sábado, 11 de noviembre de 2017

Estrellita Castro... Declive y final (3ª parte)



Durante los años cuarenta Estrellita continúa su carrera en los escenarios con espectáculos como "Policromías de España" y "Romería", con los que recorre todas las capitales españolas, aún con éxito. En 1953 reaparece en la pantalla con la coproducción mexicana "Gitana tenías que ser", protagonizada por su ahijada artística Carmen Sevilla junto al ídolo azteca Pedro Infante. A ella le tocó en suerte el rol secundario de la tía de la artista, en el que volvió a desplegar todos los recursos cómicos que le habían hecho famosa llevándolos a la exageración, evidenciando de este modo que su momento comenzaba a pasar.




A finales de los años cincuenta empezaron a tributársele los primeros homenajes, pero ella se resistió a retirarse a pesar de que ya era considerada una figura del pasado. Con su brío característico continuó realizando presentaciones personales en los espectáculos "Abanico español" (1961), "De América a España" (1965) y "Operación simpatía" (1967). A finales de los años 60 efectúa una nueva colaboración cinematográfica en la película "La niña del patio" (1967), mediocre filme y absoluto fiasco que abarataba el cine popular en un asunto falto de toda inspiración a pesar de contar con la intervención de diversas figuras muy populares, entre ellos Pepe Blanco, Juanito Valderrama y Dolores Abril. En 1970 participa en "La casa de los Martínez", película dirigida por Agustín Navarro al amparo del popular programa de televisión de entonces y dos años después realiza su última aparición en la pantalla en la comedia "Casa Flora" (1972), protagonizada por Lola Flores, donde se marcaba un surrealista tanguillo por teléfono con "La Faraona" que rallaba la genialidad y que ambas artistas convertían en la mejor secuencia de un filme por otro lado más que discreto.




Los últimos años de su vida ofrecieron una triste imagen de la estrella de antaño, con sus facultades considerablemente mermadas aunque acompañada siempre de su proverbial simpatía, siguió trabajando allá donde quisieran contratarla. Se comentó que estaba arruinada y que seguía trabajando por pura necesidad, pero lo cierto es que ella se hartaba de declarar a los periodistas que no pensaba retirarse nunca porque el escenario era su vida. Murió un 10 de Julio de 1983 casi ciega, siendo una de las primeras figuras de la edad de oro de la copla en desaparecer, creando un profundo sentimiento popular. Fue enterrada por expresa voluntad con su sempiterno caracolillo sobre la frente, que fue una de sus señas de identidad durante toda su carrera. Con ella se marchaba el máximo exponente del folklore andaluz que defendió con gallardía en los años difíciles, cuando la copla se encontraba arrinconada por la música sajona. Siempre fiel a su estilo, nunca traicionó su código artístico, antes bien lo mantuvo contra viento y marea, demostrando la autenticidad de su arte único e irrepetible. Hoy día sigue siendo icono de prestigio e intérprete privilegiada de la canción popular... Una auténtica inmortal.



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