y curiosos en general se hacían interminables, como postrer homenaje del pueblo a su "Lola de España", reflejo de las virtudes y defectos de una época superada.



Dejó como testimonio una serie de televisión de carácter autobiográfico, rodada unos meses antes de su fallecimiento por Luis Sanz, uno de sus grandes amigos y representante durante muchos años. cuyo título "Coraje de Vivir" ha quedado como emblema de la personalidad y la fuerza de una artista irrepetible. Hoy día casi 25 años después de su muerte, Lola sigue siendo recordada como esa fuerza incombustible de la naturaleza que lleno con su baile y canciones la vida de un país que se quedó un poco más huérfano de arte e inspiración naturales con su partida, cualidades que le hicieron ingresar por derecho propio en el Olimpo de los inmortales.



domingo, 7 de julio de 2019

Coplas inmortales... "La Parrala" (Rafael de León, Xandro Valerio y Manuel Quiroga)


Estrenada por Concha Piquer dentro de su espectáculo “Gran Compañía de Arte Folclórico” en 1940, esta poderosa copla se convertiría con el tiempo en uno de los puntales de la Canción Española y del repertorio de la artista valenciana. Tanto es así que la Piquer pidió ser enterrada con el traje que lucía en la escenificación de dicha canción. Sin embargo el tema no cuajó inicialmente con tanta fuerza. Según relató la hija de la artista, Concha Márquez Piquer, en una entrevista concedida a Radio Olé tras la muerte de su madre, inicialmente ni la historia ni la música causaron especial interés en el público, que se mantuvo bastante frío en las primeras representaciones y sería la propia Concha, segura de las posibilidades de la canción, quién la iría matizando poco a poco hasta convertirla en uno de sus mayores éxitos.


El pasodoble es una dramatización de la historia de Dolores Parrales “La Parrala”, cantaora flamenca de finales del siglo XIX, nacida en Moguer y célebre en los cafés cantantes de su tiempo. Su facilidad para dominar distintos palos del cante grande, en especial las siguiriyas y soleares, la convirtió en maestra de otros célebres “cantaores”. Su fama fue tal que llegaría a actuar por toda España y en París de la mano de su esposo el guitarrista Paco el de Lucena, uno de los maestros de la guitarra andaluza. Su mito, unido a su al parecer fuerte personalidad, daría origen a la leyenda que se cuenta en la copla que hizo popular su nombre, aunque la veracidad de la historia no está documentada en ninguna fuente, por lo que se presume más producto de la imaginería popular que de la vida real. Sin duda su temperamento liberal y desinhibido para una mujer de su tiempo, que fuera ya reflejado en coplas en vida de la artista, sumado a su belleza, generó una admiración por la figura de Dolores que se tradujo en una serie de fábulas populares de los que bebería el moguerense Xandro Valerio para inspirarse en la letra de la canción, donde mezclaba quizás en aras de la rima, las personas de Dolores y su hermana Trinidad apodada así mismo “La Parrala”.


Como no podía ser de otro modo el cine daría cuenta de este tema, impulsado por el atractivo de su historia y la popularidad de la Copla que convertía a la artista en leyenda. Sería el madrileño Edgar Neville, amante y estudioso del cante jondo, quién la llevaría por primera vez a la pantalla en el cortometraje “La Parrala” (1941), con la actriz y cantante Maruja Tomás como protagonista interpretando el ya célebre pasodoble. El argumento del corto estaba firmado por Rafael de León y Xandro Valerio, autores de la letra del pasodoble titular que situaban la trama en el famoso Café de Silverio, cuna de grandes cantaores flamencos. Diez años después, en 1951, Concha Piquer interpretaría la canción en la producción argentina “Me casé con una estrella” dirigida por Luis César Amadori  y rodada en Buenos Aires en una de las prolongadas estancias de la cantante en la capital bonaerense. Aunque se trata de una cinta modesta, nos ofrece la oportunidad impagable de ver  a la artista poniendo en escena algunas de sus más célebres creaciones en su época de máximo esplendor, como esta que nos ocupa. En 1960 el director Carlos Serrano de Osma llevaría a cabo una biografía de “La Parrala” en “La Rosa Roja” con la figura y la voz de la extraordinaria Mikaela, en la que se intentaba dar luz al mito ahondando en la visión más romántica de la historia, en la que se mezclaban personajes reales e imaginarios.


