Con “Serenata española”, biopic con muchas licencias sobre
la vida y obra de Isacc Albenic, Juan de Orduña pretendía dar una mayor calidad
y profundidad dramática al género folclórico apartándolo del tipismo andaluz aportando los fondos musicales de la música Albéniz, como elemento cultural de indudable sabor popular.
Sin embargo, como ocurría frecuentemente con el realizador madrileño cuando intentaba ponerse serio y pretencioso, el resultado final es una película que se ve
encorsetada en la artificiosidad del cartón piedra que la sustenta y se salva a
duras penas por la presencia de una magnífica y emergente Juanita Reina, que
inicia con este filme su frutífera andadura en la pantalla junto a Orduña,
convirtiéndose en la estrella musical del momento. A manos del director, la tonadillera
cambia en esta cinta su registro hacia una imagen decimonónica y romántica, que
sustituye la bata de lunares y la mantilla por el miriñaque y el aire majestuoso que le acompañaría en adelante, ya el resto de su carrera tanto en el cine
como en la escena estaría impregnada de ese espíritu regio y señorial que tendría continuidad en sus siguientes trabajos a las
órdenes del realizador madrileño.
Para el papel de Angustias, la gitana que con su amor y talento inspira al compositor sus inmortales obras, fueron probadas unas juveniles
y aún no conocidas Paquita Rico y Carmen Sevilla, sin que ninguna de ellas
convenciera lo suficiente como para darles el rol protagonista. Aunque
Carmen tendría una breve intervención al principio de la historia como la
hermana del pequeño Albeniz interpretado por un incipiente Carlitos Larrañaga en su etapa como niño prodigio. Un año después Carmen tendría su revelación estelar en la pantalla al protagonizar junto al astro mexicano Jorge Negrete la cinta “Jalisco canta en Sevilla”. Juanita Reina
sería pues la elegida para interpretar un personaje que junto al de “la Lola”
de la obra de los Machado, dirigida inmediatamente después de esta también por
Orduña, la situarían a la cabeza del cine folclórico nacional.
La película fue la más cara cara dirigida por Orduña hasta
ese momento, con un presupuesto que rondaba los 3.400.000 millones de pesetas
de la época. Producida por Colonial Aje, la empresa que se había hecho cargo
del anterior filme del realizador, “Misión blanca” (1946), contó con gran parte
del equipo artístico de esta, empezando por el apuesto Julio Peña dando vida al compositor, un actor bastante más sobrio y contenido que los
intérpretes habituales del cine de Orduña, esto, unido al enfoque que el
realizador ofrece del personaje hace que este quede bastante desdibujado y
aburrido en favor del interpretado por la Reina, que se convierte en el auténtico
eje emocional del relato. Juanita representa en el filme la pasión amorosa y sincera, frente a las otras dos mujeres que rodean en la película la vida del
protagonista y son la imagen de toda la publicidad de la misma. María Martín
como la mujer ambiciosa y lasciva, dispuesta a todo por seducir al músico y Maruchi Fresno como el amor silencioso y dispuesto de la compañera de profesión que alienta al artista a crear y no
desfallecer ante la adversidad, muy en la línea de las heroínas sacrificadas
que serían el sello personal de la actriz durante gran parte de su carrera, del
mismo modo que María Martín se hizo cargo de algunas de las vampiresas más pérfidas e interesadas de los años cuarenta. Tres arquetipos femeninos en los
que se centra la historia, pasando de soslayo por la biografía de Albéniz, y
que Orduña maneja con bastante simplismo y falta profundidad, centrando la trama en el melodrama amoroso representado por estas tres mujeres, algo que era mucho más familiar para el realizador y cercano a su estilo cinematográfico.
Los intérpretes masculinos quedan en general relegados a un
segundo término, a pesar de que tanto Manuel Luna como Antonio Vico realizan
dos interpretaciones bastante destacables, delatando su gran talento como intérpretes, a pesar de cierto exceso teatral muy al gusto de la época y de su realizador. Junto a ellos
aparecen en distintos cometidos Jesús Tordesillas, Ricardo Acero, Arturo Marín o Félix Fernández todos ellos secundarios de lujo imprescindibles en el cine español de su tiempo. Como es lógico en una cinta de este tipo la música cobraría un acento importante, con una banda sonora en la que se mezclan junto a los pasajes sinfónicos del músico gerundense como algunos fragmentos de la famosa "Suite iberia", las coplas compuestas por Quintero, León y Quiroga para lucimiento de Juanita Reina, quién da buena cuenta de
su talento y calidad interpretando la canción española e hicieron
preguntarse a algún crítico que pintaba la música de Quiroga en el tiempo y la vida de Albéniz. Los majestuosos y magníficos decorados llevan la
factura habitual del alemán Sigfrido Burmann y el guion sería firmado al alimón por Arturo Más Guindal, un habitual en los filmes musicales de
Orduña a partir de entonces, Eduardo y Luis Marquina y el propio realizador.
La
película fue bastante alabada por la crítica como una de las obras más
personales de Orduña hasta ese momento, destacando el lirismo y poesía de sus imágenes,
aunque le achacaron falta de técnica a la hora de contar la historia, siendo
también respaldada por el público que mantuvo el filme en cartel durante
bastantes semanas, obteniendo un éxito moderado, pero suficiente para que Orduña se decidiese a coproducir junto a Juanita Reina su siguiente proyecto juntos que el realizador empezó a planificar
antes del estreno de “Serenata española” convencido de sus posibilidades. Se
trata de la adaptación de la obra de los hermanos Machado “La Lola se va a los
puertos” (1947) en el que repite casi el mismo equipo técnico y artístico de
esta y utilizando una puesta en escena similar con la que se pretende una vez más dotar al género folclórico de un espíritu cultural más elevado al adaptar la obra de unos reconocidos autores, intentando aunar lo popular e intelectual en una serie de
imágenes de inevitable encanto “kistch”.