lunes, 25 de diciembre de 2017

Lola Flores... Triunfo en España y América" (3ª parte)



Tras su separación de Caracol en 1952, firma un famoso contrato con el productor cinematográfico Cesáreo González por la astronómica cifra de dos millones de pesetas de la época, que incluía el rodaje de varias películas y presentaciones personales en la América hispanoparlante. El primer título de su compromiso con el productor gallego sería una entretenida cinta de bandidos, "Estrella de Sierra Morena" (1952), llena de falsos tópicos y el irresistible flamenquismo barroco sobre el que se comenzaría a cimentarse su leyenda. Ella era la hija del corregidor criada desde pequeña por una partida de bandoleros generosos, que al crecer sin ser consciente de su condición se enamora de un capitán de Migueletes con el rostro y la figura de Rubén Rojo, galán con el que la artista viviría un corto romance fuera de la pantalla. Además del arte de Lola, una vez más se usaba el reclamo del Cinefotocolor para aumentar el atractivo de la historia. Dirigió el inevitable Ramón Torrado, realizador de la mayor parte de la producción folklórica de los años cincuenta. Tras el rodaje Lola parte rumbo a México a cumplir con la siguiente parte de su contrato.



Debutó el 12 de mayo de 1952 en la Sala Capri del D.F obteniendo un éxito estruendoso ante un público selecto que, parece ser, quedó hipnotizado por la fuerza de su cante y baile absolutamente intuitivos. Tras su formidable debut mexicano, Lola recorrería con igual fortuna los mejores locales de Buenos Aires, Río de Janeiro, Bogotá, Caracas, Montevideo, La Habana, Puerto Rico y Nueva York, cosechando sonados triunfos a la par que sentaba cátedra racial, convirtiéndose de este modo en la embajadora de todos los tópicos atribuibles a la madre patria. De regreso a México aprovecharía su estancia para rodar un par de títulos. El primero de ellos sería "Reportaje" (1953), una cinta multiestelar dirigida por Emilio Fdez "El Indio", donde se interpretaba a sí misma en medio de un impresionante reparto en el que aparecían de forma episódica las mayores estrellas del cine hispano americano. El segundo sería un vehículo pensado exclusivamente para su lucimiento dirigido por Miguel Morayta que se convertiría en uno de sus mayores éxitos en la pantalla, "Pena, penita, pena" (1953). Escoltada por los populares "Charros" Antonio Badú y Luis Aguilar, Lola se lucía en medio de una historia que le permitía lucir al máximo sus facultades artísticas, arrebatando al público con una soberbia creación de la Zambra que da título a la película, rodada en una sucesión de primeros planos en los que la artista trasmite un realismo escalofriante. Esta fue la primera coproducción con México realizada por el avispado Cesáreo González, que daría inicio a lo que pudiéramos definir como "cine de castañuela y espuelas" aludiendo a la mezcla del folklore de ambos países y la única que tendría un éxito importante siendo estrenada con todos los honores, ya que la mayoría de títulos de este subgénero rodados posteriormente serían estrenados en locales de segunda categoría, generalmente como complemento de programa. De hecho el resto de vehículos mexicanos de la jerezana pasarían de la medianía a la mediocridad más absoluta y previsible.



Sin embargo ella obtuve otro triunfo personal a su regreso a España en honor de multitudes con su primer espectáculo en solitario tras su ruptura con Caracol, "Copla y Bandera" (1953), donde comenzaría a forjarse su leyenda. En 1954 se metió en el difícil "embolao" de sustituir a Imperio Argentina en una nueva versión de "Morena Clara" dirigida por Luis Lucia, que realizó un filme entretenido aunque lejos del encanto y calidad de su antecesor. Acompañada por Fernando Fernán Gómez en el papel del fiscal y Miguel Ligero repitiendo el personaje de "Regalito", esta versión en color y con notables alteraciones sobre el original queda como un vehículo para fans de Lola, en el que la artista se esfuerza por emular a la gran Imperio a base de chascarrillos, salero gitano y chistes de fácil digestión, a años luz de la matizada e inolvidable interpretación de su antecesora. Aún así sin duda lo más destacable de la cinta sigue siendo la participación de su protagonista y su magnetismo dando vida a las canciones.



En su siguiente título "La hermana alegría" (1954), llevaba a cabo otra de las transformaciones preferidas del cine folklórico español. de flamenca amable a monja salerosa, que lo mismo retira del "mal camino" a chicas descarriadas que se arranca por bulerías, demostrando que el cante y el baile no están reñidos con los hábitos por muy elevados que estos sean. A falta de otros alicientes Lola nos deleitaba en una escena onírica con una de sus creaciones más famosas "La Zarzamora", interpretada de forma insuperable como emblema de su arte personalísimo. Llegado este punto se empeño en demostrar que ante todo podía ser una buena actriz al estilo popular de Anna Magnani, declarando que se sentía desaprovechada por un tipo de cine que no aprovechaba su talento dramático, eligiendo para demostrarlo "La danza de los deseos" (1954) un film  que como mucho la mostró histérica y sobre actuada. Realizada por un Florián Rey ya decadente y falto de inspiración, pretendió ser un título de calidad que resultaría mediocre y poco creíble, uno de los peores de su director, a pesar de que la publicidad pagada de Suevia Films se jactaba de anunciar pomposamente "Una nueva Lola Flores en una película que causará sensación", "La consagración de Lola Flores como primerísima actriz dramática", "Distinta a todas sus creaciones anteriores, Lola Flores le entusiasmará en La Danza de los deseos". Nada de esto por desgracia se noto en la película, ni en la taquilla. Intentando darle un aire de "maggiorate" de neorrealismo italian0, se la llevaron a un islote solitario criada por un ciego y mostraron su esplendida naturaleza hasta donde la censura de entonces permitía. La niña ya crecidita conocía al galán José Suárez del cual se enamoraba y de su mano huía a Marsella, cayendo a raíz de una seria de infantiles circunstancia en el mundo del hampa y la prostitución, todo ello narrado a través de unos diálogos que rayaban el ridículo. Con tan "altas premisas" la artista esperaba obtener el premio a la mejor actriz del Festival de San Sebastián de aquel año y apenas pudo disimular su enfado cuando este recayó en Marisa Paredes por su intervención en el filme "La patrulla" (1954) de Pedro Lazaga. 





