Con “Serenata española”, biopic con muchas licencias sobre la vida y obra de Isacc Albenic, Juan de Orduña pretendía dar una mayor calidad y profundidad dramática al género folclórico apartándolo del tipismo andaluz aportando los fondos musicales de la música Albéniz, como elemento cultural de indudable sabor popular. Sin embargo, como ocurría frecuentemente con el realizador madrileño cuando intentaba ponerse serio y pretencioso, el resultado final es una película que se ve encorsetada en la artificiosidad del cartón piedra que la sustenta y se salva a duras penas por la presencia de una magnífica y emergente Juanita Reina, que inicia con este filme su frutífera andadura en la pantalla junto a Orduña, convirtiéndose en la estrella musical del momento. A manos del director, la tonadillera cambia en esta cinta su registro hacia una imagen decimonónica y romántica, que sustituye la bata de lunares y la mantilla por el miriñaque y el aire majestuoso que le acompañaría en adelante, ya el resto de su carrera tanto en el cine como en la escena estaría impregnada de ese espíritu regio y señorial que tendría continuidad en sus siguientes trabajos a las órdenes del realizador madrileño.
Viento de Coplas... Tiempo de Copla y Cine Español
Hincha las velas un viento de pasiones encendido y un cante como un lamento sale envuelto entre quejios, dibujando el firmamento de sentimiento y suspiros... La Copla es el pentagrama de un corazón malherido...
martes, 14 de noviembre de 2023
"Serenata Española" (1946) Juan de Orduña
viernes, 8 de septiembre de 2023
"Un caballero andaluz" (1954) Luis Lucia
Esta película es seguramente en su esquema y planteamiento argumental
uno de los filmes más declaradamente folclóricos en la carrera de Carmen
Sevilla, ya que la mayoría de sus otras intervenciones en el género derivaban
más hacia la comedia amable o el romanticismo de opereta, como los
protagonizados junto al gran tenor Luis Mariano. En el filme se dan cita todos
los tópicos del género planteados a la manera más tradicional, la gitanilla
pobre pero alegre, el señorito andaluz remilgado que se humaniza por amor a la
muchacha, el mundo de los toros, la iglesia como intercesora en el amor de los
protagonistas y por supuesto la copla y el baile adornando la historia.
Producida por Benito Perojo para Cifesa, sobre un guion del propio director Luis Lucia, José Luis Colina y
Jesús Mª Arozamena, la película cuenta la historia de una gitanilla ciega que
responde al pintoresco nombre de Colorín (Carmen Sevilla). La muchacha vive con
sus nueve hermanillos en la miseria de las cuevas del Remedio, siendo amparados
en su pobreza por José Luis (Jaime Blanch) hijo único de Don Juan Manuel (Jorge
Mistral), un rico ganadero de la zona. José Luis acerca las simpatías de su
padre hacia esta “troupe” de gitanillos, pero la muerte del niño en astas de un
toro en presencia de Don Juan Manuel hace que este amargue su carácter
renegando del mundo, hasta que la bondad y ejemplo de Colorín le conducen a
crear una obra de caridad en recuerdo de su hijo en la que acoge a todos los
gitanillos pobres de la zona. Don Juan Manuel se va enamorando de Colorín casi
sin darse cuenta, mientras que su afición a la tauromaquia hace que se meta a
rejoneador para costear los gastos generados por su obra social. Colorín huye
de su lado por miedo a que por su culpa el ganadero pueda sufrir algún tipo de
herida en los ruedos, pero éste va a su encuentro declarándole su amor y
costeando la operación que le devolverá la vista, cerrando la historia en un
previsible final feliz.