En disco sería su creadora, Concha Piquer, la primera en registrarla el mismo año de su estreno, en 1940, pero como todas las coplas del repertorio clásico, este pasodoble ha tenido multitud de versiones en la voz de artistas muy diversos. Desde las realizadas por artistas del género como Dolores Abril, Marifé de Triana, Rocío Jurado, Angelillo, El Príncipe Gitano, Carlos Cano o Concha Márquez Piquer, hasta rarezas como la interpretada por la excelente cantante porteña Libertad Lamarque, quién la grabaría en un temprano 1942 en Buenos Aires, tan solo dos años después de estamparse en disco la versión original.
En época reciente esta copla ha sido cantada entre otros por el tonadillero Carlos Vargas e incluso por el cantautor Víctor Manuel, que llevo a cabo una personalísima interpretación del tema en el disco homenaje a la Copla “Tatuaje” editado en 1999. También el cantante flamenco Guillermo Cano grabó unas bellísimas “Alegrías de la Parrala” basadas en la popular canción, en las que se incluía el estribillo de este inmortal tema.



miércoles, 3 de julio de 2019

Juanita Reina... "Reina y Señora" (1ª Parte)


Esta sevillana de serena belleza y espectacular voz fue durante muchos años soberana del cine y la canción, la única capaz de disputarle a toda una Concha Piquer el trono de la Canción Española. En la pantalla dejó al menos dos interpretaciones muy queridas, aquellas dos "Lolas", "La piconera" y "la que se fue a los puertos dejando la isla sola", creaciones ligadas por siempre a su memoria e inspiración para toda una generación de folklóricas anhelantes de imitar su estilo y replicar su éxito.



Juana Reina Castillo, nació en el sevillano barrio de "La Macarena" el 25 de Agosto de 1925. Desde muy temprana edad mostró grandes actitudes para la canción, aprendiéndose de corrido el repertorio de sus ídolos de juventud, Imperio Argentina, Estrellita Castro y Pastora Imperio, encontrándose desde el principio con la oposición de su padre, Miguel Reina, que no veía con buenos ojos la profesión de artista ni el concepto ético asociado a la misma. A pesar de las reticencias iniciales Don Miguel, viendo el formidable talento de su hija, cedió finalmente a sus inquietudes con la condición de ser él mismo quien la acompañase en todas sus actuaciones y dirigiese personalmente su carrera. Tanto es así que durante los siguientes años sería el padre quién respondiera a las preguntas de los periodistas en nombre de su hija y quién le repasase los guiones corrigiéndola fallos y falsas entonaciones antes de rodar, además de apartar a pretendientes y moscones atraídos por la belleza y popularidad de la niña, por lo que llegaría a ser conocido como "el telón de acero de Juanita Reina". 



Debutó con el espectáculo "Los Churumbeles" donde hizo popular la canción del mismo título. Dado el éxito de esta primera experiencia, su padre quiso que la carrera de su hija contase desde el principio con la baza del prestigio, recurriendo a los mejores autores de la época Quintero, León y Quiroga que escribirían para ella su siguiente espectáculo "Tabaco y Seda", con la que se dio a conocer en toda España. El éxito obtenido con sus espectáculos, sobre todo en Andalucía, hace que pronto reciba la llamada del cine. Un primer contacto con el popular Florián Rey, le brinda la oportunidad de debutar en la pantalla a las órdenes de Claudio de la Torre como protagonista de "La Blanca Paloma" (1942), adaptación de la novela de Alejandro Pérez Lugín, llevada en diversas ocasiones al cine, "La Virgen del Rocío ya entró en Triana" pensada inicialmente como vehículo de Estrellita Castro, pero que terminó realizando la artista con apenas 17 años. Juanita estuvo perfecta como "la señita Esperanza", personaje que encajaba como un guante en su estilo e imagen de señorita de buena familia, piadosa y alegre. La artista demostró sus cualidades para el cine en base a una fotogenia extraordinaria, luciéndose además en las cuatro canciones de León y Quiroga incluidas en el filme que suponían una de las bazas fuertes del mismo.