Lo cierto es que el potencial dramático al que Lola aludiría a lo largo de toda su carrera, no tuvo el tratamiento adecuado hasta muchos años más tarde. Los productores preferían jugar la baza segura de su fuerza racial para el cante y baile, obviando lo que la artista podía dar de sí en otro cine y otra industria más ambiciosas, menos estereotipadas... (continuará)

lunes, 4 de diciembre de 2017

Carmen Sevilla... La novia de España (1ª parte)



Poseedora de una belleza soberana y una simpatía arrebatadora, la dama de las ovejitas fue en su juventud "la novia de España", la sonrisa más sana y feliz exportada allende nuestras fronteras. De la mano de Luis Mariano se convirtió en una estrella cinematográfica de primera magnitud, gracias sobre todo a esas "Violetas Imperiales" con las que conquistó al público dentro y fuera de nuestro país, pero antes del feliz encuentro con "el príncipe de la Opereta" la simpática Carmencita llevaba rodadas seis películas en las que ya había dejado patente su fotogenia y su talento para el cante y el baile, que la convertirían en una de las favoritas de la década de los cincuenta, formando junto a sus amigas y comadres Lola Flores y Paquita Rico lo que dio en llamarse "el triunvirato del cine folklórico" o en palabras del siempre ocurrente Terenci Moix "El filón del Osú".


Cuando ya asentada su carrera se le dio la oportunidad de abordar proyectos de mayor calado descubrimos con admiración que además podía ser una buena actriz, sin duda alguna la más versátil y cinematográfica de cuantas estrellas de la canción andaluza surgieron al amparo del esplendor del género en la pantalla, con el permiso de Paquita Rico, aunque Carmen tendría a la larga una carrera más interesante y duradera que esta otra. De todas ellas Carmen fue la que desempeñó un papel más moderno, seguramente porque su físico y su voz se alejaban un tanto de la imagen racial al uso. Vino a representar un papel parecido al de las vecinitas de enfrente del cine americano. Aunque hubo concesiones al folklore tradicional siempre estuvo más cercana a la novia confidente, la compañerita ideal, la amiga cercana, que al carácter pasional de Paquita o el temperamento arrebatador de Lola. Como ella misma proclamaba en su canción bandera siempre fue aquella "Carmen de España, cristiana y decente", nunca sorprendería con hijos a destiempo, amores encontrados, ni pasiones contradictorias. Carmencita fue durante años la mayor representante de las virtudes de "la raza" y como tal se la mimó tanto artística como socialmente. Su carrera e imagen fueron sabiamente cuidadas dosificando las dosis de ternura, sofisticación y controlada sensualidad a partes iguales. Porque no podemos olvidar que Carmen era, como se decía entonces, una real hembra que siempre jugó al erotismo inocente aunque repleto de picardía, capaz de protagonizar el despertar sexual de toda una generación.




Carmen García Galisteo nació el 16 de Octubre de 1930 en Sevilla. Hija del letrista de canciones andaluzas José García Padilla, más conocido como "Kola", fue tentada por el gusanillo del arte desde edad muy temprana. Con tan solo trece años debutó en la compañía de Estrellita Castro, amiga de su padre, en el espectáculo "Rapsodia Española". Posteriormente formó parte de las compañías de El Príncipe Gitano, Paco Reyes y el Marqués de Montemar, en la cual se encontraban también dos jóvenes talentos destinados a convertirse en primerísimas figuras cada una en su estilo, Paquita Rico y la bailarina Ana Esmeralda. La carrera artística de Carmen y Paquita está trazada con cierto paralelismo, ya que las dos interpretaron papeles que en algún momento alguna de ellas rechazó y las dos fueron probadas para el personaje protagonista de "Serenata Española", (1946) de Juan de Orduña, que terminaría interpretando Juanita Reina. En cualquier caso Carmen logró hacerse con un pequeño papel en aquella película, una biografía de Isaac Albéniz, que se convertiría en su desconocido debut en la gran pantalla. Un año antes en 1945 había participado con un papel sin frase en el documental de Domingo Viladomat "Hombres ibéricos" donde se hacía patente su excepcional fotogenia, en cualquier caso su primera intervención destacable la realizaría coprotagonizando junto al astro latino Jorque Negrete la película "Jalisco canta en Sevilla" (1947), considerándose este el verdadero arranque de su carrera cinematográfica. Recibiendo su primer beso del Charro por excelencia, Carmencita entra en el mundo del cine por la puerta grande y con una proyección importante para una debutante, dado que la cinta era la primera coproducción con México realizada en nuestro país.




