martes, 19 de abril de 2022

“Carmen, la de Ronda” (1959) Tulio Demicheli

Este título supuso el tercer bombazo comercial consecutivo de Sara Montiel, tras su salto al estrellado con el inesperado éxito de “El último cuplé”. De cara a seguir explotando la vena erótica de la actriz se acudió a uno de los personajes de tentadora más famosos de la historia, la pasional gitana ideada por Prosper Mérimée que tanto contribuyo a esa imagen típica y tópica de España y Andalucía. Carmen es posiblemente uno de los personajes femeninos que más veces ha sido llevado a la pantalla en diferentes versiones, la mayoría de ellas bastante libres sobre el original literario, más cercanas a la representación de la imagen erótica de la vampiresa que somete con su belleza y falta de escrúpulos al hombre, dejando clara la supremacía de la tentadora que como no podía ser de otro modo recibe el inevitable castigo, por su carácter liberal e individualista. Por más que el triunfo de Carmen es claro sobre cualquier juicio moral cuando exclama “Carmen nació libre y libre morirá”… Toda una declaración de principios propios de la literatura romántica del siglo XIX. 

El personaje había sido adaptado en cine ya en tiempos del mudo con Pola Negri, vampiresa por excelencia del período silente, Geraldine Farrar o Dolores del Río, todas ellas actrices de gran belleza y sensualidad. Entre las múltiples versiones desde la llegada del sonido, la más famosa sería la protagonizada por la encendida cabellera de Rita Hayworth en “Los amores de Carmen” (1948), si bien el referente en nuestro país era la interpretada por Imperio Argentina en la producción hispano-alemana “Carmen, la de Triana” (1938), una adaptación mucho más cercana al espíritu folklórico de esta nueva versión a mayor gloria de la belleza y carisma de la Montiel. El guion de Arozamena, Mas Guindal, Sastre y el propio Demicheli, realizador de la cinta, aprovechaba el tirón comercial de la protagonista fuera de nuestras fronteras, especialmente en Francia, trasladando el argumento de la novela original al periodo de ocupación francesa y de la guerra de la independencia contra las tropas napoleónicas. Situando el triángulo amoroso desatado por la figura de Carmen entre un soldado francés y un guerrillero español. El torero Escamillo aparece aquí con el nombre de Lucas, convirtiéndose en un personaje secundario mucho más desdibujado que en la obra original, interpretado por un apuesto Germán Cobos.


Para acompañar el protagonismo absoluto de la Montiel, se emparejó a la estrella nada menos que con cuatro galanes diferentes. A la cabeza de todo el francés Maurice Ronet, con quién la estrella manchega formaría una hermosa pareja en otros dos filmes además de éste. El actor interpretaría a José, el soldado francés que desierta del ejército napoleónico por el amor de Carmen. Parece ser que la química entre Ronet y Sara traspasó la pantalla, viviendo una intensa pasión en las cuevas de la serranía rondeña durante el rodaje de la película. Jorge Mistral sería la aportación nacional como el guerrillero andaluz cuyo odio a los franceses solo es superado por la pasión que despierta en él la protagonista. El italiano Amedeo Nazzari, reforzando el reparto internacional con el fin de asegurar la exportación del filme, es el coronel gabacho que muere envuelto en el peligroso juego de la gitana, mientras que el ya nombrado Germán Cobos como el torero Lucas ha de contentarse con desearla en medios de tantas pasiones encontradas.

La historia es una versión libre de la novela de Mérimée. Cuenta los amores de Carmen, una gitana de arrebatadora belleza que canta en un tablao de Ronda. La muchacha es un espíritu libre que juega con los hombres a su antojo buscando su propio provecho. Hasta que se enamora de un soldado de las tropas de ocupación francesa viéndose envuelta en una tumultuosa pasión que le arrastra a un dramático final. Como era habitual en el cine de la Montiel, una mujer emancipada y con una sexualidad tan directa no podía terminar bien según los estrechos parámetros de la censura de la época, por lo que se veía obligada a terminar sola o morir, como en este caso. La cinta producida por Benito Perojo, tiene una factura muy cuidada, lo que declara la importante inversión realizada en su realización sabiendo que jugaba una baza comercial segura, dada la popularidad y tirón de la actriz.


El prolífico realizador argentino Tulio Demicheli, dirige la película como un espectáculo para el lucimiento personal de la protagonista, en el que Sara pueda lucir su exultante belleza y poner en marcha todos los recursos que la habían encumbrado como estrella, cuidando al máximo su personaje y esos célebres primeros planos de invencible fotogenia que solo han podido sostener las Diosas del celuloide. Lo cierto es que es difícil apartar la vista de ella durante toda la proyección, llenando la pantalla en cada una de sus intervenciones con un magnetismo natural que va más allá de sus cualidades interpretativas. Demicheli volvería a repetir con la Montiel en una de las cintas que marcó su decadencia a finales de los años sesenta, “La mujer perdida” (1966).

La parte musical, baza fundamental de la historia, está igualmente cuidada para que Sara luzca su personalísimo estilo como cantante, interpretando un ramillete de conocidísimas canciones que en la voz pastosa y lenta de la Montiel cobran una nueva y singular expresión. “Ojos Verdes”, “Los Piconeros”, “Carceleras del puerto”, “Falsa Monea”, “El día que nací yo” o “Antonio Vargas Heredia” fueron arregladas por Gregorio García Segura bajo la dirección del maestro Juan Solano, para deleite de los fans de la estrella y la copla en general. Cabe destacar que la fama internacional de la Montiel era tal que se solían rodar escenas adicionales para el mercado exterior en el que la artista interpretaba otros temas distintos a los del montaje final para el mercado español. En esta ocasión para la versión internacional la actriz interpretaba dos temas cantados en francés que no aparecen en la copia española, lo que genera un singular anacronismo dentro de la historia, ya que no deja de resultar extraño escuchar a una gitana deleitar a las tropas de Napoleón con “La Carmagnole” y “Gitana” en lengua gala. Ambos temas sustituían a “Ojos Verdes” y “Antonio Vargas Heredia” presentes en la copia española. También cantaba Sara en francés una adaptación de los tanguillos “Me pidas lo que me pidas” que no fue editada en disco, al contrario que los dos temas anteriormente citados que sí aparecían en la banda sonora que se comercializó. También se conservan en la versión francesa algunas escenas que por censura eran impensables en la España del momento y en las cuales se acentuaba aún más el carácter sexual y apasionado de la protagonista. Es especialmente interesante en este sentido la escena en la que José y Carmen viven su primera noche de amor, que en la copia española se corta con los amantes besándose contra la pared de la habitación mientras la cámara sale de plano por la ventana. En la versión francesa el objetivo rebota desde la ventana recogiendo el rostro placentero de Carmen mientras el soldado desaparece por debajo de su cintura, para pasar a continuación a la cama donde unos primeros planos de las manos retorciéndose de placer y el rostro de los amantes besándose aluden claramente al acto sexual que se está desarrollando. 

Como era de esperar la película se convirtió en un gran éxito de taquilla, permaneciendo casi un año en cartel en diversos cines como los anteriores vehículos de la Montiel, obteniendo idéntica fortuna fuera de nuestro país, gracias a su pintoresquismo y la fama de su estrella. En Francia y Alemania se estrenó con el título de “Carmen de Granada”, en EEUU “The devil made a woman” y en Italia “Duello Implacable”.



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