viernes, 11 de febrero de 2022

"La Tirana" (1958) Juan de Orduña

 


 “La Tirana” fue un proyecto largamente acariciado por Orduña, empezaría a gestarse en 1952 concebido como un musical histórico al estilo de los que el director había realizado con Juanita Reina en los años cuarenta y protagonizado por esta. La idea se retomó en 1955 con Paquita Rico interpretando a “La Tirana” junto al italiano Vittorio Gassman, siendo denegado el permiso de rodaje del argumento “por razones morales”, haciendo que el apoderado de la Rico protestase ante la Dirección General de Cinematografía por el perjuicio que esta situación había causado a la artista. Al regreso de Sara Montiel a España en 1955, Orduña ofrece a la actriz manchega este guion y el de “El último cuplé”, aceptando el último a estancias de su representante Enrique Herreros. El éxito del filme, como es sabido, convertiría a Sara en la gran estrella del cine español, momento en el que el realizador le volvería a ofrecer rodar juntos “La Tirana”, pero ella prefirió embarcarse junto al productor Benito Perojo en otro proyecto sobre la “Belle Epoque” titulado “La Violetera” (1958) dirigida por el argentino Luis César Amadori, con lo que el filme pasaría de nuevo a manos de Paquita Rico. El resto ya es historia de nuestro cine. Sara consolidó su posición estelar en la industria con este filme, mientras que la película sobre la tonadillera goyesca de Orduña pasaría prácticamente desapercibida por las pantallas, 21 días de exhibición en el cine de estreno frente al año que permanecería la cinta protagonizada por la Montiel.


El argumento se centraba en las aventuras amorosas de la actriz sevillana Mª del Rosario Fdez, apodada “La Tirana”, que triunfó como trágica en el madrileño Teatro del Príncipe en las postrimerías del siglo XVIII, siendo coetánea de Moratín y Goya quién la pintó en dos ocasiones. Por supuesto estos personajes, además de los Duques de Alba o el torero Costillares, aparecían en la película junto a otros inventados que formaban parte fundamental de la trama.

El principal problema de la cinta es que pertenecía a un estilo de cine, el musical decimonónico, que se había llevado una década antes, lo que hizo que la película a pesar del esfuerzo de producción, costó más de 7.000.000 de pesetas y el uso del color, resultase anticuada antes de su estreno, tanto en su armazón de cartón piedra como en su grandilocuencia teatral, que unidas a un mediocre guion y la superficialidad con que eran tratados los personajes y situaciones históricas llevaron la película al fracaso. Ni siquiera el tratamiento que Orduña hace del personaje central de toda la trama, con una bellísima Paquita Rico a la que fotografía con los encuadres y primeros planos típicos de la Montiel y disfraza con los escotes de la estrella manchega, consigue remontar el interés por un argumento lleno de lagunas difíciles de solventar y situaciones tratadas con una simpleza melodramática de serial radiofónico. A día de hoy se recuerda como inevitable momento “kitsch” aquel en que Paquita interpretaba nada menos que la “Antígona” de Sófocles, mientras entre bastidores la observa toda una Nuria Espert, en la cumbre de su prestigio como interprete escénica, relegada al papel de la intrigante Virtudes, criada de “la Tirana”, que a ojos de hoy se alza como el personaje más potente de la película, con una doble lectura lésbica más que interesante, ya que su maldad a ultranza deja entrever una obsesión enfermiza por su señora que se parece mucho a la pasión amorosa no correspondida. De hecho el personaje de Virtudes no presenta el tratamiento habitual de los roles femeninos al uso, es resuelta, fría e implacable y no da muestra alguna de debilidad salvo en la escena en que “La Tirana” es maltratada por uno de sus amantes. Otro rasgo poco habitual del cine de la época es que un personaje tan malvado no tenga el correspondiente castigo, ya que desaparece de la historia sin ninguna consecuencia a sus malas acciones. En el argumento original Virtudes moría aplastada por una carroza pero esta escena no llegaría a rodarse.