Su siguiente filme también tendría carácter de coproducción, en este caso con Argentina, aunque "La guitarra de Gardel" (1948) fue una rutinaria historia planteada para el lucimiento del cantante de tangos Agustín Irusta, donde se limitó a poner encanto en su baile y decorar con su presencia las hazañas del protagonista. Secuestrada en adelante por el cine se convirtió en la prometida "del hijo" de Conchita Piquer, en uno de las escasas incursiones en el cine de la reina de la copla en "Filigrana" (1949) dirigida por el veterano Luis Marquina con su habitual sabiduría. Hasta ese momento Carmen se había limitado a ser el contrapunto de grandes figuras de la canción en filmes montados para el lucimiento de dichas estrellas, pero en su siguiente película "La Revoltosa" (1949) recibiría su primer protagonista absoluto. Poco importó que su voz fuese doblada en los diálogos, su frescura interpretativa y su belleza se hicieron limpiamente con el papel de la célebre Mari Pepa, lo mismo que sucedería con el simpático casticismo del excelente Felipe interpretado por un jovencísimo Tony Leblanc en una de sus primeras intervenciones importantes. Tras el éxito de este filme se pondría a las órdenes del mítico Florián Rey en "Cuentos de la Alhambra" (1950) basado en la novela de Washington Irving y tendría su primer encuentro con una de sus parejas ideales, al que permanecerá eternamente asociada en la memoria sentimental de varias generaciones, el inolvidable Luis Mariano... (continuará)

domingo, 3 de diciembre de 2017

Coplas inmortales... "Pena, penita, pena" (Quintero, León y Quiroga)



Escrita para Luisa Ortega, hija del inolvidable Manolo Caracol, fue estrenada por esta en el espectáculo "Copla nueva" en 1951, donde aparecía junto a su padre en un intento de remendar la mítica pareja que el cantaor había formado junto a Lola Flores, cuya reciente separación había sembrado de incertidumbre su continuidad en los escenarios. Sería precisamente la temperamental Lola quién popularizase esta copla en una estremecedora versión incluida en la película del mismo título que "la Faraona" rodaría en México como parte de su contrato con Cesáreo González en tierras americanas. La interpretación de Lola es arrebatadora, no solo consiguió hacer suyo cada compás sino que en adelante esta sería una de las piezas angulares de su repertorio, aún hoy asociada a su memoria, relegando a un segundo plano a su creadora original.




Lo cierto es que Luisa Ortega no tuvo la suerte que su voz y personalidad merecían. Fue una magnífica cantante, pura y racial, a la que le cayó en suerte la difícil papeleta de reemplazar la fuerza de Lola en los escenarios, ya que para el público el recuerdo de la gaditana iba inevitablemente asociado al de su padre, comparanza en la que cualquier artista saldría mal parado. No sería esta la única creación de Luisa que Lola hiciera célebre por todo el mundo, igual caso se daría con otra zambra famosa "Limosna de amores", estrenada también por ella y popularizada a través del cine y la canción por Lola con formidables resultados.






La historia de la canción española está llena de casos similares, los autores eran los dueños y señores de sus obras y aunque las escribiesen pensando en una artista o espectáculo concretos, las cedían a otras estrellas del género con el afán de rentabilizarlas o como en el caso que nos ocupa popularizarlas por todo el mundo, ya que la proyección de las figuras del cine no tenía parangón con las del teatro en ese momento.




Esta inmortal zambra dramática y excesiva hasta la locura ha sido fuente de inspiración para muchos otros, aunque ninguno ha conseguido superar la vibrante interpretación de Lola Flores, pieza clave de todo el repertorio, lo que hizo que durante muchos años ningún artista se atreviese con ella. Sin embargo ha tenido singulares versiones en boca de Carlos Cano, Joan Manuel Serrat, Malú, Isabel Pantoja, Lolita, Falete, la actriz Gala Évora en la biografía que interpretó para la pantalla sobre la vida de Lola y Clara Montes entre otros... Incluso el trío latino Los Panchos se hizo eco de esta bellísima copla en una versión dulce y aterciopelada como su música.







sábado, 11 de noviembre de 2017

Estrellita Castro... Declive y final (3ª parte)



Durante los años cuarenta Estrellita continúa su carrera en los escenarios con espectáculos como "Policromías de España" y "Romería", con los que recorre todas las capitales españolas, aún con éxito. En 1953 reaparece en la pantalla con la coproducción mexicana "Gitana tenías que ser", protagonizada por su ahijada artística Carmen Sevilla junto al ídolo azteca Pedro Infante. A ella le tocó en suerte el rol secundario de la tía de la artista, en el que volvió a desplegar todos los recursos cómicos que le habían hecho famosa llevándolos a la exageración, evidenciando de este modo que su momento comenzaba a pasar.




A finales de los años cincuenta empezaron a tributársele los primeros homenajes, pero ella se resistió a retirarse a pesar de que ya era considerada una figura del pasado. Con su brío característico continuó realizando presentaciones personales en los espectáculos "Abanico español" (1961), "De América a España" (1965) y "Operación simpatía" (1967). A finales de los años 60 efectúa una nueva colaboración cinematográfica en la película "La niña del patio" (1967), mediocre filme y absoluto fiasco que abarataba el cine popular en un asunto falto de toda inspiración a pesar de contar con la intervención de diversas figuras muy populares, entre ellos Pepe Blanco, Juanito Valderrama y Dolores Abril. En 1970 participa en "La casa de los Martínez", película dirigida por Agustín Navarro al amparo del popular programa de televisión de entonces y dos años después realiza su última aparición en la pantalla en la comedia "Casa Flora" (1972), protagonizada por Lola Flores, donde se marcaba un surrealista tanguillo por teléfono con "La Faraona" que rallaba la genialidad y que ambas artistas convertían en la mejor secuencia de un filme por otro lado más que discreto.




