domingo, 21 de enero de 2018

Carmen Sevilla... La etapa dorada en el cine (2ª Parte)



Con "El sueño de Andalucía" (1950)  junto a Luis Mariano se convierte en estrella, no solo en España sino en Francia, donde Luis Mariano era un auténtico ídolo. La película dirigida por Luis Lucia en la versión española y Robert Vernay en la francesa, alcanzó una rápida popularidad gracias al encanto y simpatía de Carmen y a la voz única de Mariano, que convertiría todas las canciones de la cinta en éxitos fabulosos, especialmente el pregón "El Botijero", que Mariano cantaba por las calles de un imaginario pueblo andaluz con su sempiterna sonrisa y optimismo a ultranza. Planteada como un gran producción, daría a "Carmencita" la oportunidad de proyectar su imagen más allá de nuestras fronteras, su belleza y arte traspasarían la pantalla conquistando el corazón de los franceses, lo que se tradujo en la colaboración en varias coproducciones con el país vecino, como el melodrama ambientado en el mundo del cine con la participación de la "vamp" Martine Carol titulada "El deseo y el amor" (1951), un musical con el "chansonier" Georges Guetary, "Pluma al viento" (1952) y una comedia con el ídolo nacional Fernandel, "El amor de Don Juan" (1956) entre otras.




Ninguno de estos títulos adquirió de lejos el impacto de su siguiente película junto a Luis Mariano, "Violetas Imperiales" (1952), convirtiéndose en uno de los filmes fundamentales de su carrera y uno de los títulos emblemáticos de nuestro cine. La película era una producción muy cuidada y con un tema predilecto de la tonadilla de siempre, la historia de la Emperatriz Eugenia de Montijo y la gitanilla que lee su destino en las rayas de la mano. Un cuartero de canciones pegadizas inmortalizadas por las soberbia voz de Mariano y la espectacular belleza de Carmen hicieron las delicias del público dentro y fuera de nuestro país, colocándola en un lugar de privilegio, a la cabeza de las actrices de la pantalla española. En los años siguientes dos avispados productores se repartirían a la estrella con gran fortuna para ambos, Benito Perojo y Cesáreo González, dando una proyección de primer orden a su carrera.





"La Bella de Cádiz" (1953) una pandereta desmadrada llena de falso pintoresquismo, que había abierto al tenor irunés las puertas del teatro en Francia, sería su última colaboración juntos. Sin Mariano protagonizaría dos de los títulos más folklóricos de su carrera junto al galán Jorge Mistral, con quién formaría otra "parejita ideal de tarjeta postal". El primero de ellos sería la tercera versión de la novela de Palacio Valdés "La hermana San Sulpicio" (1952), con el archiconocido tema de la señorita andaluza metida a monja dicharachera y cantarina, en el que estuvo magnifica aunque sin borrar el recuerdo de la gran Imperio Argentina, su predecesora cinematográfica. El segundo filme sería un tremendo melodrama titulado "Un caballero andaluz", donde interpretaba a la gitanilla ciega "Colorín" capaz de cambiar con su alegría y bondad la vida de todos cuantos le rodean recuperando como premio la vista y llevándose a Mistral al altar.




Llegado este punto Perojo produjo un delicioso vehículo pensado completamente a su servicio basado en la obra de Alarcón "El sombrero de tres picos" dirigida por el argentino León Klimovsky, "La pícara molinera" (1954). La interpretación de Carmen llena de desbordante vitalidad superó con creces a la encarnación que del mismo tema rodaba por entonces Sofia Loren a las órdenes de Vittorio De Sica en Italia con el título de "La bella campesina". Pero todas sus intervenciones anteriores quedaron borradas ante su formidable Catalina de "La fierecilla domada" (1955), realizada con su sabiduría habitual por Antonio Román según la célebre obra de Shakespeare, que le valió el premio a la mejor actriz concedido por el Sindicato Nacional del Espectáculo de aquel año. Carmen sorprendió a propios y extraños con una interpretación llena de fuerza y sabiduría, demostrando lo mucho que podía dar de sí como actriz bien dirigida en el papel adecuado, como volvería a demostrar dos años después en "La Venganza" (1957), una de sus películas más ambiciosas dirigida por Juan Antonio Bardem, en la que daba vida a la campesina Andrea, un personaje duro y difícil que la desnudaba de cualquier artificio. Por primera vez en su carrera el argumento y la historia estaban por encima de la actriz y no a su servicio y ella aprovechó esta oportunidad para ofrecer nuevos registros hasta entonces nunca vistos en la simpática y dicharachera estrella. Situada en medio de un triángulo formado por dos actores excepcionales, el italiano Raf Vallone y el español Jorge Mistral, ofrecería una de las mejores interpretaciones de su carrera en este drama rural con el mensaje de la reconciliación nacional como telón de fondo. Debido a su carga política el filme sufrió las iras de la censura franquista que acortó su metraje en cerca de una hora. No obstante la cinta fue nominada a los Oscars de Hollywood en la categoría de mejor película en lengua extranjera, que aquel año ganó la comedia de Jacques Tati "Mi tío" (Mon Oncle)... (continuará)