Hincha las velas un viento de pasiones encendido y un cante como un lamento sale envuelto entre quejios, dibujando el firmamento de sentimiento y suspiros... La Copla es el pentagrama de un corazón malherido...
jueves, 28 de abril de 2022
“La hermana San Sulpicio” (1952) Luis Lucia
martes, 26 de abril de 2022
Sara Montiel… La consagración cinematográfica (3ª parte)
En el verano de 1955, antes de comenzar el rodaje de “Yuma”, Sara
viaja a España en compañía de su madre para visitar a la familia. Durante su
estancia en Madrid, su representante Enrique Herreros, le habla de un proyecto
que tiene pensado rodar Juan de Orduña sobre la historia del cuplé a través de
la vida de una artista del género. En aquella ocasión el proyecto se encontraba
en fase de preproducción y no se contaba con la financiación necesaria para
arrancarlo, con lo que la actriz regresa a Estados Unidos. Unos meses más tarde
cuando el rodaje está en condiciones de comenzar, es requerida por Enrique
Herreros, aunque tiene que pagarse el pasaje hasta Madrid ya que el dinero
conseguido por Orduña es el justo para realizar la película. En septiembre de
1956 con un presupuesto inicial de ocho millones de pesetas, da comienzo el
rodaje de “El último cuplé”.
A partir de entonces productores y casas discográficas, que no habían apostado nada por su éxito como cantante, se disputan a la artista. Juan de Orduña ofrece a Sara la posibilidad de volver a trabajar juntos en “La Tirana” (1958), proyecto largamente acariciado por el director, que narraba la historia de Mª del Rosario Fernández, una trágica de la época de Goya. Sin embargo Sara no queda convencida con el argumento, por lo que declina la oferta. La película es finalmente protagonizada por Paquita Rico, pasando por las pantallas con más pena que gloria. A cambio la estrella firma un sustancioso contrato con Benito Perojo protagonizando su segundo bombazo consecutivo, “La Violetera” (1958). Dirigida con gran sabiduría por el argentino Luis César Amadori, que pone la historia al servicio del lucimiento exclusivo de su protagonista. La producción sería mucho más cuidada que la anterior y con ella la artista no solo consolida su posición en la industria, sino que se lanza a la conquista del mercado internacional. Protagonizada junto al actor italiano Raf Vallone, la película obtiene una gran repercusión en todos los lugares donde es estrenada, impulsando la gestación de un mito que, con pocas variantes sobre la fórmula que lo encumbró, se mantuvo en el cine durante dos décadas, ampliando su impacto a la escena y la televisión como parte de la cultura española de finales del siglo XX… (continuará)
martes, 19 de abril de 2022
“Carmen, la de Ronda” (1959) Tulio Demicheli
Este título supuso el tercer bombazo comercial consecutivo de Sara Montiel, tras su salto al estrellado con el inesperado éxito de “El último cuplé”. De cara a seguir explotando la vena erótica de la actriz se acudió a uno de los personajes de tentadora más famosos de la historia, la pasional gitana ideada por Prosper Mérimée que tanto contribuyo a esa imagen típica y tópica de España y Andalucía. Carmen es posiblemente uno de los personajes femeninos que más veces ha sido llevado a la pantalla en diferentes versiones, la mayoría de ellas bastante libres sobre el original literario, más cercanas a la representación de la imagen erótica de la vampiresa que somete con su belleza y falta de escrúpulos al hombre, dejando clara la supremacía de la tentadora que como no podía ser de otro modo recibe el inevitable castigo, por su carácter liberal e individualista. Por más que el triunfo de Carmen es claro sobre cualquier juicio moral cuando exclama “Carmen nació libre y libre morirá”… Toda una declaración de principios propios de la literatura romántica del siglo XIX.
