En 1957 intenta la aventura internacional con dos filmes franceses que resultaron sendos fracasos en taquilla. El primero sería “Las lavanderas de Portugal” (1957), una cinta basada en la popular canción con bellísimos exteriores y en la que su participación resulta desdibujada en medio de un reparto galo, que lleva el peso de la banal historia, de hecho la actriz no aparece hasta transcurridos casi 50 minutos de metraje. De otro lado “Jamaica” (1957), sería una típica opereta para el lucimiento del tenor irunés Luis Mariano, que intentaba repetir la desgastada formula de emparejar al cantante con alguna belleza española, como se había hecho en el pasado con gran éxito con Carmen Sevilla y con peores resultados con Lolita Sevilla. El resultado final fue un pastel de difícil digestión con un humor más al gusto francés que español, que pasó bastante desapercibido por las pantallas de nuestro país.
Como casi todas las figuras folclóricas de su tiempo cuya carrera se desarrollaba principalmente en el cine, aspiraba dar un giro dramático que aportase mayor versatilidad a sus personajes, más allá de los tópicos andaluces al uso. Lo intentaría con “¡Viva lo imposible!” (1958) una comedia de Rafael Gil, que hablaba sobre gente normal que anhela sortear el destino y alcanzar sus sueños. La película presentaba a “una nueva Paquita Rico” que había sustituido su formidable melena por un peinado a lo Lana Turner, con un argumento más realista y sin canciones de por medio. A pesar de la eficacia del realizador y el esfuerzo interpretativo de la artista, el filme distó mucho de ser un gran éxito, truncando lo que en principio podría haber sido un cambio de registro interesante.
Su siguiente título, “La Tirana” (1958), era un proyecto largamente acariciado por su director, Juan de Orduña, que se lo había ofrecido en el pasado a Juanita Reina y en el presente a Sara Montiel, triunfadora absoluta entonces con “El último cuplé” (1957). Ante la negativa de la Montiel a interpretar el papel, Paquita se hizo cargo de la protagonista de este musical histórico ambientado en la época goyesca y rodado completamente fuera de tiempo. La película ya resultaba antigua en el momento de su estreno, lo que unido a un guion mediocre y unas situaciones en exceso teatrales, haría del proyecto un fracaso en taquilla. Solo destacó su belleza vestida de maja dieciochesca y algún que otro desmadre dramático cuando su personaje, una actriz de teatro clásico, interpretaba nada más y nada menos que la “Antígona” de Sófocles, mientras entre bastidores la observa toda una Nuria Espert, en la cumbre de su prestigio como interprete escénica, relegada al papel de la intrigante Virtudes, criada de “la Tirana”.
Regresando a la línea de modernidad que se había impuesto en “¡Viva lo imposible!” rodó a las órdenes de León Klimowsky la comedia musical “S.O.S. abuelita” (1958), con el mexicano Gustavo Rojo como galán. A pesar de estar planteado como un musical de corte moderno, nada de eso se notaba en el resultado final, y aunque ella intentó mostrarse frívola y sexy al estilo de las “maggioratas” italianas, la película pasó con más pena que gloria por las pantallas. No sucedería lo mismo con su siguiente trabajo con el que ingresaría en la memoria colectiva de varias generaciones y en la historia nuestro cine desde el momento de su estreno.
Basado en la comedia de Luca de Tena “Carita de cielo”, “¿Dónde vas Alfonso XII?” (1958) de Luis César Amadori, le dio una popularidad inmensa, debido al enorme éxito de la película y a la mitificación que alcanzó el personaje debido al inteligente tratamiento de la historia, llevado a cabo por Amadori. El público llenó las salas para verla como la frágil soberana María de las Mercedes, dando el sí a un Alfonso XII, que ya para siempre se vería con el rostro de Vicente Parra, y lloró a lágrima viva viéndola morir en brazos del monarca a los pocos meses de la real boda. En el lucido papel de Isabel II reaparecía una expléndida Mercedes Vecino, bordando el rol de la castiza reina. La cinta se convirtió en un éxito sin precedentes permaneciendo durante un año y medio en cartel en el local de su estreno. La imagen de Paquita encajó como un guante en la idea que se tenía del personaje, mostrándose sensible y llena de encanto, borrando de un plumazo todos sus anteriores trabajos, al tiempo que accedía a otro tipo de público, que no acostumbraba a frecuentar sus vehículos folclóricos… (continuará)