A pesar del enorme éxito personal obtenido con “¿Dónde vas
Alfonso XII?”, de manera incomprensible la estrella estuvo cerca de dos años
sin recibir ofertas de trabajo tras la película. Entre varios proyectos fallidos, se dijo que rodaría “La
novia de Reverte” y “Los amantes de Teruel”, también se habló de un título
nostálgico en la línea de “El último cuplé”, escrito por los guionistas de este
titulado “Una chica de revista”, que tampoco llegó a cuajar. Su retorno a las
pantallas se produjo con la adaptación de una obra de los Álvarez Quintero
dirigida por Luis Marquina, “Ventolera” (1961). Aunque en la película se daban
cita todos los tópicos habituales del teatro de los dramaturgos sevillanos,
estos aparecían convenientemente modernizados a la época, en una comedia amable
que se veía con agrado, donde Paquita estaba muy bien como actriz y bellísima
como mujer. A este título le siguió otro de similares pretensiones, dirigida
igualmente por Marquina, basado en una comedia de José Mª Pemán, “La viudita
naviera”, donde la estrella jugaba al “vodeville decimonónico” con un excelente
reparto encabezado por Mary Santpere, Ismael Merlo y Arturo Fernández.
A continuación sorprendió a propios y extraños,
presentándose en el teatro Bellas Artes de Madrid, interpretando el papel de la
novia de la obra de García Lorca “Bodas de sangre” dirigida por José Tamayo,
que dedicó encendidos elogios la entrega y dedicación a su personaje, lo que
demuestra que la estrella intentaba buscar nuevas formas de impulsar su carrera
artística abordando otros géneros que le ofrecieran más posibilidades como
actriz, que desgraciadamente no tuvieron continuidad.
En este punto llegó un título explosivo. Luis Sanz decidió
producir una película protagonizada por las tres máximas figuras del cine folclórico
nacional, Lola Flores, Carmen Sevilla y Paquita Rico. El rodaje produjo ríos de
tinta, se habló de exigencias de divismo por parte de las tres estrellas, de
peleas por tener el mejor plano en cada número, haciendo un infierno la labor
del argentino Luis Saslavsky, realizador del filme. Sin embargo ellas, que eran
amigas y comadres, juraron llevarse extraordinariamente bien y declararon que
todo lo comentado era simplemente publicidad para una película que constituyó
un auténtico “canto de cisne” del cine folclórico. De todo ello quedó una
anécdota para la posteridad, dado que las tres querían figurar en primer lugar
en los títulos de crédito, hubo que colocar los nombres en forma de aspa para
que de este modo no hubiese primeras, ni segundas y contentar las exigencias de
las tres. La película, resultó una historia rutinaria sobre tres muchachas que
trabajan en un “tablao” madrileño y buscan el amor y la fama, una especia de
“Las Girls” sin un George Cukor que las amparase. El escaso éxito del filme
demostró que la formula había dejado de ser rentable cerrando un capítulo en la
historia del cine musical patrio, que aún daría algunos títulos aislados de poca
fortuna y menor interés. De los números musicales, tan solo “A tu vera”
interpretado por una enérgica Lola Flores consiguió hacerse popular. Paquita
una vez más dio lecciones de buen gusto interpretando con su elegancia habitual
el pasodoble “El beso” de Ortega y Moraleda y la canción “En un barco velero”
de Moraleda y Rafael de León. No obstante a causa de su pintoresquismo y cierta
tendencia “kitsch”, se ha convertido en título de culto dentro de la
filmografía de las tres estrellas y del cine español en general.