El personaje había sido adaptado en cine ya en tiempos del mudo con
Pola Negri, vampiresa por excelencia del período silente, Geraldine Farrar o
Dolores del Río, todas ellas actrices de gran belleza y sensualidad. Entre las
múltiples versiones desde la llegada del sonido, la más famosa sería la protagonizada
por la encendida cabellera de Rita Hayworth en “Los amores de Carmen” (1948),
si bien el referente en nuestro país era la interpretada por Imperio Argentina
en la producción hispano-alemana “Carmen, la de Triana” (1938), una adaptación
mucho más cercana al espíritu folklórico de esta nueva versión a mayor gloria
de la belleza y carisma de la Montiel. El guion de Arozamena, Mas Guindal,
Sastre y el propio Demicheli, realizador de la cinta, aprovechaba el tirón
comercial de la protagonista fuera de nuestras fronteras, especialmente en
Francia, trasladando el argumento de la novela original al periodo de ocupación
francesa y de la guerra de la independencia contra las tropas napoleónicas. Situando
el triángulo amoroso desatado por la figura de Carmen entre un soldado francés
y un guerrillero español. El torero Escamillo aparece aquí con el nombre de
Lucas, convirtiéndose en un personaje secundario mucho más desdibujado que en
la obra original, interpretado por un apuesto Germán Cobos.
La historia es una versión libre de la novela de Mérimée. Cuenta
los amores de Carmen, una gitana de arrebatadora belleza que canta en un tablao
de Ronda. La muchacha es un espíritu libre que juega con los hombres a su
antojo buscando su propio provecho. Hasta que se enamora de un soldado de las
tropas de ocupación francesa viéndose envuelta en una tumultuosa pasión que le
arrastra a un dramático final. Como era habitual en el cine de la Montiel, una
mujer emancipada y con una sexualidad tan directa no podía terminar bien según
los estrechos parámetros de la censura de la época, por lo que se veía obligada
a terminar sola o morir, como en este caso. La cinta producida por Benito
Perojo, tiene una factura muy cuidada, lo que declara la importante inversión
realizada en su realización sabiendo que jugaba una baza comercial segura, dada
la popularidad y tirón de la actriz.
La parte musical, baza fundamental de la historia, está igualmente
cuidada para que Sara luzca su personalísimo estilo como cantante,
interpretando un ramillete de conocidísimas canciones que en la voz pastosa y
lenta de la Montiel cobran una nueva y singular expresión. “Ojos Verdes”, “Los
Piconeros”, “Carceleras del puerto”, “Falsa Monea”, “El día que nací yo” o
“Antonio Vargas Heredia” fueron arregladas por Gregorio García Segura bajo la
dirección del maestro Juan Solano, para deleite de los fans de la estrella y la
copla en general. Cabe destacar que la fama internacional de la Montiel era tal
que se solían rodar escenas adicionales para el mercado exterior en el que la
artista interpretaba otros temas distintos a los del montaje final para el
mercado español. En esta ocasión para la versión internacional la actriz
interpretaba dos temas cantados en francés que no aparecen en la copia
española, lo que genera un singular anacronismo dentro de la historia, ya que
no deja de resultar extraño escuchar a una gitana deleitar a las tropas de Napoleón
con “La Carmagnole” y “Gitana” en lengua gala. Ambos temas sustituían a “Ojos
Verdes” y “Antonio Vargas Heredia” presentes en la copia española. También
cantaba Sara en francés una adaptación de los tanguillos “Me pidas lo que me
pidas” que no fue editada en disco, al contrario que los dos temas
anteriormente citados que sí aparecían en la banda sonora que se comercializó. También se conservan en la versión francesa algunas escenas que por censura eran impensables en la España del momento y en las cuales se acentuaba aún más el carácter sexual y apasionado de la protagonista. Es especialmente interesante en este sentido la escena en la que José y Carmen viven su primera noche de amor, que en la copia española se corta con los amantes besándose contra la pared de la habitación mientras la cámara sale de plano por la ventana. En la versión francesa el objetivo rebota desde la ventana recogiendo el rostro placentero de Carmen mientras el soldado desaparece por debajo de su cintura, para pasar a continuación a la cama donde unos primeros planos de las manos retorciéndose de placer y el rostro de los amantes besándose aluden claramente al acto sexual que se está desarrollando.