Los últimos años de su vida ofrecieron una triste imagen de la estrella de antaño, con sus facultades considerablemente mermadas aunque acompañada siempre de su proverbial simpatía, siguió trabajando allá donde quisieran contratarla. Se comentó que estaba arruinada y que seguía trabajando por pura necesidad, pero lo cierto es que ella se hartaba de declarar a los periodistas que no pensaba retirarse nunca porque el escenario era su vida. Murió un 10 de Julio de 1983 casi ciega, siendo una de las primeras figuras de la edad de oro de la copla en desaparecer, creando un profundo sentimiento popular. Fue enterrada por expresa voluntad con su sempiterno caracolillo sobre la frente, que fue una de sus señas de identidad durante toda su carrera. Con ella se marchaba el máximo exponente del folklore andaluz que defendió con gallardía en los años difíciles, cuando la copla se encontraba arrinconada por la música sajona. Siempre fiel a su estilo, nunca traicionó su código artístico, antes bien lo mantuvo contra viento y marea, demostrando la autenticidad de su arte único e irrepetible. Hoy día sigue siendo icono de prestigio e intérprete privilegiada de la canción popular... Una auténtica inmortal.



martes, 7 de noviembre de 2017

"Lola Flores"... Lola y Manolo (2ª Parte)



Decidida a no desaprovechar el triunfo personal obtenido en el espectáculo "Cabalgata" (1943) cedió a los requerimientos del anticuario Adolfo Arenzana, rendido admirador de sus encantos, que terminaría convirtiéndose en empresario de su primer espectáculo como figura. Lola exigió la contratación de Manolo Caracol, uno de los mejores "cantaores" de todos los tiempos, para darle la réplica en su baile. Tuvieron una entrevista con Caracol y éste aceptó a cambio de 500 pesetas diarias, una fortuna para la época. De este modo nació "Zambra", el espectáculo con el que se forjó la leyenda...




Con "Zambra" (1944) ambos artistas escribieron su nombre con letras de oro en la historia del teatro español y de la Copla, repitiendo la fórmula con idéntico éxito con el mismo título añadiendo el año de producción a medida que se incluían nuevas escenas. En estos espectáculos Lola y Manolo brindan lecciones de arte y talento a partes iguales entre el delirio del público quedando para la inmortalidad números como "La niña de fuego", "La Salvaora" o "La Zarzamora". En ellos una Lola arrebatada de genio bailaba apasionadamente en alrededor de Caracol, mientras este la jaleaba con su cante gitano y único, como si se tratase de una llamada de amor descarnada. La pasión se trasladó al terreno personal entrando a formar parte del anecdotario del siglo XX. Su relación se convirtió en piedra de escándalo en la época, ya que Caracol estaba casado y era padre de cinco hijos.





La enorme popularidad de la pareja hacia inevitable el paso al cine, intentando plasmar el hechizo de ambos artistas en un ensayo experimental dirigido por Carlos Serrano de Osma, uno de los realizadores malditos más interesantes de nuestro cine. En "Embrujo" (1946) se intentó captar la esencia del flamenco desde una óptica más profunda, menos estereotipada, tiñendo la historia de cierto tinte subrrealista que no terminó de entenderse. Resultó un filme híbrido y extraño destinado al fracaso comercial y a la incomprensión general, a pesar del tirón popular de sus protagonistas. Visto hoy día resulta un título interesante, aunque equivocado en la forma de abordar el género, a pesar de algunas de sus bien resueltas secuencias. Su mayor atractivo lo constituye el poder ver en su momento de máximo esplendor la magia de la pareja, poniendo en imágenes algunas de sus más célebres creaciones.




En 1950 efectuaron una breve colaboración en el filme "Jack, el negro" (1950), un título de Julien Duvivier rodado en España con George Sanders como protagonista, y un año más tarde rodarían para Cesáreo González su película más popular, "La niña de la venta" (1951) entretenida historia de contrabandistas con la participación del galán mexicano Rubén Rojo dirigida por el artesano Ramón Torrado y fotografiada en Cinefotocolor, primer sistema cromático de patente española, que daba a la película un atractivo añadido en su momento. En "La niña de la venta" Lola da todo un recital tanto interpretativo, como de cante y baile, que marcaría el tono de su personalidad cinematográfica en el futuro, mezcla de su energía desbordante y gracia andaluza.




Durante años la relación tempestuosa que unía a seres tan temperamentales fue motivo de dimes y diretes. Se habló de noches de vino y rosas, de peleas descomedidas y reconciliaciones apasionadas. Lo cierto es que tras estrenar con gran éxito "La maravilla errante" (1951) y "Cante y pasión" (1951), la pareja se disolvió entre el clamor popular que gritaba "¡No os separéis!", parece ser que de modo tormentoso. No podía ser de otro modo dado el fuerte carácter de ambos. Se habló que la complicada personalidad de Caracol y su carácter posesivo, acabaron con la locura que Lola sentía hacia el hombre y el artista, por lo que la estrella decidió poner fin a la pareja. Para Manolo sería el principio del fin, para Lola el despegue a las más altas cimas del éxito... (continuará)

miércoles, 1 de noviembre de 2017

"La hermana San Sulpicio" (1934) Florian Rey



Con esta película de 1934 se estrena en el campo de la producción cinematográfica la firma Cifesa, empresa dirigida por el valenciano Vicente Casanova que desde este momento va a convertirse en la productora más importante del panorama nacional hasta el comienzo de los años cincuenta en que comienza a perder fuerza hasta desaparecer. El filme contó con un presupuesto de 350.000 pesetas de la época, una cifra mucho más elevada de la inversión media para realizar películas en la España de los años treinta, lo que da idea de la confianza que generaba el proyecto, acompañándolo de una importante campaña de promoción que incluía un concurso en una revista en el que se sorteaba el vestido de novia que Imperio Argentina usaba al final de la película.