En su siguiente título "Canelita en rama" (1943) se vio escoltada nada más y nada menos que por la insigne Pastora Imperio en una de sus escasas incursiones cinematográficas. La película fue dirigida por el interesante Eduardo García Maroto, una de las personalidades más originales de nuestro cine, que en esta ocasión se vio obligado a levantar un espectáculo folklórico de encargo para lucimiento de la protagonista con todos los tópicos del género. A pesar de todo la huella cinematográfico de Maroto quedó patente en las escenas de la vendimia, rodadas con gran sabiduria y en el Fox que Juanita entona en un momento de la película con gracioso acento sevillano. Viendo lo deliciosa que resulta haciendo suyo un cantable tan alejado de su estilo da cuenta del virtuosismo de esta genial artista.



Volvería a incidir en el tema de la andaluza garbosa en "Macarena" (1944) bajo la dirección de Antonio Guzmán Merino y Luis Ligero, acompañada nada menos que por el popular cómico Miguel Ligero, que cantaba y bailaba con ella "La Ventolera", intentado emular quizás el recuerdo de otro inmortal tanguillo, "¡Échale guindas al pavo!", que el propio Ligero interpretaba al alimón con Imperio Argentina en "Morena Clara" (1936), uno de los mayores éxitos de nuestro cine. Por lo demás la película era una simpática comedia que contaba las vicisitudes y amoríos de un patio de vecinos situado en el popular barrio sevillano... (continuará)



lunes, 1 de julio de 2019

Lola Flores... Matrimonio y años 60 (5ª parte)



Al alba del 27 de Octubre de 1957 Lola contrae matrimonio en la Basílica Real del Monasterio de El Escorial con Antonio González "El pescailla". La boda fue un asunto un tanto tumultuoso ya que Antonio se encontraba casado por el rito gitano con la bailarina Dolores Amaya con la cual tenía una hija, la familia de Dolores pretendían impedir la unión por este motivo, lo que hizo que la ceremonia se oficiase prácticamente en secreto a las siete de la mañana. Los padrinos serían el productor Cesáreo González y la amiga y comadre de la artista, la actriz y cantante Paquita Rico. Superados los iniciales temores la boda se convirtió en uno de los acontecimientos sociales del año, a la que acudieron toda clase de personalidades del mundo artístico y la vida española del momento.



Del brazo de su flamante esposo se lanzó a protagonizar una película tras otra, incluyendo a Antonio en los repartos como antaño había hecho con su hermana Carmen. En 1957 ambos protagonizaron junto al galán Gustavo Rojo la segunda versión de "María de la O" dirigida por Ramón Torrado. Además de la zambra titular, original de Estrellita Castro, Lola interpretaba temas históricos de la canción española, como las creaciones de Conchita Piquer "No te mires en el río", "Dime que me quieres", "Ya no te quiero" o "Herencia gitana", junto a números propios como el celebérrimo "Lerele", su primer éxito como artista, o la rumba "El cabrerillo" interpretada al alimón con Antonio. En 1958 la propia Lola se convertiría en productora de "Venta de Vargas", una historia centrada en la época de la invasión francesa, donde la estrella en su papel de ferviente patriota en pie de guerra contra los "gabachos" intentó ofrecer un recital melodramático, aunque dado lo pueril del argumento y las situaciones una vez más solo convenció en su interpretación de las coplas "No me llames Dolores", "Venta de Vargas", "Romance de Juan Limón", "Con el vito, vito" y el tanguillo "María Belén", una de sus creaciones más soberbias. En aquel mismo año el matrimonio volvió a aparecer en la coproducción mexicana "¡Échame a mí la culpa!" (1958) junto al cantante Miguel Aceves Mejía.