Como era de esperar la película se convirtió en un gran éxito de
taquilla, permaneciendo casi un año en cartel en diversos cines como los
anteriores vehículos de la Montiel, obteniendo idéntica fortuna fuera de
nuestro país, gracias a su pintoresquismo y la fama de su estrella. En Francia
y Alemania se estrenó con el título de “Carmen de Granada”, en EEUU “The devil
made a woman” y en Italia “Duello Implacable”.
“Pecado de amor” (1961) Luis César Amadori
“Pecado de amor” fue la tercera y última de las películas que Sara Montiel rodó a las órdenes del argentino Luis César Amadori y sin duda alguna la de tinte más dramático. Tanto “La Violetera” (1958) como “Mi último tango” (1960) habían sido dos grandes éxitos de público en todo el mundo, Amadori supo adaptar perfectamente su buen oficio cinematográfico a las exigencias estelares del personaje de Sara, ofreciendo al público justo lo que esperaba ver en los vehículos de la Diva, ayudando en gran parte a forjar su mito con esta trilogía. Como ya era habitual en los vehículos de la Montiel, la película sería rodada en régimen de coproducción entre Cesáreo González y Benito Perojo, que tenían a la artista bajo contrato, y la compañía italiana Trasmonde Film, que aportaría a un apuesto y jovencísimo Terence Hill, acreditado por entonces todavía como Mario Girotti. El argumento correría a cargo de Jesús Mª Arozamena, un habitual en los vehículos musicales de la Montiel y el propio Amadori, encontrándose con no pocos problemas de censura que prohibiría el título inicialmente propuesto de “Cabaretera”, al hacer alusión al ambiente de los clubs nocturnos donde la prostitución disfrazada de alterne era habitual moneda de cambio. El guion mostraba en clave de drama una serie de situaciones bastante atrevidas para la España del momento, que por supuesto acababan con el correspondiente castigo como fruto de “tanta conducta pecaminosa”. En este caso la protagonista terminaba recluida en un convento para refugiarse en “brazos de Dios” y encontrar la felicidad “en la paz del alma”, tal y como relataba la hermana Sor Belén (Sara Montiel) a uno de los personajes del filme. De hecho el personaje de Sara se llama en la vida seglar Magdalena, en indiscutible alusión al personaje bíblico redimido de sus pecados por la intervención de Cristo, siendo utilizado este nombre como título del filme en Italia, además del muy sonoro “Ave María” con que se estrenó en otros países.
Este “Pecado de amor” hacía alusión a la agitada vida de Magda Beltrán, cantante de cabaré, madre soltera y amante del dueño del local en el cual trabaja. La pasión que despierta en un joven de buena familia (Terence Hill), le lleva a conocer a Adolfo Vega (Reginald Kernan) reconocido jurista y padre del anterior. Magda y Adolfo se enamoran, pero esta es encarcelada al matar a su antiguo amante que pretendía hacer chantaje al letrado, viéndose obligada a dar a su hija en adopción. Fuera de la cárcel la artista inicia una exitosa gira de conciertos por todo el mundo, reencontrándose con Adolfo y retomando su apasionado idilio. Pero éste se marcha de repente sin dejar noticias, lo que anima a Magda a volver a España. A su regreso descubre que la mujer de Adolfo, recluida hasta entonces en un sanatorio por enfermedad mental, ha vuelto recuperada a su hogar y que la hija que dio en adopción fue acogida por la familia del hombre que ama, encontrándose a punto de contraer matrimonio con un muchacho de posición acomodada. Sola y emocionalmente destruida, Magda busca refugio en el amor divino tomando los hábitos religiosos, que le hacen asistir a la boda de su hija cantando en el coro durante la ceremonia el “Sueño de amor” de Liszt entre sollozos.