Sobre este particular cabe reseñar que la película se estrenó con un final diferente al que podemos ver en la versión que se conserva a día de hoy. En el original, mucho más lógico y mejor contado, “La Tirana” acudía a una cita con su amante, el Vizconde de Acarí, para escapar a América juntos en busca de una nueva vida, siendo interceptados por el villano de la historia, el Duque de Fornells, que muere en duelo a espada y hiere de gravedad al Vizconde que expira en brazos de su amada. “La Tirana”, destrozada y sola, se refugia en su arte trasladando su angustia al personaje de “Antigona” clásica. En el montaje que se conserva, Goya y la Duquesa de Alba preparan la reconciliación entre el Vizconde y “La Tirana”, en paralelo se muestran retazos del duelo a espada entre este y el Duque, muriendo el segundo y siendo herido el primero, aunque en la siguiente escena aparece sonriente y sin ningún rasguño, cerrando la historia con un forzado final feliz entre ambos sin mediar palabra alguna. Ambas versiones circularon en paralelo durante un tiempo, aunque finalmente es esta segunda la que ha prevalecido en las proyecciones actuales del filme, seguramente porque es la que ha sido restaurada para su comercialización.


Las tonadillas que salpican la película, compuestas por Ochaita, Valerio y Solano e inspiradas en motivos musicales de la época, se alternan con curiosos anacronismos como el fandango de “Doña Francisquita” de Amadeo Vives o “El baile de Luis Alonso” de Jerónimo Jiménez, obras que no se habían compuesto aún en la época en que se desarrolla el argumento, por lo que resulta extraño que se incluyan en la banda sonora. Paquita Rico interpreta los números musicales con su delicadeza y buen gusto habituales y su fotogenia es extraordinaria, aunque como ya se ha comentado, se ve que Orduña está en todo momento intentado replicar la sensualidad del personaje de Sara Montiel sin conseguirlo. El erotismo de la manchega y su magnetismo natural con la cámara no se acerca en ningún momento a la personalidad de Paquita, más romántica y serena. A nivel interpretativo la artista se queda muy lejos de las exigencias que recrean la tragedia de “Antigona” y un tanto excesiva en el resto de su composición, muy al gusto del realizador madrileño a la hora de dirigir a sus actores. El malvado de la función sería Pedro López Lagar como el Duque de Fornells, un actor proveniente del teatro clásico con nula experiencia cinematográfica y bastante pasado de gesto, dando vida al protector de la protagonista empeñando en no abandonarla, obstaculizando todos sus amores. El mexicano Gustavo Rojo interpreta el doble papel de Conde de San Esteban y Vizconde de Acarí, ambos hermanos enamorados de “La Tirana” en dos momentos distintos de la historia, cumpliendo como galán y poco más. Nuria Espert fue Virtudes la intrigante doncella de la protagonista, uno de los personajes más interesantes como ya se ha comentado. El actor portugués Virgilio Teixeira, propuesto en los inicios del proyecto a principios de los cincuenta como protagonista junto a Juanita Reina, daría vida a Goya en cuyos grabados se inspira la ambientación del filme y la recreación de la época. El atractivo José Moreno, uno de los actores fetiche de Orduña interpreta al torero Costillares, mientras que Luz Márquez hace lo propio con la Duquesa de Alba.


Sigfrido Burmann fue el responsable de los espectaculares decorados, de lo mejor de la cinta, mientras Cecilio Paniagua se haría cargo de la cuidada fotografía en color. La película se estrenaría en el cine Rialto de Madrid el 23 de Diciembre de 1958, con tibias críticas y escaso éxito de público, a pesar de que toda la industria estaba pendiente del siguiente proyecto de Orduña tras el “boom” que supuso “El último cuplé”, con cuyas ganancias pudo producir el presente título. Tras esta poca alentadora experiencia el realizador madrileño se embarcaría en una nueva aventura musical, esta vez desarrollada en el mundo de Zarzuela, titulada “Música de ayer” (1959) y que se presentaría con el eslogan “la película hermana de El último cuplé”, en otro intento de llamar al público a las salas que no tampoco terminaría de funcionar.



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