Basada en una novela de Armando Palacio Valdés, esta obra ya se erigió como un gran éxito en su primera adaptación a la pantalla en el período mudo dirigida igualmente por Florian Rey y protagonizado por Imperio Argentina, que debutaba ante las cámaras en el papel de la singular monja, iniciando una interesante carrera que la llevaría a convertirse en la mayor estrella del cine hispano. Con esta nueva versión actriz y director consiguen el primer triunfo importante del cine sonoro español, elevando a Imperio a la categoría de mito de la pantalla. A partir de este título Imperio gozaría de un estatus que ninguna otra estrella de nuestro cine había disfrutado hasta ese momento y que se vería incrementado en las siguientes colaboraciones junto a Florian, que se convertiría en su esposo en el mismo año en que se realizó esta película. A pesar de esto el proyecto había sido inicialmente planteado para ser dirigido por Benito Perojo con Antoñita Colomé como protagonista, según cuenta la propia actriz en su biografia. Pero Imperio, que contaba ya con una gran influencia en el cine debido a sus éxitos en Joinville hizo avances con el autor de la novela para obtener el papel con Florián en la dirección, desplazando de este modo a la Colomé y al realizador madrileño, algo que la artista sevillana recordaría siempre como una mala jugada por parte de Imperio, ya que estaba convencida de que el papel de la protagonista asentaría su carrera como actriz popular.




Sin embargo como tantas veces Imperio no solo está extraordinaria en su cometido como actriz y cantante, sino que es el alma de la cinta. Desde el momento en que la cámara se encuentra con ella se produce un derroche de simpatía, talento interpretativo y fotogenia a partes iguales, haciendo que los ojos del espectador permanezcan fijos en la actriz, atentos tan solo a cuando diga y haga en la historia. Mención aparte merecen los números musicales que la voz de la artista convierten en imperecederos, conociendo de inmediato una gran popularidad, especialmente las sevillanas que permanecen ligadas a su memoria y repertorio, las famosas "¡Viva Sevilla!" que ella interpreta con ligereza y picardía acompañándose tan solo de una guitarra y unas castañuelas. El otro plato fuerte sería la petenera "Niño que en cuero y descalzo" de dificilísima ejecución, donde Imperio demuestra una técnica vocal sencillamente extraordinaria.




El resto del reparto se limitan a acompañar el protagonismo absoluto de la artista porteña, destacando por méritos propi0s el cómico Miguel Ligero, que lograría afianzar su carrera en cine con esta película presentando uno de sus tipos característicos de andaluz chistoso, en este caso un tanto retorcido. De los demás intérpretes de la cinta ninguno tendría una continuidad cinematográfica, entre ellos se encuentran el galán Salvador Soler Mari y la característica Ana Adamuz, una de las figuras más importantes del teatro español de principios del siglo XX.




Florian Rey realiza una buena labor por más que se noten aún más de la cuenta las limitaciones impuestas por el incipiente sistema de sonido, que le impiden dar a la película el ritmo y la fluidez narrativa de la que estaban dotados sus títulos silentes, en especial "La aldea maldita" (1930), considerada la obra maestra del cine mudo español. Tendrían que llegar sus siguientes títulos junto a Imperio para que lo mejor de su talento y creatividad comenzase a dar sus frutos. Aún así el éxito de la cinta fue apoteósico, colocándose a la cabeza de la recaudación de ese año, superando incluso a las cintas americanas estrenadas esa temporada. La fortuna comercial del filme se extendió al mercado Europeo e Hispanoamericano abriendo las puertas internacionales a nuestro cine.
Los exteriores de la película fueron rodados en el balneario de los Hervideros de Cofrentes, propiedad del productor, y los interiores en los estudios Ecesa de Aranjuez inaugurados  un año antes con otra producción dirigida por Rey e interpretada por Imperio, "El novio de mamá" (1933), en la que también intervendría Miguel Ligero y que supuso el reencuentro de actriz y director tras el paréntesis de Joinville, localidad en la que se desarrollaría toda la producción española durante los primeros años del sonoro, en espera de que la producción española se encontrase en condiciones iniciar rodajes con sonido.




Como dato anecdótico cabe comentar que en el momento de su estreno la película supuso un pequeño escándalo en los sectores sociales más conservadores, ya que mostraba una monja que prefería el cante y baile por sevillanas a los rezos y la vida monástica, a la par que el amor del galán a su vocación religiosa. De echo en las posteriores versiones del mismo asunto realizadas por Luis Lucia en 1952 y 1970 respectivamente, este apunte aparecía convenientemente dulcificado al presentarnos a la protagonista antes de ingresar como religiosa, dando cuenta de su escasa vocación, presentándola como una muchacha buena e impulsiva que busca en los hábitos una salida a su vida regalada, además de añadir el personaje de un sacerdote como mediador de la historia de amor con el doctor Ceferino Sanjurjo, que en todo momento duda del compromiso real de Gloria con la vida monacal, lo que marca una diferencia de matiz importante entre el modo de contar historias en la etapa republicana, respecto al cine de la dictadura.

lunes, 30 de octubre de 2017

Coplas inmortales... "Romance de la Otra" (Quintero, León y Quiroga)



Esta bellísima copla, canto de amor y sacrificio, fue compuesta por el famoso trío Quintero, León y Quiroga para la estrella por antonomasia de la época de oro del género, Conchita Piquer, quién la estrenó en 1944 en el teatro Borrás de Barcelona dentro del espectáculo "Retablo español".