Como puede verse, en el argumento se dan cita todos los tópicos del folletín más convencional, que harían las delicias de los seguidores de la estrella en medio mundo, obteniendo otro importante éxito comercial y personal. El filme es un perfecto ejemplo de cómo un personaje con tanta carga erótica y desinhibida moral como el de Sara, solo era perdonado a través del sufrimiento y la redención final, que solía llegar con la muerte de la protagonista como en “Carmen, la de Ronda” (1959), “La Bella Lola” (1962) o” El último cuplé” (1957) o la pérdida y renuncia al ser amado, castrando no solo su felicidad como mujer, sino como en este caso sus ansias amatorias al abrazar los hábitos religiosos despidiéndose de la vida carnal, que le había conducido al dolor. Lo que arroja una interesante lectura sobre la doble moral de la época, ávida de asistir a las pasiones desenfrenadas de la diva que inevitablemente terminaban con un castigo, incluso de tintes masoquistas en ocasiones. Dejando claro que no había sitio en la sociedad para quién se deja llevar por una vida a extramuros del canon católico imperante.
A fin de afianzar la carrera comercial de la cinta se emparejó a la estrella con el galán norteamericano de sienes plateadas Reginald Kernan, un actor de segunda fila inexpresivo como un mueble que había protagonizado en Francia junto a Simone Signoret el drama “Los malos golpes” y cuya carrera no daría mucho más de sí tras esta película. El hieratismo y escasa personalidad del estadounidense no aporta ningún matiz emocional a su papel y es uno de los principales lastres de una película en la que una vez más Sara Montiel lo es todo de principio a fin, inyectando la pasión que le falta a su oponente, luciéndose en cada plano con una fotogenia excepcional y su personalísima forma de cantar y actuar. Siendo canibalizada por completo como actriz por su personaje estelar, que poco a poco la va encerrando cada vez más en un hieratismo y manierismo interpretativo que terminaría siendo marca propia. Junto a la pareja protagonista nos encontramos con un magnífico Rafael Alonso como el pianista que la ama en secreto a la artista y acompaña sus andanzas por medio mundo, otro de los arquetipos habituales del cine de Sara, el hombre que la adora y ayuda incondicionalmente, aunque sepa que nunca obtendrá su amor. El alemán Gerard Tichy, en uno de sus característicos papeles de villano, es Gerardo el turbio amante de Magda cuyo asesinato genera el drama de la historia, mientras que la italiana Alessandra Panaro interpreta a Esmeralda, la hija de la protagonista en su etapa adulta. Ana Mª Custodio, Mario Morales, María Silva y Xan Das Bolas son algunos de los nombres que componen el formidable elenco de secundarios.
Aunque este es el primer título de la estrella ambientado en época actual, seguirá manteniendo el característico llamamiento a la nostalgia a través de su banda sonora que, adaptada por Gregorio García Segura, sería uno de los atractivos fundamentales de la historia presentando un diverso recorrido por temas tan conocidos como “Los nardos”, “El pichi”, “El día que me quieras”, “La flor del mal”, “¡Tápame, tápame!” o “Sous les toits de Paris” entre otros. Como curiosidad, destacar que en la versión para Italia y Francia se incluyeron dos temas musicales, presentes en la grabación discográfica, que no aparecen en la española. El primero de ellos el cuplé de sones orientales “La pequeña Tonkinesa”, interpretado en francés en sustitución del número apache “Adiós Ninón” de la copia española. El segundo es “La Spagnola”, canción popular italiana que reemplaza a “Los Nardos”. Ambos números son interpretados por la estrella en idéntico escenario e incluso con el mismo vestuario en ambas versiones. En el caso de “La Spagnola” resulta curioso ver a Sara cantando en italiano vestida de madrileña castiza, con mantón y cesta de nardos en la cadera y rodeada de un grupo de coristas de idéntica guisa, en curioso anacronismo con el tema que interpreta de evidentes referencias andaluzas.