Tras esta desalentadora experiencia los siguientes títulos
de la actriz apenas tuvieron repercusión. En 1962 participó en uno de los
primeros western rodados en España en régimen de coproducción con Estados
Unidos titulado “Tierra brutal” (The savage guns), Don Taylor y Richard Basehart eran la
aportación americana de una película que no despertó gran interés destinada a
los cines de doble programación. Intentó de nuevo explorar su faceta más
dramática escoltada por Adolfo Marsillach y Jorge Mistral en “Historia de una
noche” (1963), un melodrama de tintes negros bien narrado y con un trabajo muy
encomiable por parte de la artista que hubiera merecido mejor consideración
crítica. Al igual que su siguiente aventura internacional, la coproducción italiana
“Las Otoñales” (1964), un filme de episodios muy al gusto de los años sesenta,
en el cual interpretaba a una artista de cabaret, lo que la permitió aparecer
“sexi” en el danzón “Yo tengo algo” y lucirse a la antigua usanza, bata de cola
incluida, con el pasodoble “Carmen, la
cigarrera” . Tras prestar su voz en el documental de Javier Aguirre “España
insólita” (1964), abandonaría las pantallas para centrar su carrera en los
escenarios con obras pensadas a su medida como “Una estrella para todos”,
“Ella”, “¡Ay, molinera!”, “La copla y el cante” o “La novia de España”, con las
que llenó los últimos años sesenta y los primeros setenta. Reapareció
desempeñando un breve papel en el filme multiestelar “El taxi de los
conflictos”(1970), en el cual aparecían en papeles episódicos y de forma
totalmente altruista, la práctica totalidad de estrellas de nuestro cine, en
ayuda del productor Benito Perojo.
En 1977 apareció como Ana de Pantoja, en un título maldito
de Tomás Aznar “Viva/ Muera Don Juan”, un filme pseudo erótico que seguía la
moda de la época de desnudar clásicos literarios, al estilo de “La lozana
andaluza” (1976), “El libro del buen amor” (1976) o “Cuentos de las sábanas
blancas” (1977). El papel de Paquita era episódico frente al de actrices de la
nueva generación como Angela Molina o Massiel.
Llegado este punto su brillo estelar era ya parte del pasado,
un estilo alejado completamente de las nuevas corrientes cinematográficas por
lo que su carrera, como la de casi todas las artistas de su género, se limitaba
a las presentaciones personales en teatro y televisión. Lástima que no rechazase
intervenir en aquel bodrio titulado “El Cid Cabreador” (1983) dirigida por
Angelino Fons y que seguía la moda de contar la historia de forma grotesca, por
no decir burda, impuesta por títulos de increíble éxito como “Cristóbal Colón,
de oficio descubridor” (1982) o “Juana la loca... de vez en cuando” (1983).
Para la presente Paquita interpretaba a una caricaturesca Doña Urraca, si
consideramos que El Cid del título era el domador de circo Ángel Cristo se
comprenderá el resultado final del producto.
Al contrario de la mayoría de las estrellas de su género,
llevó su vida privada con absoluta discreción, lejos de los focos y la mirada
curiosa. Se casó por lo civil en 1960 en el transcurso de una gira por América
con el banderillero Juan Ordóñez, hermano del torero Antonio Ordóñez, del que
enviudaría en trágicas circunstancias cinco años después. Tras esta dolorosa
experiencia, que al parecer la marcó de por vida, volvería a contraer
matrimonio en 1968 con Guillermo Arocha, un empresario canario del que enviudaría
en el año 2002.
Como cantante siempre conservó un gusto exquisito, y su
retirada del mundo artístico se produjo con la clase que caracterizó siempre su
trabajo, sin escándalos ni aspavientos, con la misma grandeza y distinción con
la que adornó el papel de aquella reina romántica y racial, cuya temprana
muerte la introdujo en aras de la leyenda, del mismo modo que su intérprete
alcanzó la inmortalidad al darle vida en la penumbra de las salas de cine. Los
últimos años de su vida regresó a Triana, su barrio natal, donde por voluntad
propia se alejó de toda vida pública rodeada de sus sobrinos, ya que no tenía
hijos, hasta su fallecimiento por neumonía el 9 de Julio de 2017 a los 87 años
de edad.