jueves, 6 de julio de 2023
“Cinco almohadas para una noche” (1974) Pedro Lazaga
Esta película supuso la despedida cinematográfica de uno de los
mayores mitos que ha dado la pantalla española, la superestrella por
antonomasia Sara Montiel. A mediados de los años setenta del pasado siglo con
el país a punto de vivir la transición más importante de su historia reciente, tanto
política, como social y culturalmente se avecinaban tiempos de cambio en todos
los sentidos y el cine tantas veces reflejo de los gustos y corrientes
subyacentes en el sentimiento popular estaba sufriendo una profunda
transformación tanto en estilo como en contenido, volviéndose más comprometido
y adulto por un lado y más desinhibido y liberal por otro. Los españoles tras interminables
años de represión, estaban deseosos de ver todo aquello que se les había negado
durante décadas y la recién llegada permisividad hizo que la pantalla se
llenase de sexo y desnudos, la mayoría de las veces sin justificación alguna,
saciando el ansia que la castración de la censura había propiciado durante toda
la dictadura franquista. Esta situación terminó de barrer las viejas fórmulas
estéticas e ideológicas que se verían relegadas por los inevitables aires de
cambio.
En este contexto se produce esta comedia dirigida por un
especialista en el género y uno de los realizadores más prolíficos de nuestro
cine, el catalán Pedro Lazaga. Se trataba de dar una vuelta al arquetipo
cinematográfico de la Montiel, algo que la actriz llevaba intentando desde
hacía algunos años con el ánimo de evolucionar su personaje sin conseguirlo
completamente, ya que tanto su público como el estilo que le había encumbrado
tenían una fórmula basada en el romanticismo cursilón, la pasión frustrada y la
inocente picardía difíciles de adaptar a los nuevos tiempos, por lo que el
filme se mueve continuamente entre lo viejo y lo nuevo, entre las concesiones a
la nostalgia presentes sobre todo en la parte musical y la comedia picante y
desenfadada propia los setenta, algo que no termina de funcionar completamente.
Este es el único papel de tintes cómicos que interpretó Sara a partir de su
revelación estelar, ya que desde “El último cuplé” sus películas siempre se
habían desarrollado entre ambientes decimonónicos y melodramas musicales que rozaban
continuamente el folletín. Esto se nota en el resultado final de la película.
Aunque Sara sigue manteniendo una parte importante de su atractivo y magnetismo
se hace muy patente que su estilo queda demasiado antiguo dentro de un contexto
que se pretende moderno sin llegar a serlo, de hecho se juega con la dicotomía
del doble papel (madre e hija) para que la estrella interprete una historia que
se desarrolla en los años treinta, dejando la parte más contemporánea como un
simple apunte de la primera.
El reparto es sin embargo excepcional. Arropando a la protagonista
nos encontramos un plantel de magníficos actores, entre los que se encuentra
Manolo Zarzo, Craig Hill, Rafael Arcos, Manuel Tejada y Ricardo Merino, “las
cinco almohadas” que ponen como en tantas películas de la época su capacidad al
servicio de una obra mediocre que consiguen levantar con su talento
interpretativo. La parte musical, como en todas las películas de la Montiel,
está bastante cuidada y forma parte de lo más interesante de la cinta. Una vez
más la protagonista se sirve media docena de melodías famosas que se mueven en
este caso entre la copla y la revista. Pedro Lazaga pretende imprimir un aire
más moderno a los números musicales tanto en su puesta en escena como en el
montaje sin desproveerlos de la personalidad típica de los vehículos de la
estrella, donde los primeros y medios planos forman parte del estilo Montiel. Los
números interpretados por Sara en la película son la zambra “María de la O”, el
pasodoble “Luna de España”, el cuplé “Yo seré la tentación”, el tango “Noche de
locura” y las canciones “Míreme Señor” y “Pobrecita yo” correspondientes a la
revista “Las dos Virginias”, estrenada en 1955 por la vedette Virginia Matos.
Resulta extraño que los temas de la película no fueran recogidos en disco como
venía siendo habitual en los filmes de la estrella, lo que indica la poca
confianza con que fue acogido el proyecto.
viernes, 23 de junio de 2023
“Pelusa” (1960) Javier Setó
A finales de los años cincuenta el enorme éxito del filme de
Orduña “El último cuplé” trajo consigo un aluvión de películas en la misma
línea nostálgica que coparon el musical español durante los siguientes años.