martes, 12 de abril de 2022
Sara Montiel… Rumbo a México (2ª parte)
Iniciada la década de los cincuenta del siglo XX, Sara se da
cuenta que en el panorama cinematográfico español de entonces no obtiene las
ofertas que ella anhela y a estancias de Miguel Mihura, su primer amor, viaja a
México en busca de mejores oportunidades. Toda la personalidad cinematográfica
de Sara Montiel, así como su increíble potencial erótico se va desarrollando en
los estudios aztecas a lo largo de las catorce películas en las que interviene
como protagonista, en un momento en el que el cine mexicano está viviendo su
época dorada. colocándose a la cabeza de la producción Latinoamericana del
momento. El primer filme en el que interviene en tierras mexicanas es “Furia
roja” (1950) dirigida por Victor Urruchoa, del que Verónica Lake realizaba al
mismo tiempo una versión para el público americano. Pero la popularidad le
llegaría al interpretar junto al ídolo nacional Pedro Infante dos comedias musicales
rancheras de gran éxito “Ahí viene Martín Corona” y “Vuelve Martín Corona”, ambas
de 1951. En ellas Sara era la linda y temperamental española interés, amoroso
del protagonista, que entre romances y aventuras se dedica a interpretar de
forma personalísima un surtido de coplas populares como “Para el carro”, “Copla
en la noche” o “La canción del olé”. Hoy día sorprende ver a una juvenil Sarita
abordando con brío un género tan alejado del estilo que finalmente cultivaría
con tanta fortuna, demostrando además que había cantado con gusto y
personalidad propia en muchas de sus películas antes de “El último cuplé”,
donde fue descubierta de forma mayoritaria en esta faceta.
jueves, 7 de abril de 2022
“La Violetera” (1958) Luis César Amadori
“La Violetera” fue el filme que consolidó definitivamente la
imagen de Sara Montiel como la gran estrella española de su tiempo, sentando
las bases del mito y de su personalidad cinematográfica. Esta producción de
Benito Perojo estaba planteada inicialmente como un vehículo para Carmen
Sevilla, quién ya había leído el guion y comenzado a ensayar algunas escenas.
Pero Perojo viendo el ensordecedor éxito de la Montiel con “El último cuplé”
(1957) dirigida por Juan de Orduña, reemplazó a la artista sevillana por ésta,
con gran disgusto de Carmen que cedía de este modo el primer puesto como la
actriz más popular de la pantalla española hasta ese momento. Por su parte Sara
había rechazado embarcarse en un nuevo proyecto junto a Orduña ambientado en la
época goyesca titulado “La Tirana” (1958), que sería protagonizado por Paquita
Rico y resultaría un fracaso en la taquilla. La artista manchega vio, con buen
criterio, este filme nostálgico con el leitmotiv del célebre cuplé de Padilla y
Montesinos como telón de fondo, como la continuación lógica de su anterior
éxito y a tenor del resultado no se equivocó.
