Este exitoso título, supuso por encima de todo, la consagración cinematográfica de su protagonista, la sevillana Paquita Rico, obteniendo un triunfo personalísimo gracias a una historia a medio camino entre el melodrama y el filme folclórico al uso, con un guion que rodeaba el personaje de un tinte de misterio apasionado y legendario. La hermosa gitana de carácter romántico destinada a morir en los brazos de un amor imposible. Su director, Ramón Torrado, fue el principal responsable del lanzamiento de la Rico en el cine, las seis películas que rodaron juntos formaron en cierto modo la columna vertebral de la carrera cinematográfica de la artista sevillana, asentando su imagen y estilo en la pantalla. La fotogenia y talento de Paquita harían el resto.
Lo cierto es que Paquita es el alma de la película y Torrado se encarga de enfatizar no solo su exultante belleza, sino todo su magnetismo frente a la cámara, opacando el trabajo de intérpretes tan sólidos y reconocidos como Alfredo Mayo o Lina Yegros, la reina del melodrama en los años de la república e inmediata posguerra. Aun así, Mayo cumple con solidez en su personaje de galán maduro de plateadas sienes, aportando un toque de distinción y serenidad a los aspectos más desmadrados del argumento. El actor empezaba a dejar atrás su época de gloria como galán heroico y romántico a la par que empezaba a ganar en recursos y sabiduría dramática, lo que le haría desarrollar una segunda carrera con títulos tan interesantes como “La Caza” (1966) de Carlos Saura. Aquí se dedica a acompañar lo mejor que puede al estrellato indiscutible de la protagonista en una historia planteada para el lucimiento como actriz y cantante de esta, si bien es su sobriedad como intérprete lo que hace más creíble la historia. Algo similar le ocurre a Lina Yegros, una excelente actriz que aquí pasa de puntillas con más pena que gloria, en un personaje que no se termina de desarrollar por completo y que ofrece pocas oportunidades a su intérprete, a pesar de ser el detonante del drama final.
Torrado, que siempre fue un buen artesano con olfato para los gustos del público, pone su dirección principalmente al servicio del reparto y sus estrellas, sin grandes alardes cinematográficos. Hay algunas secuencias interesantes, como las que se desarrollan en Granada y algún número musical de especial mención, como el que Paquita canta en una calesa mientras acompaña al pintor, como un montaje de planos de acentúa el dinamismo de la secuencia, enlazándola con la letra de la canción “Caballo cascabelero”. Un momento que gustó tanto que en muchos cines el proyeccionista había de rebobinar el metraje para volverlo a repetir ante la insistencia de los espectadores.
“Debla” se convirtió en un importante éxito situando a su estrella a la cabeza de las figuras folclóricas del momento, tomando el relevo generacional de las figuras del pasado, junto a sus comadres Carmen Sevilla y Lola Flores. El retrato al óleo que le hicieron a su protagonista para la cinta y que presidía el prólogo y los planos finales de la misma, sería conservado por Paquita Rico hasta su fallecimiento, como símbolo de aquel título que tanto contribuyó a su lanzamiento como figura de nuestro cine.
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