Marujita Díaz fue una de las artistas que se sumó a esta corriente con la
película “Y… Después del cuplé” (1959) consagrándose como estrella de cine. La
fortuna obtenida con este título animó a la avispada Marujita a crear su propia
productora cinematográfica con la cual servirse espectáculos donde poder lucir
su donaire y facultades como actriz y cantante. La primera película de
“Producciones MD” sería la cinta musical “La Corista” (1960), a la que seguiría
esta “Pelusa” que se convertiría en el mayor triunfo de su carrera
cinematográfica y uno de los clásicos del cine musical español. Pensada para el
lucimiento exclusivo de su protagonista, la historia está servida para que esta
haga realmente de todo… Ríe, llora, canta e incluso camina sobre el alambre, en
un afán incombustible por demostrar su talento que llega a resultar agotador
como centro absoluto de la trama. Tanto es así que el cuento en el que se basa
el guion fue escrito por la estrella sevillana y su hermana durante la gira del
espectáculo revisteril “La princesa alegría”, siendo adaptado para la pantalla
por Luis de los Arcos y José Manuel Iglesias. Es decir nació de la imaginación
de la artista con la intención de dar vida a su megalomanía.
La película cuenta la historia de Pelusa, una muchacha inocente y
buena que trabaja en un circo de medio pelo como payaso haciendo un número de
clown con su padre, un hombre alcohólico y destruido desde que su hija y él
fueron abandonados por su esposa. Esta última regresa de forma inesperada
convertida en una gran estrella de la revista con la intención de llevarse a
Pelusa a París a fin de convertirla en primera vedette. La historia se completa
con el romance entre la muchacha y uno de sus compañeros de circo que culmina con
el triunfo de Pelusa como artista y el previsible final feliz.
Marujita volcó su esfuerzo y recursos en el personaje, explotando
una vena tragicómica que gustó mucho en la época, obteniendo el premio a la
mejor actriz otorgado por el Sindicato Nacional del Espectáculo de aquel 1960,
el equivalente a los actuales premios Goya de la Academia. Visto hoy día el
filme resulta demasiado simple en su planteamiento, explotando un
sentimentalismo facilón y una comicidad grotesca, pero aun así no deja de
alzarse como un espectáculo entretenido en el que la mezcla de ternurismo y
canciones juegan una baza segura entre el público. Los números musicales,
arreglados por el maestro Gregorio García Segura, son sin duda uno de los
platos fuertes y consciente de ello la artista pone todo su talento a
disposición presentando un catálogo de diversos estilos musicales en los que
sobrevuela la sombra alargada de Sara Montiel, a quién siempre se le acusó de
imitar, sino en voz si en estilo y planteamiento de su personaje. La versatilidad
de Marujita se pone de manifiesto interpretando con singular acierto lo mismo
el tango “Melodías de arrabal”, que el cuplé “La pequeña Tonkinesa” o los
pasodobles “La Virgen de la Macarena” y “Soldadito español”, este último
original de la revista musical “La orgía dorada”, sería uno de los pilares del
repertorio de la artista desde entonces.
El galán de la función sería el fornido y anodino Espartaco
Santoni, pésimo actor esposo de la artista por entonces y coproductor del
filme. El empeño de Santoni por desarrollar una carrera para la que en absoluto
estaba preparado, sería uno de los principales lastres de los vehículos de la Díaz,
en los que se atribuyó el protagonismo masculino impidiendo que ésta se rodease
de galanes de mayor interés y proyección. La actriz francesa Viviane Romance y un
maduro pero magnífico Roberto Rey intervenían como madre y padre de Pelusa
respectivamente. Dos secundarios de excepción completaban el grueso principal
del reparto, Félix Fernández como el dueño del circo y Antonio Riquelme como un
escuálido y cómico domador de leones.
