miércoles, 19 de junio de 2019

Lola Flores... Cine en México, nace "La Faraona" (4ª Parte)




A mediados de los años cincuenta Lola inicia su segunda gira triunfal por toda América latina, con presentaciones personales en los mejores locales de las principales capitales, además de iniciar una frenética actividad cinematográfica en México donde poco a poco se va convirtiendo en un ídolo de primera magnitud. Por aquel entonces los estudios aztecas estaban viviendo su época de oro, siendo los más importantes y con más proyección de toda Sudamérica. Allí Lola rueda "Lola Torbellino" (1955) , "La Faraona" (1956), "Limosna de amores" (1955), donde nos obsequiaba con otro formidable número final en su interpretación de la zambra que da título al filme y que recuerda a su soberbia creación de "Pena, penita, pena", "Sueños de Oro" (1956) y "Maricruz" (1957). En todos ellos la artista se ve acompañada de los principales actores del momento y figuras de la canción como Miguel Aceves Mejía, Antonio Badú o el compositor Agustín Lara, utilizándose la vieja fórmula de mezclar el folclore de ambos países para asegurar su distribución en ambos lados del Atlántico. Estos filmes irían bajando el listón de forma alarmante, siendo en su mayoría destinado a programas dobles en cines de barrio de consumo rápido y en los que la mayor importancia reside en lo que la estrella aporta de su personalidad y talento, quedando como simples catálogos de su arte único y personalísimo. Cuando además se intentó recurrir a ciertos "ballets de calidad" el mal gusto rozaría extremos alucinantes, como aquel en el que Lola se arriesgaba bailando el mismísimo bolero de Ravel en medio de una coreografia llena de falso tipismo al gusto de lo que por aquel entonces se exportaba como "marca España". 



Entre tanto desvarío quedaba postergado el que hubiera sido a todas luces su proyecto más interesante en tierras mexicanas, un argumento que la emparejaría con una de las diosas de la cinematografía azteca, María Félix. A pesar de lo explosivo del encuentro entre dos estrellas de personalidad tan poderosa o quizás a consecuencia de esto, la idea nunca llegó a ver la luz. Es en México donde le ponen el apodo de "La Faraona" y donde la artista forja una parte de su leyenda, confirmando el idilio que la uniría al Continente Americano y que alcanzaría su cenit en el legendario homenaje promovido por Julio Iglesias en Miami en 1990 donde participaron los principales artistas de habla hispana del momento, tanto españoles como sudamericanos. 



A su regreso a España tras dos años de ausencia se presenta con enorme éxito en los escenarios con el espectáculo "Arte español", con un cartel que incluía al cantaor Rafael Farina, a su hermana Carmen Flores y a un guitarrista llamado Antonio González, con el que la artista establecería una química especial desde el primer momento, lo que haría que la temperamental Lola, muy distinta a las mujeres de su época, iniciase todo un plan de conquista por obtener su amor. Ya a principios de los años cincuenta, a la par que se convertía en una de las artistas más populares de su tiempo, crecía su leyenda de hembra apasionada que anteponía la naturalidad de sus sentimientos al puritanismo y la doble moral imperante, viviendo sonados romances con los futbolistas "Biosca" y "Coque", los toreros "Gallito" y Manolo González y el actor Rafael Romero Marchent, con quién incluso llegó a anunciar su boda a bombo y platillo en las revistas del momento. Sin embargo tras numerosas aventuras en las dos mitades del mundo que alimentaban el morbo y la curiosidad de las gentes de la calle, Lola decidió llegado el momento de acceder a la respetabilidad social al enamorarse perdidamente de Antonio,un gitano barcelonés del barrio de Gracia pionero de la rumba catalana... (continuará)



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