El argumento estaba basado en la historia personal de la tonadillera, ya que la Piquer no estaba casada con su compañero, el torero Antonio Márquez, dado que éste había contraído matrimonio con una señora cubana en su juventud. Por este motivo Conchita era "la Otra, que a nada tenía derecho por no llevar un anillo con una fecha por dentro". La Piquer con gran sabiduría hacía toda una puesta en escena de esta canción, salía vestida de luto riguroso y dicen que no podía evitar un nudo en la garganta al recitar el célebre estribillo. La poesía de su letra se encuentra entre lo mejor del gran Rafael de León, que dejaba también retazos de su vida en las historias de estas mujeres apasionadas, rebosantes de amor y algo masoquistas que llenaron el cancionero de toda la postguerra, reflejo de la sensibilidad homosexual del autor contenida por las circunstancias del momento.




Sin duda alguna Concha Piquer es la intérprete más asociada a este tema que fue, como todos los grandes títulos del repertorio, versionado y grabado por diferentes artistas a lo largo de los años. Su propia hija Concha Márquez Piquer hizo una versión muy cercana en voz y estilo a la de su madre, en la que incluso empleaba el mismo vestuario de la artista valenciana. Muy celebrada sería así mismo la grabación de Marifé de Triana, llena de fuerza y dramatismo en la mejor línea de las interpretaciones de esta grande de la canción española. Muy diferente, más dulce y melódica, sería la versión llevada a cabo por Carmen Sevilla en los años sesenta del pasado siglo. Otras interpretaciones destacadas serían las realizadas por Roció Jurado e Isabel Pantoja y en época más reciente en dos de las voces más importantes del panorama actual Pasión Vega y Diana Navarro. No podemos dejar de reseñar dos auténticas rarezas, la versión de la cantante melódica Gloria Lasso y la del cancionero Pedrito Rico, que la cantaría poniendo la historia en tercera persona en la película "Vestida de novia" (1968) de Ana Mariscal, como haría en su tono cómico característico alterando la letra hasta el absurdo el original Emilio "El moro". 




Una copla plena de lirismo y sensibilidad representativa de toda una época, en la que la pasión y los amores ilícitos solo encontraban lugar entre las notas sentidas del pentagrama popular.



miércoles, 25 de octubre de 2017

Lola Flores... La flor del temperamento (1ª parte)



Temperamento, pasión, arte, raza... Son algunos de los adjetivos más utilizados para definir a esta artista única e irrepetible de personalidad arrolladora. No solo es una piedra angular del folklore patrio, sino que hasta su fallecimiento y aún tras el, fue una de las principales figuras de la crónica social y la vida española. Desde la triunfal Lola del franquismo, hasta la vapuleada Lola de la etapa socialista, desde la hembra apasionada que vivía sus amores con total libertad en un país mojigato marcados por la hipocresía y la doble moral, a la madre coraje y mujer de hierro que durante casi veinticinco años plantó cara al cáncer que la minaba y contra el que luchó con la férrea voluntad que la acompañó a lo largo de toda su vida privada y artística. En todas las facetas Lola dejó constancia de esa energía que la hacía única y si bien es cierto que el cine nunca dio la medida de su formidable talento, sus inmortales creaciones en la escena y la canción española hablan por si solos de la genialidad de una artista inimitable. Su arte podía ser motivo de controversia, pero lo cierto es que nunca dejó indiferentes ni a sus críticos más adversos. Ya son legendarias las frases espetadas por un crítico neoyorkino tras verla actuar: "No sabe cantar, no sabe bailar... No sé la pierdan", o el testimonio del mismísimo Whinston Churchill "de todos los artistas que he visto cantar y bailar, creo que ella es la mejor"... No se puede decir más con menos.




Sin embargo Lola no alcanzó las mieles del triunfo sin antes pasar por numerosos sinsabores. Como si se tratase del argumento de una de sus películas, hubo de curtirse en todos los trucos y miserias del mundillo del espectáculo, pasando privaciones y sufriendo decepciones, formándose en tournées interminables en locales de medio pelo antes de escalar las más altas cimas del estrellato y reconocimiento popular.




Dolores Flores Ruiz nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) el 21 de enero de 1923, aunque Lola siempre levantó todo tipo de controversias a lo largo de los años sobre su fecha de nacimiento, a fin de no descubrir su verdadera edad, esta es la fecha correcta y como tal figura en su registro natal. Su padre Pedro Flores regentaba una taberna en el piso inferior de la vivienda familiar, donde la pequeña comenzó a marcar sus primeros pasos de baile sobre el mostrador del local, despuntando desde su infancia lo innato de su arte puro e intuitivo. Tras la guerra civil, convertida ya en una mocita, se presenta en el teatro Villamarta de Jerez cantando "Cuna cañí" una creación original de Pastora Imperio, que era uno de los ídolos de la chiquilla. En 1939 aprovechando la estancia del director Fernando Mignoni en Jerez, se somete a una prueba que le vale su primer contrato para el cine interpretando a una gitanilla en la película "Martingala" junto al cantaor "Niño de Marchena". Hoy día el filme es recordado principalmente por contener el debut cinematográfico de la artista, ya que por lo demás es una modesta producción llena de tópicos y falta de imaginación. Tras esta primera experiencia consigue otro pequeño papel, más destacado que el anterior, en "Un alto en el camino" (1941) dirigida por Julián Torremocha, en el que interpretaba a una estrella de la canción banal y caprichosa, dándole ocasión para interpretar tres canciones en las que se empieza a atisbar su temperamento singular.




