Para su segundo vehículo cinematográfico Juanita Reina, que ya se
iba perfilando como una de las figuras señeras de la canción y el cine andaluces,
contó con una producción más cuidada que la de su debut y un reparto de
primeras figuras que incluía entre otros a la simpar Pastora Imperio, José Mª
Seoane, Luis Peña (padre) y algunos de los secundarios más populares de la
época como Antonio Riquelme, Félix Fernández o Ricardo Acero. La trama se movía
entre los consabidos clichés de la Andalucía amable de gitanos y cortijos,
aunque en este caso el guion de Antonio Guzmán Merino abordaba también el
espinoso tema para su época de los amores interraciales e interclasistas,
resuelto eso sí desde una óptica paternalista por parte de las clases
privilegiadas, alejándolo de la crítica racial más amarga abordada solo a
través de los tópicos del género. El argumento giraba en torno a la gitana
“Canelita” a la que unos gitanos hacen pasar por la hija de un Conde que tuvo
amores con una muchacha de la tribu. Tras criarse en una institución religiosa
para señoritas cuando “Canelita” llega al cortijo de su supuesto padre con el
objeto de convertirse en una damita de “buena clase”, además de conquistar a
todos con su gracia y salero se enamora del hijo del Conde, desatando el drama.
Los gitanos que la acompañan viendo la desgracia de la chiquilla que se cree
enamorada de su hermano, desvelan toda la verdad al Conde sobre el verdadero
origen de “Canelita”, concluyendo con un previsible final feliz para los
enamorados.
Maroto consigue de Juanita Reina una interpretación de gran frescura apuntando su intuición para la interpretación y las posibilidades que iría desarrollando como actriz a lo largo de su carrera. Juanita por aquel entonces iba a todas partes acompañada de su padre que cuidaba de ella como un auténtico cancerbero, el propio Maroto relataba como el señor Miguel Reina repasaba los diálogos de la película a su hija y le corregía las falsas entonaciones. La artista obtendría un importante triunfo personal con la película, situación que vería acrecentada con sus espectáculos teatrales. Del resto del reparto despunta por méritos propios la simpar Pastora Imperio, una artista con una personalidad desbordante que a pesar de encontrarse ya lejos de sus años de gloria no deja indiferente en ninguna de sus apariciones, dando lecciones de su arte racial en las bulerías “Las coplillas del querer” donde luce esos brazos que la harían legendaria. Pastora era uno de los ídolos de Juanita Reina, por lo que participar en el proyecto junto a ella fue una experiencia única para la artista sevillana, que de hecho había debutado profesionalmente en escena interpretando la copla “María Salomé”, creación de Pastora.
La película funcionó bien, especialmente en Andalucía donde se estuvo reponiendo durante cerca de 10 años, abriendo a su protagonista las puertas del estrellato tanto en cine como en teatro. Como anécdota cabe comentar que las canciones del filme gustaron tanto, que el proyeccionista tenía que rebobinar la cinta y volver a proyectar los números ante los enfervorecidos aplausos del público, como si se tratase de un bis teatral.