A finales de los años cincuenta el enorme éxito del filme de
Orduña “El último cuplé” trajo consigo un aluvión de películas en la misma
línea nostálgica que coparon el musical español durante los siguientes años.
Marujita Díaz fue una de las artistas que se sumó a esta corriente con la
película “Y… Después del cuplé” (1959) consagrándose como estrella de cine. La
fortuna obtenida con este título animó a la avispada Marujita a crear su propia
productora cinematográfica con la cual servirse espectáculos donde poder lucir
su donaire y facultades como actriz y cantante. La primera película de
“Producciones MD” sería la cinta musical “La Corista” (1960), a la que seguiría
esta “Pelusa” que se convertiría en el mayor triunfo de su carrera
cinematográfica y uno de los clásicos del cine musical español. Pensada para el
lucimiento exclusivo de su protagonista, la historia está servida para que esta
haga realmente de todo… Ríe, llora, canta e incluso camina sobre el alambre, en
un afán incombustible por demostrar su talento que llega a resultar agotador
como centro absoluto de la trama. Tanto es así que el cuento en el que se basa
el guion fue escrito por la estrella sevillana y su hermana durante la gira del
espectáculo revisteril “La princesa alegría”, siendo adaptado para la pantalla
por Luis de los Arcos y José Manuel Iglesias. Es decir nació de la imaginación
de la artista con la intención de dar vida a su megalomanía.
La película cuenta la historia de Pelusa, una muchacha inocente y
buena que trabaja en un circo de medio pelo como payaso haciendo un número de
clown con su padre, un hombre alcohólico y destruido desde que su hija y él
fueron abandonados por su esposa. Esta última regresa de forma inesperada
convertida en una gran estrella de la revista con la intención de llevarse a
Pelusa a París a fin de convertirla en primera vedette. La historia se completa
con el romance entre la muchacha y uno de sus compañeros de circo que culmina con
el triunfo de Pelusa como artista y el previsible final feliz.
Marujita volcó su esfuerzo y recursos en el personaje, explotando
una vena tragicómica que gustó mucho en la época, obteniendo el premio a la
mejor actriz otorgado por el Sindicato Nacional del Espectáculo de aquel 1960,
el equivalente a los actuales premios Goya de la Academia. Visto hoy día el
filme resulta demasiado simple en su planteamiento, explotando un
sentimentalismo facilón y una comicidad grotesca, pero aun así no deja de
alzarse como un espectáculo entretenido en el que la mezcla de ternurismo y
canciones juegan una baza segura entre el público. Los números musicales,
arreglados por el maestro Gregorio García Segura, son sin duda uno de los
platos fuertes y consciente de ello la artista pone todo su talento a
disposición presentando un catálogo de diversos estilos musicales en los que
sobrevuela la sombra alargada de Sara Montiel, a quién siempre se le acusó de
imitar, sino en voz si en estilo y planteamiento de su personaje. La versatilidad
de Marujita se pone de manifiesto interpretando con singular acierto lo mismo
el tango “Melodías de arrabal”, que el cuplé “La pequeña Tonkinesa” o los
pasodobles “La Virgen de la Macarena” y “Soldadito español”, este último
original de la revista musical “La orgía dorada”, sería uno de los pilares del
repertorio de la artista desde entonces.
El galán de la función sería el fornido y anodino Espartaco
Santoni, pésimo actor esposo de la artista por entonces y coproductor del
filme. El empeño de Santoni por desarrollar una carrera para la que en absoluto
estaba preparado, sería uno de los principales lastres de los vehículos de la Díaz,
en los que se atribuyó el protagonismo masculino impidiendo que ésta se rodease
de galanes de mayor interés y proyección. La actriz francesa Viviane Romance y un
maduro pero magnífico Roberto Rey intervenían como madre y padre de Pelusa
respectivamente. Dos secundarios de excepción completaban el grueso principal
del reparto, Félix Fernández como el dueño del circo y Antonio Riquelme como un
escuálido y cómico domador de leones.