Desde este momento el deseo de convertirse en artista se acrecienta en ella de tal forma que termina por convencer a su padre para que traspase el negocio familiar y poner rumbo a Madrid, con la finalidad de cumplir sus sueños profesionales. Sin embargo la enorme ilusión por triunfar no es suficiente y Lola ha de ir escalando posiciones más lentamente de lo que preveía. Fue contratada para una gira por los cafetines del norte, donde comenzó a ganar cierto renombre, pasando a formar parte de la compañía de la infortunada Mari Paz a su regreso a Madrid, debutando en 1943 con el espectáculo "Cabalgata". Aquí consigue Lola su primer éxito sonado llamando la atención de la prensa de la época con una brillante interpretación de "El Lerele", número de Currito y Monreal con el que ya había conseguido cierta fortuna durante su gira norteña. En una noche homenaje a la "asociación de la prensa" hubo de repetirlo varias veces entre los enfervorecidos aplausos del público, había comenzado su despegue artístico, tan solo necesitaba el espectáculo donde lucir sus formidables aptitudes. En el ínterin había realizado algunas colaboraciones de escasa importancia en filmes de poco recuerdo, donde se limitaba a realizar algún número de cante o baile, como "Misterio en la marisma" (1943) o "Una herencia de París" (1943)... (continuará)

lunes, 23 de octubre de 2017

Imperio Argentina... La inmortalidad (6ª parte)



A mediados de los años 50 regresa a España presentándose con gran éxito en el teatro Calderón de Madrid y más tarde en el Poliorama de Barcelona cantando "La violetera", lo que al parecer desagradó enormemente a la eximia Raquel Meller, creadora del célebre cuplé de Padilla, que tuvo palabra muy poco afortunadas hacia Imperio a pesar de la sincera admiración que esta le había procesado en su presentación en el teatro barcelonés. Durante su estancia en nuestro país vuelve a recibir diferentes ofertas cinematográficas, entre ellas la de protagonizar "El último cuplé" (1957) de Juan de Orduña, pero seguramente los honorarios de la estrella eran mayores de los que Orduña podía pagar, haciendo la fortuna de Sarita Montiel, que se convirtió en estrella de cine gracias a su participación en el filme. Entre los proyectos que se le ofrecen finalmente se decanta por la adaptación a la pantalla del serial radiofónico "Ama Rosa" dirigida en 1960 por el argentino León Klimovsky. Aunque la artista intentó dar una interpretación contenida en medio de aquel valle de lágrimas, verla dentro de aquel penoso folletín precursor de los culebrones televisivos supuso una triste reaparición para una figura que ya era considerada un mito de nuestro cine. 




Aquellos años le tocó sufrir el drama fuera de la pantalla al suicidarse en 1958 su hijo Florian, nacido de su matrimonio con Florian Rey, lo que sumió a la artista en una profunda depresión. No sería este el último revés trágico que le tocaría vivir en su vida personal, ya que en 1992 falleció víctima de un ataque al corazón su otra hija, Alejandra, con solo cuarenta y nueve años de edad. Algo de lo que Imperio no se recuperaría nunca.




Al comienzo de los años sesenta comenzaron a llegar los primeros y merecidos reconocimientos. En 1962 el festival de San Sebastián dentro de una retrospectiva dedicada a Florian Rey, proyectó los mejores títulos de su época dorada, siendo redescubierta por parte de la crítica joven que le tributaron un espontáneo homenaje nombrándola "la Cyd Charisse del cine español" en alusión a su importancia en el desarrollo y evolución del cine musical en nuestro país. Ya en calidad de estrella mítica realizó una pequeña colaboración en "Con el viento de solano" (1965) de Mario Camus interpretando el papel de la madre gitana del protagonista, Antonio Gades, con quién parece ser tuvo algunas desavenencias durante el rodaje. Convenientemente envejecida como correspondía a su personaje, una vez más hizo gala de su sensibilidad interpretativa, aunque parece ser que lo mejor de su intervención en la película se quedó en la sala de montaje.





En 1967 se presentó por primera vez en los escenarios españoles como protagonista de una obra teatral, la versión musical de la "Cándida" de Bernard Shaw rebautizada "Un sueño para Constanza". Pero este guiño nostálgico hacia su público de siempre no obtuvo el éxito esperado. Se habló durante años de su retorno a la pantalla, primero con una adaptación de la obra de Benavente "Pepa Doncel", que termino protagonizando Aurora Bautista en 1969. También se dijo que intervendría en la película de Jaime Camino "Mi profesora particular" (1973), pero finalmente sería Mª Luisa Ponte quién terminase realizando el personaje. Su retiro del cine parecía ya definitivo, hasta que en 1986 el director José Luis Borau, rendido admirador de la estrella, consigue hacerla regresar con el filme  "Tata mía", guion que el propio realizador había escrito pensando en ella y en el que la actriz brindó una magnífica interpretación junto Carmen Maura y Alfredo Landa. Un año después protagonizó junto a Aurora Bautista y Ana Mariscal la película "El polizón del Ulises" (1987), con el que pondría punto final a su carrera en cine. Dirigido por Javier Aguirre, se ha convertido en uno de los títulos malditos del cine español, ya que a pesar de lo jugoso del encuentro de las tres divas de antaño nunca llegó a ser estrenado en pantalla grande.



Siguieron sucediéndose los homenajes con la concesión en 1988 del Goya honorífico por toda su carrera y en 1989 la medalla de oro de las Bellas Artes. En 1992 durante la celebración de la Exposición Universal de Sevilla, reapareció junto a sus compañeras Juanita Reina, Nati Mistral, Rocío Jurado y María Vidal en el espectáculo "Azabache", encuentro único para mitómanos, donde Imperio con gran sabiduría escénica volvió a dar lecciones de estilo interpretando temas inmortales de su repertorio, a pesar de que sus condiciones vocales se encontraban ya muy mermadas, supliendo la técnica con su enorme talento artístico metiéndose al público en el bolsillo.





