Su siguiente película resultaría decisiva en su carrera, por lo que supone el encuentro con el director que mejor supo sacar partido de sus posibilidades ante la cámara y la convirtió en estrella de cine, Juan de Orduña. En “Serenata española” (1946) la artista da un giro al tipo de papeles que venía realizando, pasando a representar la imagen del romanticismo decimonónico, muy en la línea del cine de Orduña en aquella época. Con este título se pretendía dotar al género folclórico de cierto empaque narrando la vida de Isaac Albéniz y la gitana que con su apasionado amor inspira la obra del compositor. Juanita aparecía bellísima luciendo el miriñaque y la mantilla en medio del esplendor de lujosos salones de cartón piedra, recreados con todo detalle. Este cambio de registro gustó al público y fue decisivo en el éxito de sus siguientes trabajos a las órdenes del realizador madrileño.
A las órdenes de Orduña se mete en la piel de “La Lola se va a los puertos” (1947), basada en la obra de los Machado, que marcaría el cenit de su carrera cinematográfica. A pesar del inconveniente de la edad, ya que interpreta a una mujer entrada en la cuarentena cuando la artista contaba apenas 22 años, la identificación de Juanita con el personaje es absoluta y el realizador la rodea de una aureola mítica, casi mágica, que convierte a “La Lola” en un símbolo de la copla errante a través de la renuncia amorosa en una escena final antológica, en la que el rostro apesadumbrado de la estrella se va fundiendo con las olas del mar entonando la copla “Una Cantaora”, mientras una voz en off, el propio Orduña, recita los inmortales versos de los Machado:
Sevillanas,
Chuflas, tientos, marianas,
Tarantas, tonás, livianas…
Peteneras,
Soleares, soleariyas,
Martinetes, carceleras…
Malagueñas, granadinas.
Todo el cante de Levante,
Todo el cante de las Minas,
Todo el cante…
Ni una, ni uno, cantaora o cantaor,
-ni los vivos, ni los muertos-
Cantó una copla mejor
Que la Lola.
Esa que se va a los Puertos
Dejando la Isla sola.
Tras esta alentadora experiencia, de la que también sería en parte productora, la estrella sigue encadenando éxitos en escena con espectáculos del corte de “Solera de España”, que presentó durante varias temporadas con distinta numeración e idéntico título, en los cuales iría estrenando algunas de sus más célebres creaciones, como el pasodoble “Francisco Alegre” que se incluía en la Banda Sonora de “La Lola se va a los puertos”, en una escena que destaca por su inteligente montaje, ayudando a avanzar el argumento yuxtaponiendo las imágenes que cuenta la historia al compás del conocido pasodoble.
Juan de Orduña vuelve a dirigirla por tercera vez consecutiva en “Vendaval” (1949), cuyo argumento se desarrolla durante el reinado de Isabel II y las revueltas de este convulso período histórico, aunque la trama carga más las tintas en las pasiones amorosas que en los hechos históricos, aligerando la carga política de la cinta y resaltando el romanticismo de esta. Con todo quedó una película entretenida en la que aparte del empaque de los miriñaques de Juanita y la interpretación de Myriam Day como la castiza Isabel II, quedó para el recuerdo la imperecedera zambra “Y… sin embargo, te quiero”, una de sus mejores y más exigentes interpretaciones musicales, que se convertiría en seña de identidad de su repertorio artístico.
En 1951 rueda el drama histórico “Lola, la Piconera”, basado en la obra de José Mª Pemán “Cuando las Cortes de Cádiz”, que se convertiría en otro de sus hitos cinematográficos. Dirigida por Luis Lucia y arropada por un reparto que incluía algunos de los mejores profesionales de la época, Juanita estuvo una vez más soberbia como la cantaora gaditana que entre copla y copla entrega su vida en la lucha contra las tropas napoleónicas. Un despliegue espectacular de medios, grandiosos decorados que reproducían el Cádiz de la época en el estudio y un ramillete de magnificas canciones hicieron de la película un enorme éxito, uno de los últimos de la productora Cifesa. La película aprovechaba el filón del cine histórico tan de moda en aquellos años y que había obtenido sus mayores triunfos en producciones como “Locura de amor” (1948) o “Agustina de Aragón” (1950), que se desarrollaba, como ésta, en la época de la guerra contra el invasor francés. Sin un cañón que la amparase, como a la heroína de “El sitio de Zaragoza”, Juanita se enfrentó al ejército de Napoleón sin más armas que la potencia de su voz privilegiada, entonando media docena de coplas entre las que figuran, además de la que da título a la película, algunas de sus creaciones más representativas, como la zambra “Callejuela sin salida”, la marcha “Como dos barquitos” o el pasacalle “Con las bombas que tiran”, que forman parte de lo más recordado del filme. Su muerte en “aras de la patria”, la hacía ingresar en la inmortalidad en los planos finales de la película, como sucediese años atrás en la secuencia de “La Lola se va a los puertos”, mitificando la figura de la cantaora… (continuará).
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