martes, 19 de abril de 2022

“Pecado de amor” (1961) Luis César Amadori

 

“Pecado de amor” fue la tercera y última de las películas que Sara Montiel rodó a las órdenes del argentino Luis César Amadori y sin duda alguna la de tinte más dramático. Tanto “La Violetera” (1958) como “Mi último tango” (1960) habían sido dos grandes éxitos de público en todo el mundo, Amadori supo adaptar perfectamente su buen oficio cinematográfico a las exigencias estelares del personaje de Sara, ofreciendo al público justo lo que esperaba ver en los vehículos de la Diva, ayudando en gran parte a forjar su mito con esta trilogía. Como ya era habitual en los vehículos de la Montiel, la película sería rodada en régimen de coproducción entre Cesáreo González y Benito Perojo, que tenían a la artista bajo contrato, y la compañía italiana Trasmonde Film, que aportaría a un apuesto y jovencísimo Terence Hill, acreditado por entonces todavía como Mario Girotti. El argumento correría a cargo de Jesús Mª Arozamena, un habitual en los vehículos musicales de la Montiel y el propio Amadori, encontrándose con no pocos problemas de censura que prohibiría el título inicialmente propuesto de “Cabaretera”, al hacer alusión al ambiente de los clubs nocturnos donde la prostitución disfrazada de alterne era habitual moneda de cambio. El guion mostraba en clave de drama una serie de situaciones bastante atrevidas para la España del momento, que por supuesto acababan con el correspondiente castigo como fruto de “tanta conducta pecaminosa”. En este caso la protagonista terminaba recluida en un convento para refugiarse en “brazos de Dios” y encontrar la felicidad “en la paz del alma”, tal y como relataba la hermana Sor Belén (Sara Montiel) a uno de los personajes del filme. De hecho el personaje de Sara se llama en la vida seglar Magdalena, en indiscutible alusión al personaje bíblico redimido de sus pecados por la intervención de Cristo, siendo utilizado este nombre como título del filme en Italia, además del muy sonoro “Ave María” con que se estrenó en otros países.

Este “Pecado de amor” hacía alusión a la agitada vida de Magda Beltrán, cantante de cabaré, madre soltera y amante del dueño del local en el cual trabaja. La pasión que despierta en un joven de buena familia (Terence Hill), le lleva a conocer a Adolfo Vega (Reginald Kernan) reconocido jurista y padre del anterior. Magda y Adolfo se enamoran, pero esta es encarcelada al matar a su antiguo amante que pretendía hacer chantaje al letrado, viéndose obligada a dar a su hija en adopción. Fuera de la cárcel la artista inicia una exitosa gira de conciertos por todo el mundo, reencontrándose con Adolfo y retomando su apasionado idilio. Pero éste se marcha de repente sin dejar noticias, lo que anima a Magda a volver a España. A su regreso descubre que la mujer de Adolfo, recluida hasta entonces en un sanatorio por enfermedad mental, ha vuelto recuperada a su hogar y que la hija que dio en adopción fue acogida por la familia del hombre que ama, encontrándose a punto de contraer matrimonio con un muchacho de posición acomodada. Sola y emocionalmente destruida, Magda busca refugio en el amor divino tomando los hábitos religiosos, que le hacen asistir a la boda de su hija cantando en el coro durante la ceremonia el “Sueño de amor” de Liszt entre sollozos.

Como puede verse, en el argumento se dan cita todos los tópicos del folletín más convencional, que harían las delicias de los seguidores de la estrella en medio mundo, obteniendo otro importante éxito comercial y personal. El filme es un perfecto ejemplo de cómo un personaje con tanta carga erótica y desinhibida moral como el de Sara, solo era perdonado a través del sufrimiento y la redención final, que solía llegar con la muerte de la protagonista como en “Carmen, la de Ronda” (1959), “La Bella Lola” (1962) o” El último cuplé” (1957) o la pérdida y renuncia al ser amado, castrando no solo su felicidad como mujer, sino como en este caso sus ansias amatorias al abrazar los hábitos religiosos despidiéndose de la vida carnal, que le había conducido al dolor. Lo que arroja una interesante lectura sobre la doble moral de la época, ávida de asistir a las pasiones desenfrenadas de la diva que inevitablemente terminaban con un castigo, incluso de tintes masoquistas en ocasiones. Dejando claro que no había sitio en la sociedad para quién se deja llevar por una vida a extramuros del canon católico imperante.

A fin de afianzar la carrera comercial de la cinta se emparejó a la estrella con el galán norteamericano de sienes plateadas Reginald Kernan, un actor de segunda fila inexpresivo como un mueble que había protagonizado en Francia junto a Simone Signoret el drama “Los malos golpes” y cuya carrera no daría mucho más de sí tras esta película. El hieratismo y escasa personalidad del estadounidense no aporta ningún matiz emocional a su papel y es uno de los principales lastres de una película en la que una vez más Sara Montiel lo es todo de principio a fin, inyectando la pasión que le falta a su oponente, luciéndose en cada plano con una fotogenia excepcional y su personalísima forma de cantar y actuar. Siendo canibalizada por completo como actriz por su personaje estelar, que poco a poco la va encerrando cada vez más en un hieratismo y manierismo interpretativo que terminaría siendo marca propia. Junto a la pareja protagonista nos encontramos con un magnífico Rafael Alonso como el pianista que la ama en secreto a la artista y acompaña sus andanzas por medio mundo, otro de los arquetipos habituales del cine de Sara, el hombre que la adora y ayuda incondicionalmente, aunque sepa que nunca obtendrá su amor. El alemán Gerard Tichy, en uno de sus característicos papeles de villano, es Gerardo el turbio amante de Magda cuyo asesinato genera el drama de la historia, mientras que la italiana Alessandra Panaro interpreta a Esmeralda, la hija de la protagonista en su etapa adulta. Ana Mª Custodio, Mario Morales, María Silva y Xan Das Bolas son algunos de los nombres que componen el formidable elenco de secundarios.

Aunque este es el primer título de la estrella ambientado en época actual, seguirá manteniendo el característico llamamiento a la nostalgia a través de su banda sonora que, adaptada por Gregorio García Segura, sería uno de los atractivos fundamentales de la historia presentando un diverso recorrido por temas tan conocidos como “Los nardos”, “El pichi”, “El día que me quieras”, “La flor del mal”, “¡Tápame, tápame!” o “Sous les toits de Paris” entre otros. Como curiosidad, destacar que en la versión para Italia y Francia se incluyeron dos temas musicales, presentes en la grabación discográfica, que no aparecen en la española. El primero de ellos el cuplé de sones orientales “La pequeña Tonkinesa”, interpretado en francés en sustitución del número apache “Adiós Ninón” de la copia española. El segundo es “La Spagnola”, canción popular italiana que reemplaza a “Los Nardos”. Ambos números son interpretados por la estrella en idéntico escenario e incluso con el mismo vestuario en ambas versiones. En el caso de “La Spagnola” resulta curioso ver a Sara cantando en italiano vestida de madrileña castiza, con mantón y cesta de nardos en la cadera y rodeada de un grupo de coristas de idéntica guisa, en curioso anacronismo con el tema que interpreta de evidentes referencias andaluzas.


Como era habitual en los vehículos de la Diva en esta época, la película constituyó un importante éxito de público no solo en nuestro país, donde se mantuvo en cartel 53 días en el local de estreno, sino en gran parte de Europa y Latinoamérica.




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