viernes, 26 de mayo de 2023
“Canelita en rama” (1943) Eduardo García Maroto
Para su segundo vehículo cinematográfico Juanita Reina, que ya se
iba perfilando como una de las figuras señeras de la canción y el cine andaluces,
contó con una producción más cuidada que la de su debut y un reparto de
primeras figuras que incluía entre otros a la simpar Pastora Imperio, José Mª
Seoane, Luis Peña (padre) y algunos de los secundarios más populares de la
época como Antonio Riquelme, Félix Fernández o Ricardo Acero. La trama se movía
entre los consabidos clichés de la Andalucía amable de gitanos y cortijos,
aunque en este caso el guion de Antonio Guzmán Merino abordaba también el
espinoso tema para su época de los amores interraciales e interclasistas,
resuelto eso sí desde una óptica paternalista por parte de las clases
privilegiadas, alejándolo de la crítica racial más amarga abordada solo a
través de los tópicos del género. El argumento giraba en torno a la gitana
“Canelita” a la que unos gitanos hacen pasar por la hija de un Conde que tuvo
amores con una muchacha de la tribu. Tras criarse en una institución religiosa
para señoritas cuando “Canelita” llega al cortijo de su supuesto padre con el
objeto de convertirse en una damita de “buena clase”, además de conquistar a
todos con su gracia y salero se enamora del hijo del Conde, desatando el drama.
Los gitanos que la acompañan viendo la desgracia de la chiquilla que se cree
enamorada de su hermano, desvelan toda la verdad al Conde sobre el verdadero
origen de “Canelita”, concluyendo con un previsible final feliz para los
enamorados.
Maroto consigue de Juanita Reina una interpretación de gran frescura apuntando su intuición para la interpretación y las posibilidades que iría desarrollando como actriz a lo largo de su carrera. Juanita por aquel entonces iba a todas partes acompañada de su padre que cuidaba de ella como un auténtico cancerbero, el propio Maroto relataba como el señor Miguel Reina repasaba los diálogos de la película a su hija y le corregía las falsas entonaciones. La artista obtendría un importante triunfo personal con la película, situación que vería acrecentada con sus espectáculos teatrales. Del resto del reparto despunta por méritos propios la simpar Pastora Imperio, una artista con una personalidad desbordante que a pesar de encontrarse ya lejos de sus años de gloria no deja indiferente en ninguna de sus apariciones, dando lecciones de su arte racial en las bulerías “Las coplillas del querer” donde luce esos brazos que la harían legendaria. Pastora era uno de los ídolos de Juanita Reina, por lo que participar en el proyecto junto a ella fue una experiencia única para la artista sevillana, que de hecho había debutado profesionalmente en escena interpretando la copla “María Salomé”, creación de Pastora.
La película funcionó bien, especialmente en Andalucía donde se estuvo reponiendo durante cerca de 10 años, abriendo a su protagonista las puertas del estrellato tanto en cine como en teatro. Como anécdota cabe comentar que las canciones del filme gustaron tanto, que el proyeccionista tenía que rebobinar la cinta y volver a proyectar los números ante los enfervorecidos aplausos del público, como si se tratase de un bis teatral.
“La Cigarra” (1948) Florían Rey
Imperio Argentina y Florián Rey, habían sido la pareja que mayores
éxitos había dado al cine español en los años anteriores a la guerra civil y en
cierta forma, el cómo director, ella como intérprete, habían sentado las bases
de la producción musical sonora en España. Volver a juntarlos se suponía una
apuesta comercial y de prestigio garantizado, pero el proyecto fue acogido con
desgana por casi todos los principales artífices de este, resintiéndose
lamentablemente en el resultado final. El matrimonio se había separado tras la
fallida experiencia de “La canción de Aixa” (1939), la segunda cinta que ambos
rodaron en la Alemania nazi durante la guerra civil española tras uno de los
filmes más logrados del tándem, “Carmen, la de Triana” (1938). Dicha unión
terminó al parecer de un modo bastante tumultuoso y la estrella abandonó el
hogar conyugal con la intención de poner tierra de por medio en su relación.
