viernes, 26 de mayo de 2023

“Canelita en rama” (1943) Eduardo García Maroto

 

Para su segundo vehículo cinematográfico Juanita Reina, que ya se iba perfilando como una de las figuras señeras de la canción y el cine andaluces, contó con una producción más cuidada que la de su debut y un reparto de primeras figuras que incluía entre otros a la simpar Pastora Imperio, José Mª Seoane, Luis Peña (padre) y algunos de los secundarios más populares de la época como Antonio Riquelme, Félix Fernández o Ricardo Acero. La trama se movía entre los consabidos clichés de la Andalucía amable de gitanos y cortijos, aunque en este caso el guion de Antonio Guzmán Merino abordaba también el espinoso tema para su época de los amores interraciales e interclasistas, resuelto eso sí desde una óptica paternalista por parte de las clases privilegiadas, alejándolo de la crítica racial más amarga abordada solo a través de los tópicos del género. El argumento giraba en torno a la gitana “Canelita” a la que unos gitanos hacen pasar por la hija de un Conde que tuvo amores con una muchacha de la tribu. Tras criarse en una institución religiosa para señoritas cuando “Canelita” llega al cortijo de su supuesto padre con el objeto de convertirse en una damita de “buena clase”, además de conquistar a todos con su gracia y salero se enamora del hijo del Conde, desatando el drama. Los gitanos que la acompañan viendo la desgracia de la chiquilla que se cree enamorada de su hermano, desvelan toda la verdad al Conde sobre el verdadero origen de “Canelita”, concluyendo con un previsible final feliz para los enamorados.


Eduardo García Maroto, uno de los directores más originales de nuestro cine con títulos tan interesantes como “Una de fieras” (1934), “Una de miedo” (1935) o “Una de ladrones” (1936), a pesar de abordar el proyecto como una cinta de encargo muy alejada de sus inquietudes artísticas no deja de imprimir parte de su personalidad y talento cómico y musical para resolver la parte más interesante de esta sencilla película. La mano del realizador está presente de manera especial en el original humor de los personajes secundarios y en alguno magníficos planos que reflejan la vida en el campo, como la célebre escena de la vendimia acentuada con un montaje de gran belleza. El resto consiste en iluminar la fotogenia de Juanita Reina y permitir que esta se luzca en su papel de cantante, poniendo su voz prodigiosa al servicio de las canciones cuatro del maestro Quiroga presentes en la historia, en este sentido resulta especialmente deliciosa la interpretación del cadencioso Fox “Turu Tururú”, ritmo muy alejado de su repertorio que la artista entona con singular acierto sin perder su esencia andaluza y que solo podía aparecer en una cinta de un autor tan insólito como Maroto. Además de este número Juanita se luce en la zambra “Ojeras negras”, la canción “Canelita” y el pasodoble “Los ojos de aquel calé” donde el realizador da movilidad al número intercalando primeros planos de la actriz cantando con otros de las mulillas y las ruedas del carro sobre el que ésta interpreta la copla, en un intento de hacer más cinematográfico el número.

Maroto consigue de Juanita Reina una interpretación de gran frescura apuntando su intuición para la interpretación y las posibilidades que iría desarrollando como actriz a lo largo de su carrera. Juanita por aquel entonces iba a todas partes acompañada de su padre que cuidaba de ella como un auténtico cancerbero, el propio Maroto relataba como el señor Miguel Reina repasaba los diálogos de la película a su hija y le corregía las falsas entonaciones. La artista obtendría un importante triunfo personal con la película, situación que vería acrecentada con sus espectáculos teatrales. Del resto del reparto despunta por méritos propios la simpar Pastora Imperio, una artista con una personalidad desbordante que a pesar de encontrarse ya lejos de sus años de gloria no deja indiferente en ninguna de sus apariciones, dando lecciones de su arte racial en las bulerías “Las coplillas del querer” donde luce esos brazos que la harían legendaria. Pastora era uno de los ídolos de Juanita Reina, por lo que participar en el proyecto junto a ella fue una experiencia única para la artista sevillana, que de hecho había debutado profesionalmente en escena interpretando la copla “María Salomé”, creación de Pastora.