Dando un respiro a su incesante actividad cinematográfica, la pareja se presentó en el teatro Calderón con el espectáculo "Luna y guitarra", donde entre otros Lola estrena el divertido tanguillo "Catalina Fdez, la lotera", que la artista bordaba dando rienda suelta a una irresistible bis cómica. En aquellos años Lola ve cumplirse otro de sus sueños con el nacimiento de su primera hija, Lolita, que sería la primera de sus tres retoños. Tanto la primogénita, como sus hermanos Antonio y Rosario, se convertirían con el paso del tiempo en artistas de gran popularidad, cada uno en su estilo y una de las grandes pasiones de la estrella que a partir de entonces se convertiría en la matriarca de uno de los clanes más famosos de la vida española.



Volvió a ponerse ante las cámaras, esta vez sin su marido, para protagonizar junto a sus compañeras de profesión y amigas Carmen Sevilla y Paquita Rico el polémico "Balcón de la luna" (1962), dirigida por Luis Saslavsky. A falta de otros méritos consiguió arrebatar con una escalofriante creación de la zambra "A tu vera", que se alzó como el número más destacable de la película. Por lo demás las tres protagonistas naufragaban en medio de un guión ridículo, donde a fuerza de intentar lucirse esclavizaron la coherencia y fluidez de las secuencias musicales, exigiendo entre otras cosas identico número de planos. Aún así la película conserva un inevitable encanto "Kitsch", especialmente el schotis que reunía a las tres estrellas en clave chulapona "¡Ay, que calor!".



Incurriría de nuevo en dos lamentables experiencias mexicanas perfectamente olvidables en un momento en que el subgénero "gitanos y charros" estaba ya dando síntomas de agotamiento, tituladas "De color moreno" (1963) y "La gitana y el charro" (1964), ambas de nuevo junto a su marido. En la última de ellas aparecería brevemente la primera hija del matrimonio, una Lolita de seis años de edad. La mediocridad de estas producciones empieza a ser alarmante, sobre todo en un momento en el que la canción española empezaba a ser relegada por los nuevos ritmos que venían empujando con fuerza. La escasa relevancia de su filmografía pone de relieve la fuerza del talento artístico de Lola, cuya continuidad cinematográfica sería inexistente de no ser por su personalidad y temperamento como artista, cualidades que siempre se alzaron por encima de los débiles y en ocasiones execrables argumentos.



Haría gala de todo su poderío en el montaje de "La guapa de Cádiz" (1966) uno de sus espectáculos más celebrados, estrenado de nuevo en el Calderón, cuna de sus mayores éxitos teatrales. En una época difícil para la Copla debido al apogeo de la música pop, Lola puso en pie un montaje modélico en su género con el que triunfó por derecho obteniendo algunas de las mejores críticas de su carrera. Sin embargo era evidente que los gustos del público estaban cambiando, cada vez era más difícil amortizar los elevados costes de los espectáculos folklóricos, por otro lado el tipo de cine que representaba había quedado anticuado a los ojos de las nuevas generaciones, lo que hizo que sus apariciones en la pantalla se fueran espaciando. A pesar de todo, ella continuó con una incesante actividad artística en salas de fiesta y televisión, que se convertirían en adelante en refugio de los viejos mitos del folklore patrio.