Al contrario que ocurriría con “El último cuplé” (1957) esta película nacería con un espíritu de gran superproducción, por lo que el derroche de medios técnicos y artísticos es evidente desde su arranque. Todo el mundo estaba esperando el siguiente vehículo de la estrella manchega, cuyo trabajo estaba triunfando en medio mundo, por lo que Perojo plantea la película en coproducción con Francia e Italia, incluyendo el concurso de distintas estrellas de estas cinematografías con el fin de garantizar la carrera internacional del filme. La protagonista cobraría un sonado millón de dólares por su participación, unos 28 millones de la época, una cifra que indica de por sí la confianza que se tenía en el éxito del proyecto. De este modo Sara Montiel y sus cuplés son el eje absoluto de una trama inteligentemente guiada por el argentino Luis César Amadori, en su primera película en nuestro país, que supo entender perfectamente la personalidad de la estrella plegando el filme a sus necesidades y lucimiento, sentando muchos de los clichés característicos de su posterior carrera, presentes ya de algún modo en el filme de su revelación a las órdenes de Orduña. Entre ellos la batería de primerísimos planos resaltando la fotogenia de la estrella, la antología de canciones famosas apostillando las distintas situaciones y sentimientos de la historia, la plasmación de un personaje mezcla de picardía e inocencia, la transformación de la muchacha humilde en glamourosa estrella de la canción, las relaciones sentimentales a tres bandas…
Acompañando a la estrella nos encontramos al italiano Raf Vallone y al francés Frank Villard en los papeles del aristocrático Fernando, el eterno amor de la protagonista y Henri, el empresario que prendado de ella la convierte en estrella y acompaña de forma incondicional su fulgurante ascenso a la fama, como haría Armando Calvo como el representante Juan Contreras de “El último cuplé”. Vallone, prototipo del galán viril en estos años, venía de rodar en nuestro país junto a Carmen Sevilla “La venganza” (1957), un filme de Juan Antonio Bardem de profundos tintes políticos del que el actor se sentía tremendamente satisfecho, de manera que para él la película de Amadori era un proyecto de interés menor. Sin embargo la química con la Montiel en el filme es magnífica, así como el partido que el actor saca a su personaje, a pesar de que a sus 42 años resultaba un tanto mayor para interpretar al jovencito alocado de la primera parte de la historia. Lo cierto, es que el actor obtendría una gran proyección con esta película siendo recibido a los acordes de “La violetera” en muchos locales a los que acudiera en el futuro. Frank Villard ofrece una interpretación fría y cerebral mientras forja el talento de la estrella, a la que va añadiendo emotividad a medida que se enamora y permanece a su lado centrando su vida en ella, realizando una interesante progresión con su personaje. La siempre excelente Ana Mariscal sería la Condesa Magdalena, compitiendo con la protagonista por el amor del galán, lo provoca algunas de las escenas de enfrentamiento típicas del cine de la Montiel y que se repetirían a lo largo de varios títulos casi con idéntico esquema argumental como parte del personaje cinematográfico de la estrella manchega. Curiosamente al ser rodada en régimen de coproducción Ana Mariscal participaba como representación sindical española en el elenco protagonista, ya que por entonces Sara Montiel era mexicana, nacionalidad que la artista la había solicitado durante su larga estancia en este país. La propia actriz relataba esta anécdota a Fernando Méndez Leite en el programa “La noche del Cine Español” (1984) dedicado a su carrera, comentando además que cobraría por su participación en la cinta casi el mismo salario que la estrella, principal motivo por el cual se decidió a realizar la película a pesar de tener un rol menos destacado. Tomás Blanco como el hermano mayor de Raf Vallone, Pastor Serrador como el íntimo amigo y confidente de éste y una fantástica Tony Soler, componiendo el personaje más castizo y el único de acento cómico de la película, como la cupletista de medio pelo que es casi una hermana de la protagonista, completan el elenco principal.
La banda sonora es sin duda uno de los puntos principales del filme y como tal se cuidó al máximo la selección de temas intentando adaptarlos al argumento, apostillando por lo general los sentimientos y situaciones vividas por los personajes. El álbum con las canciones de la película se editó, con portadas exclusivas para distintos países, en medio mundo con un enorme éxito. Con el célebre cuplé del maestro Padilla a la cabeza, que es interpretado en dos ocasiones a lo largo del metraje, nos encontramos con otros cantables no menos conocidos que en la voz de la Montiel cobrarían una nueva dimensión poniéndose de nuevo de moda e incluso asociándose de forma popular a su persona a partir de entonces, a pesar de que todos ellos habían sido estrenados tres décadas antes por artistas de renombre y que hicieron espetar airadamente a la antigua “reina del cuplé”, Raquel Meller, la famosa frase: “Además de imitarme y cantar mis canciones, Sara Montiel tiene voz de sereno”, aludiendo al tono grave y espeso con que la artista abordaba la interpretación del género. Sara interpreta once de los catorce temas presentes en la banda sonora entre los que se encuentran “El Polichinela”, “Rosa de Madrid”, “Mimosa”, “Es mi hombre”, Agua que no has de beber” o “Mala entraña”. Los otros temas de la cinta son interpretados con irresistible gracejo por Tony Soler y Blanquita Suárez, que fue una de las estrellas del género en los años veinte del pasado siglo. Como curiosidad cabe comentar que una de las canciones, presente en la edición discográfica de la película, sólo aparecería en la versión francesa de la misma. Se trata del tema romántico cantado en italiano “Catarí” que sustituía al “Tus ojitos negros” de la versión hispana. Este sistema de dobles versiones en el que se incluían para el mercado exterior escenas que no estaban presentes en la versión original, principalmente por motivos de censura, sería una práctica bastante habitual en las coproducciones de la época. Del mismo modo en la copia para el mercado europeo existe una escena en la que la estrella aparece ataviada con una sugerente negligé y la melena suelta mientras espera a su amado en el pisito que este ha alquilado para vivir su romance, que en la versión española es sustituida por un elegante vestido de color violeta, el escote cubierto con un tul del mismo color y el pelo perfectamente recogido en un elaborado moño.