La película funcionó bien, especialmente en Andalucía donde se estuvo reponiendo durante cerca de 10 años, abriendo a su protagonista las puertas del estrellato tanto en cine como en teatro. Como anécdota cabe comentar que las canciones del filme gustaron tanto, que el proyeccionista tenía que rebobinar la cinta y volver a proyectar los números ante los enfervorecidos aplausos del público, como si se tratase de un bis teatral.



“La Cigarra” (1948) Florían Rey

 

Imperio Argentina y Florián Rey, habían sido la pareja que mayores éxitos había dado al cine español en los años anteriores a la guerra civil y en cierta forma, el cómo director, ella como intérprete, habían sentado las bases de la producción musical sonora en España. Volver a juntarlos se suponía una apuesta comercial y de prestigio garantizado, pero el proyecto fue acogido con desgana por casi todos los principales artífices de este, resintiéndose lamentablemente en el resultado final. El matrimonio se había separado tras la fallida experiencia de “La canción de Aixa” (1939), la segunda cinta que ambos rodaron en la Alemania nazi durante la guerra civil española tras uno de los filmes más logrados del tándem, “Carmen, la de Triana” (1938). Dicha unión terminó al parecer de un modo bastante tumultuoso y la estrella abandonó el hogar conyugal con la intención de poner tierra de por medio en su relación. Sin embargo, a decir de muchos, Florián nunca olvidaría a Imperio y con la intención de propiciar una reconciliación planteó este filme que resultó desangelado desde el primer momento. En palabras de su protagonista “no quería hacer la película y pidió mucho dinero para que la rechazasen”, sin embargo la productora creyendo jugar una baza comercial segura aceptó sus exigencias y esta se sumó al rodaje de la cinta. La actriz comentaría que fue la única vez en su vida en la que trabajó solo por dinero, ya que no le gustaba ni el personaje, ni el argumento y mucho menos volver a trabajar a las órdenes de su ex marido, pero la oferta económica y la oportunidad de volver a ver al hijo de ambos que vivía con Florián fueron decisivos a la hora de decidirse a protagonizar la película.


Intentando cerrar el círculo se recurrió incluso a Miguel Ligero como coprotagonista, resucitando la pareja cinematográfica que con tanto éxito había brillado en títulos como “Nobleza Baturra” (1935) o “Morena Clara” (1936), pero incluso Ligero se mostró desdibujado y poco eficaz en un personaje que le ofrecía pocas ocasiones de lucir su singular gracejo, muy alejado de los roles que con tanta fortuna había interpretado junto a Imperio a las órdenes de Florián en el pasado. Ni siquiera la presencia de un jovencísimo Tony Leblanc que iniciaba por entonces sus andaduras en el cine, ni el cantante argentino Roberto Furgazot lograron levantar la función, quedando como uno de los títulos más olvidados en la carrera de la otrora invencible Imperio y marcando el principio del fin de Florián Rey como realizador, uno de los pioneros más importantes de nuestro cine con títulos grabados por derecho propio en la historia del celuloide español. En adelante la carrera del director aragonés iría en franco declive limitándose a una serie de filmes de encargo principalmente al servicio de las estrellas folklóricas del momento como Carmen Sevilla, Paquita Rico, Gracia de Triana o Lola Flores, en los que aplicó su oficio de forma plana, sin la personalidad de antaño.

Después de “La Cigarra” no correría mejor fortuna el futuro cinematográfico de Imperio, que se iría agotando poco a poco tras protagonizar tres mediocres películas en su Argentina natal, dos de ellas a las órdenes de Benito Perojo, otro de los pioneros de nuestro cine. No volvería a rodar ningún título en nuestro país hasta 1960, centrando su carrera en los escenarios y las grabaciones discográficas. No obstante su brillo, ya por entonces legendario, nunca llegaría a apagarse como corresponde a esta artista única, una de las mayores estrellas que ha dado la pantalla de habla hispana y de los nombres fundamentales a la hora de abordar la historia del cine en español.

El principal interés de la película radica precisamente en su rareza y el interesante estudio que presenta a la hora de abordar la última colaboración de estrella y director. A pesar del escaso interés de la historia, la presencia de Imperio salva a la cinta de muchos de sus escollos, especialmente por su talento actoral y la impecable forma de interpretar con su voz limpia y delicada los temas incluidos en la banda sonora, entre ellos la milonga “Los ejes de mi carreta” que se convirtió desde entonces en una de las señas de identidad de su repertorio, especialmente en Latinoamérica.