En 1968 intervino en una coproducción Argentina prácticamente olvidada titulada "Aventura en Hong Kong" junto al cómico Luis Sandrini y un año más tarde logró hacer realidad el sueño de recibir el premio del Sindicato Nacional del Espectáculo a la mejor actriz por su interpretación en la comedia "Una señora estupenda" (1969) dirigida por Eugenio Martín, en el que Lola realizaría un auténtico recital típicamente "Flores" que sería sin duda lo mejor de la película... (continuará)



lunes, 24 de junio de 2019

"Bambú" (1945) José Luis Sáenz de Heredia


A pesar de ser concebido como una producción de alto presupuesto y calidad “Bambú” se convirtió en el primer fracaso cinematográfico de Imperio Argentina en una carrera hasta entonces jalonada de éxitos. De este modo la fortuna comercial de la que había sido la mayor estrella de nuestro cine comenzaba a apuntar síntomas de agotamiento. No es ajeno a ello la falta de entendimiento que, al parecer, se produjo entre la temperamental artista y el director de la cinta José Luis Sáenz de Heredia y  la mala elección del personaje, ya que Imperio interpretaba a una indígena adolescente cuando la actriz contaba ya 35 años, despropósito que se veía acentuado ante la insultante juventud y belleza de su antagonista en la cinta, una casi debutante Sarita Montiel de 17 años de edad. 



Tras el éxito comercial y de crítica que supuso su anterior película “Goyescas” (1942) dirigida por Benito Perojo, Imperio Argentina se embarca en este proyecto que a priori tenía todos los elementos para resultar un nuevo triunfo en su carrera. Por un lado estaba la música de Ernesto Halffter, uno de los compositores españoles más importantes del siglo XX discípulo directo de Manuel Falla, que compuso una partitura extraordinaria que mezclaba con acierto ritmos españoles y cubanos. A la banda sonora de Halffter se sumaban canciones populares del cubano Moisés Simón autor de "El Manisero" De otro la dirección de José Luis Sáenz de Heredia, el director favorito de aquellos años y uno de los profesionales más importantes de su tiempo a cuyo compás se movía el resto de la producción española del momento. El reparto de la película era así mismo excepcional. El galán Julio Peña en la cumbre de su popularidad gracias fundamentalmente a su participación en títulos militares y las comedias blancas de Juan de Orduña. Fernando Fernán Gómez como galán cómico, que realiza una formidable interpretación equilibrando los excesos melodramáticos de la cinta. Y los magníficos secundarios Alberto Romea, José Mª Lado, Fernando Fdez de Córdoba y Julia Lajos, todos ellos actores de primerísima categoría imprescindibles en la pantalla española de aquellos tiempos. Para finalizar la breve, pero destacable intervención de una rubia y jovencísima Sarita Montiel, que iniciaba por aquel entonces su carrera, defendiendo con acierto el papel de la repipi y consentida hija del gobernador militar de la isla de Cuba.



Sin embargo todos estos elementos no bastaron para convencer al público con una historia que resultaba demasiado pretenciosa y quedaba un tanto desangelada en su resultado final, aunque hay que reconocer que la cinta no está exenta de aciertos, como corresponde a la siempre eficaz dirección de Saenz de Heredia un hombre gran conocedor de su oficio, que en esta ocasión se muestra demasiado académico para un film que hubiera necesitado un ritmo más ágil y desenfadado como corresponde a un musical. Vista hoy da la sensación de que todos los artífices de la película abordaron el proyecto con una gravedad que hizo naufragar un filme que con un tratamiento menos elitista y más popular hubiera resultado infinitamente más atractivo.



El argumento cuenta la historia de amor entre Bambú, una muchacha cubana que canta primorosamente y vende fruta por las calles de la Habana y un compositor español al que el fracaso profesional y amoroso le llevan a alistarse como soldado en la isla antillana. Allí conocerá a la muchacha surgiendo entre ambos una pasión que se verá truncada por las revueltas políticas locales que pondrán un punto final dramático al romance, momento que es aprovechado por el guion para una desmadrada apoteosis en la que cabe de todo hasta un cuerpo de baile disfrazado de indígenas teñidos entre los que se encontraba una figurante desconocida llamada Nati Mistral pintada de chocolate.



