sábado, 23 de septiembre de 2017

Concha Piquer... La Emperatriz de la Copla (1ª parte)



Reina indiscutible de la Copla, esta valenciana de voz cristalina y poderosa personalidad supo cantar y contar como nadie aquellas creaciones de Quintero, León y Quiroga que retrataban hembras bravías, apasionadas, románticas y un tanto masoquistas que llenaron la vida y canciones de toda una época. Su galería de coplas inmortales es interminable... "Ojos verdes", "Tatuaje", "La Lirio", "La Parrala", "La Ruiseñora", "Romance de la otra" y un largísimo etc. Todas ellas cantadas y vividas por una artista insuperable.

Sin duda alguna es la voz femenina más representativa de la Copla y la artista que dignificó el género sacándolo de los teatros de variedades y cafetines, a la par que sentaba muchas de sus bases musicales... El fraseo, la precisión en el decir, la contención dramática, la elegancia en la puesta en escena, dando entidad singular a cada una de sus creaciones, como si se tratase de representaciones de tres minutos de duración, ya que además de una gran cantante, era una formidable actriz capaz de trasmitir desde las pasiones más intensas a los sentimientos más sencillos. Solo esto serviría para definir su enorme talento y profesionalidad, pero además sabía sacar un extraordinario partido de una voz no demasiado voluminosa, modulando cada nota, mimando cada letra, interpretando cada canción con la fuerza de un drama o comedia único dentro de una trama mayor. El propio maestro Quiroga, uno de sus mentores, refería que Concha solo poseía un registro de una octava, aunque la artista hacía un magnífico uso del mismo, conocedora de lo limitado de sus agudos ponía toda la fuerza de su interpretación en unos centros poderosos y en unos "pianos" llenos de delicadeza y sensibilidad.





Para cimentar su leyenda contó con la inestimable ayuda de los mejores autores del género que le entregaron el legado de mayor calidad de la canción española, cientos de temas que han permanecido inmutables en su fuerza y belleza poética hasta nuestros días, conformando la memoria y herencia cultural de una parte de nuestra historia. La Piquer es, sin duda, no solo uno de los pilares de la Copla, sino la columna vertebral para conocer y entender el género, el ejemplo más egregio de calidad y sabiduría musical. Su oportuna retirada a finales de los años cincuenta del pasado siglo, en pleno éxito, evitó que jamás contemplásemos su fantasma paseando por los escenarios mermado por el paso del tiempo, dejando el recuerdo vivo de la artista siempre plena de facultades que traspasaba el corazón con sus canciones.





Concepción Piquer López nació en la capital del Turia el 8 de diciembre de 1908. Hija de un matrimonio muy humilde cuyos cuatro anteriores hijos habían fallecido a corta edad, por lo que el nacimiento de la chiquilla sembró a la familia de temores. Existe una anécdota que relata como la pequeña con solo cuatro años, entonó su primera canción a modo de compasiva nana con su hermanito, que había nacido prematuro, muerto entre los brazos. Cierta o no la anécdota relata la determinación y férreo carácter de la niña que a los once años, llevada de la difícil situación económica en que se encontraba su familia tras la muerte de su padre, se presentó en el valenciano teatro Sogueros pidiendo hablar con el empresario con la intención de que la dejasen cantar en aquel local. Ante la osadía y desparpajo de la muchacha el dueño del teatro, después de escucharla, acabó por dejarle cantar en la matinée del domingo con tal fortuna que posteriormente fue contratada por el empresario del Apolo valenciano, para pasar tras una gira por varios pueblos de la provincia al Kursal, donde se encontró con su destino en la persona del maestro Penella.





Manuel Penella, era ya por entonces un músico muy famoso, reconocido autor de zarzuelas tan populares como "Don Gil de Alcalá" y "El gato montés". Al oír cantar a Conchita quedó tan impresionado que pidió permiso a su madre para llevársela con él a México, donde estaba a punto de iniciar una gira americana con "El gato montés", con el fin de pulir el talento y modales de la muchacha, cuidándose de su educación artística y docente, ya que a los trece años Conchita era una chiquilla prácticamente analfabeta que no sabía leer ni escribir y solo hablaba valenciano. La madre de la niña accedió con la condición de acompañar a su hija en todo momento. De este modo a finales del verano de 1922 Conchita y su madre tomaron el barco rumbo a México con el maestro, haciendo escala en Nueva York... (continuará)

No hay comentarios:

Publicar un comentario