Siempre con ilusiones nuevas y cargada de proyectos en el año 2001 publicó sus memorias de la mano del escritor Pedro Manuel Villora, con el título de "Malena Clara", aludiendo al diminutivo cariñoso de su nombre por el que siempre a gustado ser llamada por sus amigos, mezclado con el título de su mayor éxito cinematográfico. Cumple decir que a comienzos del siglo XXI, Imperio era lo menos parecido a una abuelita nonagenaria. Seguía siendo una mujer extraordinaria, que conservaba en el brillo de sus ojos y la luz de su sonrisa todo el encanto que la convirtieron en la mayor estrella que iluminara la pantalla española. Ni siquiera los dos últimos años de su vida ensombrecidos por el Alzahimer, lograron apagar del todo su vitalidad y carisma. Murió el 20 de agosto de 2003 a los 92 años de edad en la localidad malagueña de Benalmádena Costa, en la calle que llevaba su nombre. Martín de la Plaza, amigo, biógrafo y estudioso del mito publicó una segunda biografía a título póstumo, "Imperio Argentina, una vida de artista", que la reivindicaba como la figura y Ser humano que fue. Aún hoy su inmenso y enriquecedor legado nos la devuelve en todo su esplendor, demostrando que las grandes leyendas nunca mueren.







domingo, 22 de octubre de 2017

"El balcón de la luna" (1962) Luis Saslavsky




El rodaje de esta película se convirtió sin duda en el más comentado del año en que se produjo, ya que se consideraba un hecho histórico poder reunir a las tres indiscutibles reinas del cine folklórico de la época en un mismo filme. Pero lo único histórico de este "Balcón de la luna" fue el revuelo que se formó a la hora de colocar los títulos de crédito, ya que ninguna de las tres estrellas quería ir detrás de la otra encabezando el reparto, lo que se solucionó colocando los nombres en forma de aspa con la consiguiente dificultad a la hora de leerlos. No fue este el único problema al que tuvo que enfrentarse el argentino Luis Saslavsky, director de la película, ya que las tres figuras exigieron igual cantidad de planos en cada uno de los números musicales, con el consiguiente perjuicio en la coherencia de las escenas, aunque por lo que se conoce hoy día todos estos pormenores fueron agrandados y utilizados para generar ambiente y dar publicidad al proyecto. Sin embargo a pesar de la expectación despertada, la película resultó un fracaso a nivel artístico y comercial,no ayudando a fortalecer la carrera de nadie y constituyó el "canto de cisne" del cine folklórico, evidenciando la crisis del género, a lo que contribuyó un guión rutinario lleno de situaciones absurdas que se centraba exclusivamente en el lucimiento personal de las protagonistas.




Ni siquiera los números musicales que se presuponían el plato fuerte de la historia causaron encendidos elogios, a pesar de dos temas bombón que reunían a las tres estrellas, el schotis "¡Ay que calor!" y el número nostálgico "Las madamas de ringo-rango", que hoy día constituyen dos raras perlas de nuestro cine musical, por su peculiaridad y encanto "kitsch". De los ocho números que se incluían en la película destaca la zambra "A tu vera", interpretado por Lola Flores en uno de sus habituales arrebatos de genio y temperamento, quedando como una de las mejores creaciones del repertorio de "La Faraona".  Paquita Rico por su parte se luce poniendo delicadeza y su buen gusto personal al pasodoble "El beso" de Ortega y Moraleda, escrito para Celia Gámez quién lo estrenaría en una de sus revistas más famosas "La estrella de Egipto". A Carmen Sevilla le caían en suerte los dos temas menos atractivos de la película debidos a la inspiración de su entonces esposo Augusto Algueró, cuyo talento se hallaba más dotado para la canción melódica que para la tonadilla, lo que hizo que Carmen modernizase su registro e imagen a raíz de su matrimonio con el compositor, iniciando un fructífero periplo juntos con temas como "Sera el amor", "Cabecita loca" o "Cariño trianero", todos ellos muy escuchados en su momento.





El reparto de secundarios estaba formados por algunos de los nombres imprescindibles de nuestro cine, aunque se limitan solamente a acompañar a las tres divas que acaparan la atención absoluta y la mayor parte del metraje de la historia, sin despuntar más allá de los insulsos cometidos que les viene en suerte interpretar.




Tras "El Balcón de la luna" las carreras de Carmen, Lola y Paquita se vieron sensiblemente alteradas. Carmen después de algunos títulos de escasa fortuna sorprendió a propios y extraños dando un inesperado giro a su carrera prodigándose en comedias y dramas seudoeróticos de directores con distintas inquietudes como "El techo de cristal" (1971) de Eloy de la Iglesia, "La cera virgen" (1972) de José María Forqué, "No es bueno que el hombre esté solo" (1973) de Pedro Olea o "La loba y la paloma" (1974) de Gonzalo Suárez. Lola vio poco a poco restringidas sus apariciones cinematográficas en favor de sus actuaciones personales en teatro y televisión, si bien consiguió un premio de interpretación por su papel en la comedia de enredos "Una señora estupenda" (1969) y alcanzó el sueño de atisbar sus facultades dramáticas, tan ponderadas a lo lardo de toda su carrera, en dos de sus últimos filmes "Truhanes" (1983) de Miguel Hermoso y "Los invitados" (1987) realizada por Víctor Barrera. En cuanto a Paquita después de su intervención en un insólito western coproducido con Estados Unidos titulado "Tierra brutal" (1962) y varias colaboraciones de escasa relevancia, puso punto final a su etapa como actriz de cine, continuando su carrera en los escenarios.





El fracaso comercial de la película marcó el declive de un tipo de cine que se había alzado como uno de los más populares durante dos décadas, por entonces las preferencias del público respecto al cine musical se habían decantado por los vehículos destinados a los niños prodigio Joselito, Marisol y Rocío Dúrcal y los dramones nostálgicos de Sarita Montiel, entonces en pleno apogeo de su fama.