Imperio hace lo que puede con un papel bastante desdibujado que no le va en absoluto a pesar del empeño que ella pone en defenderlo con un acento que a veces resulta más andaluz que cubano, haciendo que incluso una actriz tan competente como ella salve a duras penas la función. Lo mejor de la cinta es sin duda la parte musical, tanto la orquestal como los cantables que la estrella interpreta con su calidad y buen gusto habituales, en una partitura difícil que pone a prueba su registro vocal saliendo airosa gracias sus años de estudio clásico. Su voz lírica, diáfana, llena de cadenciosa dulzura vuela sobre las notas de la banda sonora remarcando la belleza de la misma, dando cuenta de la sabiduría y talento musical de esta excepcional artista.




Como anécdota cabe comentar que, de manera incomprensible, en Italia la película llevaría por título "Lolita", utilizado seguramente con la intención de delatar su procedencia española usada como reclamo comercial para el público de aquél país. Tras la fría acogida de “Bambú” la estrella partiría rumbo a su país natal, Argentina, donde interpretaría sus siguientes títulos a las órdenes del madrileño Benito Perojo, otro de los nombres fundamentales de nuestro cine, que también se había afincado en este país buscando reactivar su carrera como director. 






viernes, 21 de junio de 2019

Carmen Sevilla... "Años 70 musa sexy y actriz" (Final)




Al comenzar la década de los setenta, la dictadura franquista daba ya síntomas de agotamiento y el gobierno intentó llevar a cabo una maniobra de tímido aperturismo que tuvo al cine como uno de sus principales escaparates. Los jóvenes directores venían empujando fuerte con otro modelo de cine muy distinto tanto en temática como en estética. Llegado este punto la continuidad cinematográfica de Carmen Sevilla parecía seguir el mismo destino que la del resto de sus compañeras de generación, que alejadas en su mayoría de la pantalla habían sido desterradas a la televisión y las salas de fiesta donde intentaban dar continuidad a sus carreras adecuando su repertorio y estilo a los nuevos tiempos que se avecinaban. Sin embargo la actriz sorprendió a propios y extraños en lo que fue una decisión arriesgada y valiente, adaptando su físico y su carrera a las necesidades del nuevo cine español.


Surgió así la imagen de una estrella adulta que sumándose a la corriente del destape intervendría en diversas comedias picantes y dramas pseudoeróticos de desigual calidad dirigidos por autores noveles con distintas inquietudes. La revelación llegaría con el filme de suspense "El techo de cristal" dirigido en 1971 por Eloy de la Iglesia, donde se hablaría de una nueva Carmen Sevilla que no solo se mostraba físicamente sino que se revelaba como una competente actriz, mostrando nuevos matices en una historia difícil con una exigencia mayor que la del género amable y desenfadado que había representado hasta el momento. Seguramente atraído en gran parte por la publicidad y el morbo generado, la película obtuvo un enorme éxito, superando el millón de espectadores y obteniendo para su protagonista el premio a la mejor actriz del Círculo de Escritores Cinematográficos e idéntico galardón otorgado por el Sindicato Nacional del Espectáculo, equivalente a los actuales premios Goya de la Academia de Cine. Esta circunstancia daría un enorme impulso a su carrera protagonizando en una línea similar títulos importantes de esa época como "Nadie oyó gritar" (1973) dirigida de nuevo por Eloy de la Iglesia, "No es bueno que el hombre esté solo" (1972) de Pedro Olea, "La Loba y la Paloma" (1974) de Gonzalo Suárez o "La cera virgen" (1972) de José Mª Forqué. Todos estos filmes tuvieron una interesante distribución fuera de nuestro país, lo que hizo que la actriz mantuviera su categoría estelar a lo largo de toda la década. 