Sin embargo, a decir de muchos, Florián nunca olvidaría a Imperio y con la
intención de propiciar una reconciliación planteó este filme que resultó
desangelado desde el primer momento. En palabras de su protagonista “no quería
hacer la película y pidió mucho dinero para que la rechazasen”, sin embargo la
productora creyendo jugar una baza comercial segura aceptó sus exigencias y
esta se sumó al rodaje de la cinta. La actriz comentaría que fue la única vez
en su vida en la que trabajó solo por dinero, ya que no le gustaba ni el
personaje, ni el argumento y mucho menos volver a trabajar a las órdenes de su
ex marido, pero la oferta económica y la oportunidad de volver a ver al hijo de
ambos que vivía con Florián fueron decisivos a la hora de decidirse a
protagonizar la película.
Después de “La Cigarra” no correría mejor fortuna el futuro
cinematográfico de Imperio, que se iría agotando poco a poco tras protagonizar
tres mediocres películas en su Argentina natal, dos de ellas a las órdenes de
Benito Perojo, otro de los pioneros de nuestro cine. No volvería a rodar ningún
título en nuestro país hasta 1960, centrando su carrera en los escenarios y las
grabaciones discográficas. No obstante su brillo, ya por entonces legendario,
nunca llegaría a apagarse como corresponde a esta artista única, una de las
mayores estrellas que ha dado la pantalla de habla hispana y de los nombres
fundamentales a la hora de abordar la historia del cine en español.
El principal interés de la película radica precisamente en su
rareza y el interesante estudio que presenta a la hora de abordar la última
colaboración de estrella y director. A pesar del escaso interés de la historia,
la presencia de Imperio salva a la cinta de muchos de sus escollos,
especialmente por su talento actoral y la impecable forma de interpretar con su
voz limpia y delicada los temas incluidos en la banda sonora, entre ellos la
milonga “Los ejes de mi carreta” que se convirtió desde entonces en una de las señas
de identidad de su repertorio, especialmente en Latinoamérica.
lunes, 14 de noviembre de 2022
“Embrujo” (1946) Carlos Serrano de Osma
Esta es sin duda una de las obras más insólitas de nuestro cine.
Su director, Serrano de Osma, que se caracterizó por situar la experimentación
del lenguaje cinematográfico por encima del argumento, intentó abordar el mundo
del flamenco desde una óptica completamente distinta a la habitual, lejos de
tópicos y falsos tipismos, intentando ahondar en su esencia con un tratamiento
demasiado surrealista y oscuro que no fue bien entendido en su tiempo,
condenando al filme al fracaso a pesar de contar con el protagonismo de la
pareja más popular de aquellos años, Lola Flores y Manolo Caracol. Lo cierto es
que a pesar de las buenas intenciones del realizador por hacer algo distinto en
la plasmación del folclore andaluz a la pantalla, la apuesta de fondo queda en
tierra de nadie, resultando una propuesta fallida. Sin embargo, debido a su
pintoresquismo ha pasado a la historia como una pequeña joya de su tiempo y uno
de los títulos más personales y arriesgados del género, que sirve además como
impagable documento para ver en acción a dos de las figuras más temperamentales
del mundo de la copla y el flamenco, en su época de mayor esplendor.
Lola y Manolo, se encontraron por primera vez en la escena en el año 1943, cuando la jerezana contrata al “cantaor” para que le dé la réplica en el espectáculo “Zambra”. El éxito fue tan apoteósico que los situó a la cabeza del panorama teatral durante toda la década de los 40. De este espectáculo salieron números tan célebres como “La Zarzamora” o “La Sebastiana” además de los anteriormente citados. El público los adoraba, entusiasmado con cada nuevo espectáculo. Para Lola supuso su despegue definitivo como primera figura de la canción y el baile español y para Manolo la consagración a nivel popular ya que, aun siendo un cantaor muy reconocido en su tiempo, su especialización en el “cante grande” no le daría la proyección que obtuvo a raíz de su participación en el mundo de la copla con orquesta junto a Lola. El hecho de que incluso una marca de anís fuese bautizada con el nombre de ambos artistas, da idea de la popularidad obtenida por la pareja en aquel tiempo.
