Iniciada la década de los cincuenta del siglo XX, Sara se da
cuenta que en el panorama cinematográfico español de entonces no obtiene las
ofertas que ella anhela y a estancias de Miguel Mihura, su primer amor, viaja a
México en busca de mejores oportunidades. Toda la personalidad cinematográfica
de Sara Montiel, así como su increíble potencial erótico se va desarrollando en
los estudios aztecas a lo largo de las catorce películas en las que interviene
como protagonista, en un momento en el que el cine mexicano está viviendo su
época dorada. colocándose a la cabeza de la producción Latinoamericana del
momento. El primer filme en el que interviene en tierras mexicanas es “Furia
roja” (1950) dirigida por Victor Urruchoa, del que Verónica Lake realizaba al
mismo tiempo una versión para el público americano. Pero la popularidad le
llegaría al interpretar junto al ídolo nacional Pedro Infante dos comedias musicales
rancheras de gran éxito “Ahí viene Martín Corona” y “Vuelve Martín Corona”, ambas
de 1951. En ellas Sara era la linda y temperamental española interés, amoroso
del protagonista, que entre romances y aventuras se dedica a interpretar de
forma personalísima un surtido de coplas populares como “Para el carro”, “Copla
en la noche” o “La canción del olé”. Hoy día sorprende ver a una juvenil Sarita
abordando con brío un género tan alejado del estilo que finalmente cultivaría
con tanta fortuna, demostrando además que había cantado con gusto y
personalidad propia en muchas de sus películas antes de “El último cuplé”,
donde fue descubierta de forma mayoritaria en esta faceta.
“Necesito dinero” (1951), volvió a emparejarla con Pedro Infante
en una nueva comedia musical, a la que siguieron una serie de melodramas desaforados
que contaban con todos los elementos del folletín con tintes negros como
“Cárcel de mujeres” (1951) o “Piel canela” (1953), donde se la anunciaba como la española más guapa del mundo, que sirvieron para que los
representantes de la MCA se fijasen en ella y la presentasen a Max Arnow,
descubridor de talentos de la Columbia. Tras realizar unas pruebas en estos
estudios le ofrecen un contrato de siete años, en los cuales comenzaría
interpretando pequeños papeles hasta obtener protagonistas a medida que su
inglés se perfeccionase. Temerosa de la esclavitud que imponían los contratos
de las grandes productoras Hollywoodienses, que controlaban milimétricamente la
vida personal y profesional, rechaza tan sustanciosa oferta y regresa a México.
A pesar de todo, el agente de la Columbia, entusiasmado con Sara desde las
pruebas realizadas en estos estudios, consigue para ella el papel protagonista
de “El americano” (1955) junto a Glenn Ford, cuyo rodaje acabó siendo pospuesto
por problemas de producción, siendo reanudado con Ursula Thies en el rol
destinado en un principio para ella.
En México continúa interpretando melodramas desgarrados como
“¿Porqué ya no me quieres?” (1953), “Frente al pecado de ayer” (1954), “Yo no
creo en los hombres” (1954) o “Donde el círculo termina” (1954) su última
película en este país antes de iniciarse su despegue definitivo a la soleada
California. El tenaz Max Arnow pide a Sara que le envíe unas fotos vestida de
india con fines promocionales que realiza Gabriel Figueroa. El material enviado
entusiasma tanto a los productores americanos que le brinda la posibilidad de
intervenir junto a Gary Cooper y Burt Lancaster en “Veracruz” (1954), uno de
los títulos míticos del séptimo arte. A pesar de figurar en los títulos de
crédito por detrás de Denise Darcel, en la pantalla Sara brilla con tanta
fuerza que opaca la participación de la actriz francesa.
“Veracruz” le abre las puertas doradas de Hollywood, rodando en
los estudios de la Warner su siguiente título “Serenade” (Dos pasiones y un
amor) (1956), junto al popular tenor Mario Lanza y una fría y madurita Joan
Fontaine, con la cual se disputa el amor del protagonista un tanto histriónico
y pesado en esta ocasión. Lanza estaba viviendo los últimos momentos de su
efímera fama, había sido despedido de la Metro por los problemas que ocasionaba
su mal gestionado divismo y este sería su último título destacable, falleciendo
tres años más tarde de forma prematura en Italia con solo 38 años. La dirección
corría a cargo de Anthony Mann, hombre definitivo en su vida, ya que se
convertiría meses más tarde en su primer marido. Aquel mismo año, estuvo a
punto de convertirse en la princesa hindú, de “La vuelta al mundo en 80 días”
(1956), pero parece ser que su productor Michael Todd, esposo por entonces de
Elizabeth Taylor, se decantó finalmente por una casi desconocida Shirley
McLaine. Lo cierto es que la belleza de Sara hubiese encajado a la perfección
en un papel que no requería prácticamente más. Entre otros proyectos fallidos
parece ser que rechazó el papel que protagonizaría Yvonne de Carlo en “La
esclava libre” (1957) junto a Clark Gable y el de Anne Baxter en el western
crepuscular “Cimarrón” (1960) junto a Glenn Ford, dirigida por su esposo
Anthony Mann. Posiblemente la negativa de la Montiel en este caso se debió a
que ya estaba triunfando en medio mundo en su faceta de actriz-cantante tras el
triunfo de “El último cuplé” y prefirió sus vehículos musicales en los que era
la estrella absoluta que controlaba todo.
En la R.K.O interpreta “Yuma” (1956), un soberbio western de
Samuel Fuller con Rod Steiger como protagonista, en el que interpreta a una
india Sioux de inquietudes pacifistas. Este era el tipo de personajes a los que
el cine americano relegó a sus incorporaciones latinas a lo largo de toda su
historia, un destino al que no escaparon grandes estrellas como Anthony Quinn o
Dolores del Río, ni importaciones de menor calado como Pedro Armendáriz, Katy
Jurado, Ricardo Montalban, Fernando Lamas y un largo etcétera. Todos ellos se
hicieron cargo de los más diversos y exóticos papeles entendidos al gusto
americano, desde indios a esquimales, pasando por polinesios, japoneses o
piratas de cualquier nacionalidad… (continuará)
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