Al mismo tiempo que se convertía en musa del nuevo cine español, explotaba una línea sexy en diversas comedias menos interesantes, pero de fácil digestión en un momento en el que el espectador español estaba ávido de pantorrillas, cuyos títulos lo dicen todo "Un adulterio decente" (1969), "El apartamento de la tentación" (1971), "Terapia al desnudo" (1975), "Nosotros los decentes" (1976) y un nutrido número de filmes similares. En aquellos años su matrimonio con Algueró estaba tocando a su fin a consecuencias de las continúas infidelidades del compositor y en palabras de la artista esta fue su forma de sentirse aún atractiva y reafirmar su autoestima como mujer. 


A pesar de su imagen cándida y tradicional, Carmen siempre demostró gran inteligencia a la hora de planificar su carrera y haciendo gala de ello decidió retirarse del cine en pleno éxito antes de que su belleza comenzara a marchitarse y de que su personaje pasara de moda. Así con la película "Rostros" (1978) de Juan Ignacio Galván, protagonizada junto al cantante Juan Pardo y a la nueva estrella erótica Bárbara Rey, dio por terminada su etapa en el cine a los 48 años de edad. Parece ser que en esta decisión influiría de manera importante la relación que la actriz había iniciado con el distribuidor Vicente Patuel, poseedor de una cadena de cines en Madrid, que en el otoño de 1985 se convertiría en su segundo marido, tras conseguir el divorcio de Algueró. 


Durante algunos años se la pudo seguir viendo en diversos espectáculos teatrales junto a figuras como Paquita Rico o Juanita Reina y estrellas incipientes de la canción como Concha Márquez Piquer y María Jiménez. A mediados de los años 80 Carmen desapareció con absoluta discreción para retirarse a vivir en el campo junto a Vicente Patuel. Nos llegaban noticias esporádicas a través de las revistas del corazón de la bucólica vida de Carmencita alejada del mundanal ruido en la finca extremeña de Herrera del Duque, que el empresario había adquirido tras la venta de sus cines.


Cuando todo el mundo daba por terminada su carrera, el gusanillo del arte volvió a tentarla en la persona de Valerio Lazarov, director a principios de los noventa de la cadena privada de televisón Tele5. En 1991 Carmen efectuaba su reaparición ante el público presentando un popular sorteo de lotería. Como antaño, obtuvo una popularidad inmensa a base de su carisma y un torrente de despistes en directo, pero sobre todo blandiendo sus mejores armas, aquellas que la hicieron acreedora del sobrenombre de "Novia de España", su ternura, simpatía, sensibilidad y capacidad de traspasar la batería para hacerse un lugar en el corazón de los espectadores. Su éxito se mantuvo intacto durante dos décadas en diferentes cadenas y programas de televisión, algunos como "Querida Carmen" (1997) pensados especialmente para ella. Ni siquiera el inesperado fallecimiento de Patuel, que la dejó desolada, fue capaz de apartarla de los focos y el cariño del público. Únicamente sería el Alzheimer el que de forma cruel apartase para siempre a la encantadora Carmen Sevilla de los ojos del espectador. En 2010 le sería diagnosticada esta triste enfermedad que venía deteriorando su imagen desde tiempo atrás desdibujando su personalidad en los caminos del recuerdo. La actriz se vio forzada a abandonar su trabajo en el espacio "Cine de Barrio", programa dedicado al cine español que venía presentando desde hacía siete años, siendo ingresada en una clínica donde tratar su estado.


Su última aparición ante las cámaras mostraba a una mujer perdida pero que al ver los objetivos de la prensa aún regalaba su sonrisa y lanzaba una pose flamenca a los periodistas. Sus admiradores queremos pensar que quizás en el túnel perdido de la memoria aún se mantenga la luz de esa estrella que la llevó a brillar alto y con fuerza recordándola quién fue... "Revoltosa", "Violetera Imperial" y sobre todo esa "Carmen de España" que hechizo con su sonrisa y encanto a todo un país y hasta el propi0 Mérimée.