En los aspectos técnicos la cinta presenta una cuidadísima factura, en la que se nota la inversión realizada por sus productores. La magnífica fotografía en color se debería Antonio Ballesteros, los excelentes decorados, que ganarían el premio en esta categoría del Círculo de escritores cinematográficos, corresponden al mítico Enrique Alarcón, mientras que los ricos fondos musicales serían compuestos por Juan Quintero y el cuidado vestuario corresponde a Humberto Cornejo. La película supuso un fabuloso éxito comercial y un triunfo personal para su protagonista, que ganaría aquel año el premio a la mejor actriz del Sindicato Nacional del Espectáculo y su homónimo del Circulo de Escritores cinematográficos por su interpretación. El filme se mantendría en cartel durante casi un año de manera ininterrumpida en su local de estreno, obteniendo un éxito similar en todos los países donde fue estrenada, incluyendo la Europa del Este, tradicionalmente reacia a nuestro cine por las circunstancias políticas.
Tras el éxito de “La Violetera” Sara Montiel asentó su posición estelar en el panorama cinematográfico hispano, estatus que reafirmaría con sus siguientes vehículos musicales, creando un personaje que con escasas variantes estéticas y psicológicas se mantendría en primera línea hasta finales de la década de los sesenta del pasado siglo, convirtiéndose en uno de los iconos indiscutibles de nuestro cine.
domingo, 3 de abril de 2022
Sara Montiel… En un lugar de la Mancha (1ª parte)
La manchega universal, el
rostro más bello que jamás retrató nuestro cine, Sara es en rigor todo un mito
del mundo del espectáculo. Desde su sensacional irrupción con “El último cuplé”
(1957) hasta hoy, la máscara del personaje sigue fascinando y dando que hablar
tanto a defensores como detractores. Llegó para encender la pantalla en una
época en el cine español estaba necesitando urgentemente de “fuego”, y la
carnalidad y el paladar de la Montiel mantuvieron esa llama viva durante casi
dos décadas. Aunque sin duda su éxito responde a unas necesidades muy
concretas, el carisma y la estatura de la estrella hicieron que perdurase más
allá del fenómeno inicial. Fue una personalidad tan seductora que se impuso a
cualquier consideración interpretativa, y estuvo muy por encima de los
repetitivos y mediocres argumentos de sus películas. Desde los tiempos de la
gran Imperio Argentina, ninguna otra artista había constituido una inversión
tan segura para los productores y discográficas, ningún otro nombre había
traspasado fronteras estableciéndose en mercados tan escépticos a nuestro cine
como Francia, la antigua Yugoslavia o la Unión Soviética, donde las películas
de la Saritísima eran canjeadas por madera y petróleo. Fue un nombre que se
convirtió en leyenda, una leyenda que nació para perpetuarse y permanecer en la
memoria y la historia del cine, a pesar de sus excesos y la irregular calidad
de su filmografía.