La admiración artística trascendió al ámbito íntimo, sosteniendo una relación amorosa al parecer sumamente tempestuosa. La rumorología popular también se hizo eco de la vida personal de dos seres tan apasionados. Se habló de peleas, borracheras, reconciliaciones y continúas rupturas. Lo cierto es que la diferencia de edad existente entre ambos artistas, unido al éxito cada vez más emergente de Lola, despertaba los celos de Manolo llevando a la pareja a una situación cada vez más compleja. Tras una breve colaboración en la cinta negra rodada en Barcelona “Jack, el negro”, protagonizaron “La niña de la Venta” (1951) dirigida por Ramón Torrado, donde su relación ya se encontraba bastante deteriorada y después de estrenar en el teatro “La maravilla errante” la pareja se separó definitivamente.
Como si se tratase de un cuento premonitorio todo esto se hallaba presente de algún modo en el guion de “Embrujo”, debido al futuro director Pedro Lazaga, que contaba la vida de dos artistas de variedades flamencas que decidían montar compañía propia obteniendo un gran éxito. Sin embargo la obsesiva pasión de Manolo por Lola cada vez le resulta a esta más asfixiante, atrapada entre la admiración que siente por el artista y el dolor que le produce su tortuosa relación. Lola es contratada para actuar en solitario por todas las capitales de Europa, abandonando al “cantaor” que moría víctima del alcohol y la mala vida, mientras contempla en el teatro el triunfo de Lola en solitario. Una Lola viejecita, de increíble peluca blanca, relataba su historia a una nueva promesa del baile frente a la tumba de Manolo, poniéndola sobre aviso de la esclavitud y miserias de la profesión.
Los números musicales, dentro de su rareza, son de una gran belleza plástica y lo más llamativo de la cinta, especialmente los ballets finales y aquel que acompaña el funeral de Manolo con una Lola bendecida por el genio bailando con esa fuerza y garra que le hicieron única. La artista sostiene una gran parte del metraje de la película, lo que parece despertó una vez más los celos artísticos de Caracol que se dirigió al director comentándole “Don Carlos, en esta película solo sale Lolita y yo parezco Rebeca”, aludiendo al personaje del filme de Alfred Hitchcock al que continuamente se alude, pero nunca aparece. Un golpe genial del célebre cantaor que al parecer desató una sonora carcajada al realizador. Respaldando el protagonismo de la pareja nos encontramos a un siempre excelente Fernando Fernán Gómez como Mentor, el confidente y compañero de Manolo, en uno de los escasos papeles dramáticos del actor en esta época, en el que aporta un aire de desencantado cinismo muy interesante con diálogos como aquel en el que establece los paralelismos semánticos entre “beber y vivir”, defendiendo finalmente “¡Bah! ¡Beber!”. A su lado su por entonces esposa Mª Dolores Pradera como la práctica y sensata amiga de Lola, de algún modo el contrapunto femenino del personaje de Fernando y la sensacional Camino Garrigó, una de las secundarias de lujo de aquellos años, como “Taranta” la anciana que acompaña a Lola y se convierte en una especie de madre para ella.
El resultado final no gustó ni a la pareja protagonista, que esperaba una película más centrada en su lucimiento personal que el intento experimental resultante, ni al público que no entendió el filme y sus surrealistas montajes visuales, a los que estaba poco acostumbrado. La oscuridad y pesimismo de la historia seguramente también contribuyó al fracaso de la cinta, ya que lo alejaban de la producción folclórica al uso, donde lo corriente era un colorista final feliz entre batas de cola y zarcillos, al estilo del que años más tarde rodaría el gallego Ramón Torrado para “La niña de la Venta”. Hoy en día “Embrujo” se ha se ha visto revalorizado precisamente por su carácter alternativo y experimental, que lo apartan no solo de la producción folclórica de posguerra sino del cine de género de la época, definiéndolo como una de las “raras avis” tanto de su director como de la historia del nuestro cine, suscitando su revisión y estudio.