En 1952 Juan de Orduña le propone protagonizar “La Tirana”, un musical histórico en la línea de sus anteriores colaboraciones con un argumento en torno a la figura de Mª del Rosario Fdez “La Tirana”, una cómica de la época goyesca y sus aventuras amorosas con distintos personajes de su tiempo, pero el proyecto no llegaría a ver la luz hasta seis años más tarde con Paquita Rico como protagonista, quién a su vez sustituía a Sara Montiel que rechazó el papel por considerarlo poco interesante en un momento en el que su carrera estaba despegando de manera imparable gracias precisamente a “El último cuplé” (1957), inesperado taquillazo dirigido igualmente por Orduña, quién parece ser propuso inicialmente a Juanita como protagonista de este filme, pero la artista sevillana consideró el guion demasiado osado para su estilo e imagen pública descartando su participación en la película. En los años sesenta Orduña la propuso también protagonizar una versión en color de “La Lola se va a los puertos”, con una Juanita más acorde a la edad del personaje original ideado por los Machado, pero este proyecto no llegaría nunca a ver la luz, debido posiblemente a que el tirón de la artista sevillana y el cine folclórico había dejado de interesar a un público que por entonces tenía la mirada puesta en los niños prodigio y la música pop.
A la par que rechaza la oferta para protagonizar “La Tirana” se embarca en la arriesgada aventura de fundar su propia productora cinematográfica, “Producciones Reina”, con distribución de Cifesa, para la que rodó su siguiente título “Gloria Mairena” (1952) con dirección de Luis Lucia. La artista se sirvió un argumento a medida donde lucirse como actriz y cantante en el doble papel de Gloria Mairena y Gloria Céspedes, dos cantantes sevillanas, madre e hija, que triunfan en los escenarios en dos épocas distintas. Excusa que permitía a Juanita lucirse en las interpretaciones del pasodoble “Capote de grana y oro” o la “Danza española nº V” del maestro Granados. La cinta era una mezcla de cine folclórico-religioso en el que la estrella interpreta a la hija de una famosa cantante fallecida, con un padre metido a sacerdote tras la muerte de su esposa, que no ve con buenos ojos las inquietudes de la niña por seguir los pasos de la madre en los escenarios. Todo acababa en un previsible final feliz, con boda oficiada por el papa de la protagonista. Con todos estos ingredientes la película gustó al público asiduo de la estrella, convirtiéndose en uno de sus últimos éxitos en la pantalla.
Su siguiente trabajo ante las cámaras sería una nueva versión de “La Virgen del Rocío ya entró en Triana”, la novela de Pérez Lugín con la que había debutado en la pantalla, titulada para la ocasión “Sucedió en Sevilla”. Su belleza había madurado espléndidamente y como actriz aparecía mucho más capacitada que en la anterior versión, aunque la fórmula de señoritos y cortijos empezaba a resultar ya repetitiva en aquel 1954, fecha de estreno de la película. Tras una colaboración extraordinaria en la cinta multiestelar de Luis Lucia “Auropuerto” (1953), donde se interpretaba a sí misma cantando la zambra “Yo soy esa”, llevaría a cabo su última incursión en el cine con “La novia de Juan Lucero” (1958), un título fallido con el rejoneador Angel Peralta de coprotagonista. A pesar de que la estrella volvía por los caminos del melodrama romántico, la historia no terminó de cuajar, haciendo que ni siquiera el atractivo del color logró que los miriñaques y rasos de Juanita funcionasen según lo esperado. Tras este fracaso la estrella toma la decisión de alejarse de las pantallas para centrar su actividad en los escenarios donde seguía reinando por derecho como una de las figuras fundamentales de la canción española, reafirmando esta posición en las giras realzadas por Latinoamérica.
Sobre la escena siguió cosechando éxitos con los espectáculos “La niña valiente”, “El puerto de los amores”, “El libro de los sueños”, “El patio de los luceros” y “Sevilla, trono y tronío” con los que llenó buena parte de los años cincuenta. En la década siguiente, en pleno apogeo de la música pop, aún estrenó con gran fortuna “Coplas de Rosa Pinzón”, “¡Olé con olé y olé!”, “Señorío”, “Filigrana española” y “Al compás de mi cante”. En todos ellos mantuvo alto su sello de calidad y la imagen profesional que le habían hecho famosa. En los años 70 inició paulatinamente una semi retirada del mundo de la canción que nunca confirmó completamente, reservando sus apariciones a esporádicas intervenciones en teatro, televisión y salas de fiesta, de forma cada vez más espaciada. Reaparecería en honor de multitudes con el espectáculo “Azabache” durante las celebraciones de la Expo de Sevilla de 1992, acompañada de figuras de la talla de Imperio Argentina, Nati Mistral y Rocío Jurado. Aunque su voz se escuchaba notablemente resentida por el paso del tiempo, su categoría artística y presencia en escena levantaron las más encendidas ovaciones de un público para el que ya constituía un mito viviente.
En lo personal hizo gala de la misma discreción y señorío que la caracterizó a lo largo de toda su vida. Solo se le conoció un romance con el bailarín Federico Casado “Caracolillo”. Se conocerían trabajando juntos contrayendo matrimonio el 15 de Julio de 1964 en la catedral de Sevilla y al que permaneció felizmente unida hasta su muerte acaecida el 19 de marzo de 1999. Con ella se marchó uno de los puntales de la Copla. Nos dejó para el recuerdo una galería de títulos inolvidables, cantados y vividos de forma insuperable por una artista con mayúsculas y el recuerdo de un tipo de cine, en el que con su belleza y su voz supo traspasar la pantalla para grabar su imagen en la memoria del tiempo y la historia de nuestra cinematografía.
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